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pablo m. díez
Pekín
Sábado, 15 de octubre 2022, 12:00
Advertencias de no viajar, códigos de salud que cambian de color en el móvil, cancelación de vuelos, falta de billetes para los trenes y, si uno tiene la suerte de llegar a su destino, cuarentena en casa o, en el peor de los casos, en ... un campo de aislamiento. Las restricciones de movimientos por la estricta política de Covid 0 se suman a las ya habituales medidas de seguridad de cara al XX Congreso del Partido Comunista de China, que arranca este domingo en Pekín y en el que su secretario general y presidente del país, Xi Jinping, se perpetuará en el poder.
Para que nada empañe tan magna ocasión, la capital china se ha blindado todavía más. Pero no ha impedido la protesta de un manifestante que, burlando la enorme vigilancia, prendió el jueves una fogata en un puente de una ronda de circunvalación y logró colgar dos pancartas. La primera era contra la política de Covid 0 y la segunda llamaba a «derrocar al dictador Xi Jinping». En cualquier democracia, se trataría de un incidente nimio y, como mucho, sujeto quizás a una multa. En China, el manifestante está desaparecido tras su detención por la Policía y la censura ha borrado todas las referencias al suceso en internet, bloqueando la búsqueda de palabras como «puente», «protesta» o incluso «valiente». A tenor de Fang Shimin, un disidente en el exilio que difunde vídeos revelando los abusos del régimen, el manifestante se llama Peng Lifa, usa el seudónimo Peng Zaizhou y es un físico de la provincia norteña de Heilongjiang que le envió los mismos eslóganes de protesta a su cuenta de Twitter.
Más allá de la escasa gravedad de los hechos, lo notorio es que el manifestante tuviera tiempo de desplegar las pancartas sin ser arrestado antes por la Policía, que ha redoblado sus patrullas en vísperas del cónclave político y ha puesto guardias en todos los puentes tras el incidente. Aunque se trata de un hecho aislado, supone una pequeña muestra del malestar en buena parte de la sociedad china por la política de Covid 0. Mientras el resto del mundo recupera la normalidad, las restricciones del régimen están dañando gravemente no solo la economía, sino también la vida social y la salud mental de muchos chinos. Con el XX Congreso del Partido Comunista, los controles se han endurecido aún más.
A principios de septiembre, las autoridades ya recomendaron a la población que evitara viajar hasta finales de octubre, una vez que el cónclave haya terminado el día 22. Además, volvieron a recordar la prohibición de salir de las ciudades vigente para funcionarios públicos, trabajadores de empresas estatales, maestros, universitarios y familias con hijos en el colegio.
El señor Guo, un empresario de la provincia central de Henan, tenía una cita de negocios en Pekín y, tras consultar los vuelos por internet en su móvil, recibió una notificación en su código de salud avisándole de que no podía viajar. De igual modo, en las redes sociales abundan las quejas de quienes deseaban viajar en tren a otras ciudades y no han encontrado billetes a la venta. Peor aún les ha ido a quienes salieron de Pekín durante las vacaciones del Día Nacional (1-7 de octubre) y, al intentar regresar, han visto cómo su código verde de salud cambiaba a amarillo. Aunque se hayan hecho las pruebas PCR obligatorias cada dos o tres días, eso significa que no pueden volver a Pekín o que, en caso de que lo logren, serán puestos en cuarentena en sus casas o en un centro de aislamiento durante una semana.
A la psicosis sobre el Covid que reina en China, única potencia que sigue con sus fronteras cerradas, se añade la draconiana seguridad con que el régimen blinda sus graves eventos. En este XX Congreso del Partido Comunista, Xi Jinping romperá la norma de retirarse tras dos mandatos de cinco años que habían seguido sus antecesores después de la muerte de Mao Zedong, precisamente para evitar sus desmanes personalistas. Para su coronación como el mandatario chino más poderoso desde el «Gran Timonel», Xi no quiere que un brote descontrolado de Covid le agüe la fiesta y los gobiernos locales y provinciales han redoblado sus controles de movimientos.
Cercana a Pekín, la región de Mongolia Interior ha confinado comarcas enteras y numerosos barrios de sus principales ciudades. «Actuad rápido y prevenid que el brote se extienda, especialmente a Pekín», ha ordenado el secretario regional del Partido Comunista, Sun Shaocheng. Para indicar la contundencia de las medidas a tomar, incluso recurrió al refrán chino de «matar gallinas con cuchillos de descuartizar vacas», según recoge el periódico 'South China Morning Post'.
Lejos de la capital china, las restricciones son igual de extremas. Mientras la remota región musulmana de Xinjiang ha sido cerrada, miles de turistas han quedado atrapados en populares destinos como Xishuangbanna o la isla tropical de Hainan, que cada día cancela casi todos sus vuelos a Pekín.
Si alguien llega de una zona sin riesgo a la capital, debe hacerse dos pruebas PCR en tres días y evitar durante una semana ir a lugares concurridos, reunirse con amigos y cenar en restaurantes. Todo con tal de que el Covid no estropee la coronación de Xi Jinping como nuevo emperador de China.
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