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La presión crece en torno a Benyamin Netanyahu, un líder veterano y acostumbrado a superar situaciones de máxima tensión, que volvió a maniobrar en el último instante, cuando todo estaba a punto de explotar. Tras una jornada marcada por la huelga general y las calles ... tomadas por decenas de miles de manifestantes pro y anti Gobierno, el primer ministro acordó con sus socios retrasar un mes la aprobación del polémico plan de reforma de la Justicia.
Netanyahu gana tiempo, no da marcha atrás en su proyecto, pero esta decisión le sirve para intentar consolidar su Ejecutivo, poner punto final a la huelga general y abrir la puerta al diálogo con la oposición en el Parlamento. Lo que no podrá es silenciar las protestas porque sus organizadores reaccionaron ayer con el argumento de que el aplazamiento de la reforma no es suficiente.
Desde muy temprano los medios esperaban el anuncio del primer ministro sobre esta suspensión temporal, aunque lo único que salió de su boca fue la petición para mantener la calma y recordar a los israelíes que «todos somos hermanos». El problema es que hace mucho tiempo que Netanyahu no es un líder que una a la gente, sino que es la figura que ha partido al país en dos.
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El líder del Likud intentó romper con esta imagen con un breve discurso a la nación al final de la tarde en el que anunció un plazo de un mes «para negociar» la reforma porque su gabinete «jamás aceptará una guerra civil». Netanyahu habló de la necesidad de un «consenso» y de «responsabilidad» para realizar los cambios que considera «necesarios» en el sistema judicial actual. Al mismo tiempo, el dirigente conservador calmó a su ministro de Seguridad Nacional, el colono ultrarradical Itamar Ben Gvir, con la luz verde para la creación de una 'Guardia Nacional'. Esto obtiene Ben Gvir a cambio de ceder a la suspensión de un mes de la tercera y última lectura que le queda a la reforma para ser aprobada en una cámara en la que gozan de mayoría.
El movimiento del primer ministro fue bien recibido por su antecesor, Yair Lapid, y el exjefe del Ejército, Benny Gantz, así como por el presidente del país, Isaac Herzog, quien pidió «un diálogo serio». La Casa Blanca se sumó a los mensajes de bienvenida a la pausa anunciada por Netanyahu.
Israel lleva semanas siendo testigo de movilizaciones masivas contra la reforma judicial, con la que el Gobierno pretende tomar el control del tercer poder, y la decisión del primer ministro de quitar de su puesto al ministro de Defensa, Yoav Gallant, por pedir la suspensión de este plan se convirtió en la chispa que incendió las calles la noche del domingo. Netanyahu no quiere voces discordantes y actuó de manera fulminante e inesperada contra una de las carteras más sensibles del país, aunque finalmente hizo lo que Gallant había solicitado. Cientos de miles de personas se echaron a las calles de las principales ciudades y en Tel Aviv bloquearon durante cinco horas una de las principales autopistas del país. Gallant había avisado de que la división se había filtrado en los cuarteles, con mandos contrarios a la postura del Ejecutivo, y que cientos de reservistas se estaban negando ya a apuntarse si la reforma no era paralizada.
El país despertó sobrecogido por las manifestaciones y se encontró con el anuncio de huelga general por parte de Histadrut, el principal sindicato. En el aeropuerto internacional de Tel Aviv se detuvieron las salidas y universidades, escuelas, comercios y bancos se sumaron al paro indefinido. La Bolsa de Tel Aviv también cerró sus puertas. El anuncio del primer ministro calmó a los responsables de Histadrut que decidieron desconvocar la huelga.
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Los manifestantes claman «democracia», lo mismo que los socios ultranacionalistas de Netanyahu, los grandes defensores de la reforma judicial. El ministro de Economía, Bezalel Smotrich, pidió a sus seguidores que acudieran a manifestarse a Jerusalén porque «no nos podemos rendir ante la violencia, la anarquía, quienes se niegan a ir al servicio militar y las huelgas salvajes. Somos la mayoría y tienen que escuchar nuestra voz. No dejaremos que roben nuestros votos».
La diputada Limor Son Har-Melech, de la formación de extrema derecha Poder Judío, declaró que «detener la legislación es un error y sería un regalo al terrorismo, equivaldría a decir 'vale la pena ser violento, vale la pena quemar el país'».
Entre quienes respondieron a la llamada del ministro de Economía se encontraba el grupo radical La Familia, ultras del equipo Beitar Jerusalem, que convocó a sus miembros para que salieran a la calle armados con «explosivos, cuchillos y pistolas». Los grupos de ultraderecha compartieron mensajes en las redes que rezaban que Israel vive «una situación de emergencia» porque «quieren robarnos nuestra victoria en las elecciones». En lugar de llamar a la calma, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, echó leña al fuego y pidió a los suyos compartir en redes un mensaje que decía «hoy dejamos de estar en silencio, es el día en el que la derecha despierta».
El Ejército ha entrado de lleno en los problemas políticos que sufre el país tras la decisión de un número importante de reservistas de no cumplir con sus obligaciones. El servicio militar en Israel es una norma y dura tres años. Después, el periodo en la reserva se alarga hasta que se cumplen los 40 años. A partir de este momento, el servicio es voluntario por lo que quien no acude a filas no puede ser castigado.
Gallant advirtió antes de su cese de que estas negativas de los reservistas suponen «un peligro real y concreto» para la seguridad del país, sobre todo en el caso de los pilotos. Voces importantes como la del exjefe del Ejército Dan Halutz señalaron el 27 de marzo como «el día en que logramos evitar que Israel se convirtiera en una dictadura». El actual responsable de las fuerzas armadas, Herzi Halevi, compartió una carta dirigida a todos los militares activos y de reserva para recordar que Israel «nunca ha conocido tales días de amenazas externas combinadas con una tormenta interna. Este es un momento de responsabilidad».
Hace tiempo que Netanyahu se caracteriza por su capacidad de polarizar al país. Las últimas elecciones han sido siempre plebiscitos sobre su persona y las ha ido ganando una tras otra hasta lograr consolidar una mayoría sólida en el parlamento al quinto intento. Desde entonces Israel goza del calificado como «Gobierno más radical» de su historia, donde el Likud comparte el poder con el ultranacionalismo sionista y los ultraortodoxos. Estados Unidos y el Reino Unido fueron anoche los primeros países que reaccionaron a la decisión de Netanyahu, que ambos gobiernos acogieron con satisfacción. «Recibimos este anuncio como una oportunidad para crear tiempo y espacio adicional para el compromiso», manifestó una portavoz de la Casa Blanca.
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