El cielo se iluminaba como si fueran «fuegos artificiales y los explosivos sonaban como tambores». El pasado sábado, cuando estalló el enfrentamiento entre Israel y Hamás, el vasco Javier Solar, de 33 años y vecino de la localidad vizcaína de Galdakao, puso fin a sus ... vacaciones en el país judío en medio de una odisea para escapar de los cohetes que tenían en su diana a la ciudad que él había escogido para «descansar»: Tel Aviv.
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La ofensiva del grupo islamista sacó a la luz la cara más dramática de Israel. Solar sabía los riesgos de viajar a una nación en constante conflicto. Se había documentado, pero jamás imaginó que sucedería, justo cuando él estaba en el territorio, lo que suele pasar «dos o tres veces al año», pero multiplicado hasta convertirse en una auténtica guerra.
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Tras una semana de viajes por el interior del Estado, incluso por Cisjordania –zona bajo control de Palestina–, el día que tenía previsto regresar a España, el joven vizcaíno se despertó bajo una lluvia de proyectiles. A primera hora, una llamada a la puerta de la habitación de su hotel le alertaba de que algo no estaba bien. Todos los huéspedes bajaron al «búnker» que el alojamiento ya tiene dispuesto como refugio para estos casos. En las escaleras, un área reforzada con hormigón, que a simple vista pasaba desapercibida, tomó sentido cuando afuera resonaban los explosivos.
Media hora después, todo parecía regresar a la calma. Las madres con sus hijos caminando por las calles y los desayunos servidos creaba una falsa sensación de que todo ya había terminado. «Un herido de gravedad por los ataques», informaban en los telediarios, recuerda. Pero su percepción cambió rápidamente cuando la ofensiva se consolidó. Se cortó la luz e internet. Se anunció la declaración de guerra. Se disparó la alarma antiaérea y las detonaciones regresaron.
Las calles se cubrieron de pánico, pero todos sabían qué hacer. Las personas corrían hacia los refugios. «Yo seguí a la gente a un portal», explicó Solar, a quien la sirena interrumpió el desayuno. Un lugar de unos diez metros de profundidad por tres de ancho que a él le pareció «un agujero dentro de un edificio» acogió a «unas veinte personas. Miré al cielo y vi los cohetes antes de entrar en el refugio. Cuando ya estaba en el interior se escucharon las explosiones», relató. Tras quince minutos en el reducto, Solar decidió ir al aeropuerto. Le acompañaba una amiga española que vive en Alemania, que tenía previsto coger un avión a ese país. A él le quedaban horas por delante antes de la hora programada de su vuelo a Madrid. «Pensé que sería el sitio más seguro del país».
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Camino de la terminal aérea, el joven observó que «el taxista iba sin cinturón de seguridad. «Pese a que no dijo nada, lo noté: estaba preparado para salir corriendo». Él y su amiga recibieron instrucciones claras del conductor de qué hacer en caso de que un proyectil cayera cerca. «Dejad todo y seguidme», fueron sus palabras. Solar recuerda que él fue uno de los pocos taxistas que aceptaron trasladarles.
A mediodía ya se contaban casi 300 muertos. «Observé los aviones de combate, los misiles que se dirigían al sur, hacia Gaza. La tensión empezaba a sentirse», relató. En el aeropuerto la situación no mejoró. Los vuelos retrasados o cancelados recrudecían el nerviosismo de quienes buscaban escapar. Solar fue uno de los miles de afectados. Españoles, americanos e incluso israelíes querían huir.
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A la preocupación se sumó el miedo. Un ataque tenía como blanco el aeropuerto de Tel Aviv. «Estábamos unas 2.000 personas arrinconadas. El personal nos condujo al refugio. Un pasillo subterráneo. Al principio nos dirigimos en orden y de repente, la gente empezó a correr y a llorar», explicó tras lamentar que el escenario se convirtió en «un desastre».
«Voy a salir de cualquier manera», se propuso entonces. Solar compró tres vuelos para huir del país. Marrakech, Frankfurt o Madrid con conexión en Estambul eran los destinos que podrían rescatarlo de la guerra que se asomaba en la región. Finalmente, pudo dejar Israel el domingo. «Fue como resistir en el 'Titanic'. Yo trataba de encontrar mi bote salvavidas».
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