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Buse Özge tenía un sueño y lo ha podido cumplir. Esta joven nacida en Sivas, al este de Turquía, aspiraba a ponerse al mando del timón de un barco, surcar el Bósforo y el Mar de Mármara y a los 28 años ha logrado convertirse ... en la primera mujer capitán de un barco de Sehir Hatlari, compañía del Ayuntamiento de Estambul responsable de los ferris desde 1851. «Todo el mundo asociaba este trabajo con los hombres, pero se abrieron plazas en la municipalidad, me presenté y fui seleccionada. Mi sueño se hizo realidad», cuenta desde el interior del barco-taxi en el que trabaja cada día. En el mapa de ruta de la cabina se ven decenas de pequeños puntos que representan las naves que están en movimiento en la zona, un sin parar de ferris, cargueros, yates privados, barcos de pesca, de guerra... Los treinta kilómetros del Estrecho del Bósforo son pura actividad.
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De momento su licencia le permite capitanear un barco-taxi, embarcación con capacidad para diez pasajeros, pero confía en ponerse al frente de uno de los grandes ferris de vapor dentro de cuatro años, el tiempo necesario de navegación para poder cambiar de nave. «Tenemos turnos de día y de noche y es más divertido que hacer rutas fijas porque nunca sabes el destino que te van a pedir, los pasajeros contratan el taxi a través de una aplicación del móvil. Algunos clientes se extrañan cuando entran y ven una mujer a los mandos y bromean porque dicen que soy pequeña, pero pasada la sorpresa inicial todo va bien. No he tenido problemas ni con clientes ni con mis compañeros, que me respetan mucho», afirma Buse mientras muestra el último tatuaje que se ha hecho, un pequeño barco que surca su brazo.
Las jornadas son de doce horas y «lo más complicado es navegar de noche debido al intenso tráfico que hay siempre en la ciudad. Tienes que estar atenta cada segundo», explica. En la plantilla actual de la municipalidad de Estambul hay 120 capitanes para ferris y taxis acuáticos y Buse es la única mujer. «Esperemos que la situación cambie y en un futuro lleguemos a ser muchas más, pero el cambio lleva tiempo. Aspiro a ser un ejemplo, a que las demás mujeres vean que pueden hacer este trabajo si lo desean y se preparen para ello», comenta la joven mientras los ojos se le van al azul intenso del Bósforo.
El caso de Buse es único en la línea pública de barcos, pero en la enorme red de transporte de Estambul, una mega-urbe de más de 15 millones de habitantes, se han ido dando pasos para la inclusión de las mujeres. «Cada día una media siete millones de personas usan el transporte público, una red en la que tenemos metro, autobús, metrobús, tranvía, bicicletas, ferris... Desde que llegamos a la alcaldía en 2019 hemos trabajado para que las mujeres puedan incorporarse a estos trabajos. Si antes no lo hacían era por una decisión política, no por tema religioso o cultural, sólo por política, aunque usaban la religión como pretexto», opina Bugra Gökce, responsable del área de transporte municipal.
120
personas capitanean los ferris y taxis acuáticos en Estambul. Buse es la única mujer
El Ayuntamiento de Estambul está en manos del opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP) y hay una guerra abierta con el Gobierno islamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de Recep Tayyip Erdogan, que aspira a recuperar el control del corazón económico del país en los comicios de 2024.
El grave problema de la incorporación de la mujer al sector laboral sitúa a Turquía con la tasa más baja de empleo femenino entre los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). En el último trimestre de 2022, el empleo femenino se situó en el 35,5%.
El metro de la ciudad cuenta con dieciocho líneas, está en permanente expansión y es donde la entrada de la mujer ha experimentado el mayor avance. En 2019, la compañía municipal del metropolitano contaba con ocho trabajadoras en plantilla. Hoy su número asciende a 290. Entre ellas está Gizem Yüzek, de 24 años y natural de Malatya, que conduce desde hace un año uno de los modernos trenes que recorren las líneas en la parte occidental de la ciudad.
En su caso es también «un sueño hecho realidad. Amo los trenes y siempre quise ser conductora de uno de ellos», comenta poco antes de comenzar su turno diario de diez horas de trabajo. Como ocurre con Buse en el barco-taxi, se ha formado durante años, ha tenido que superar las pruebas pertinentes y afirma que siente «el respeto de mis compañeros hombres, que dicen que la llegada de las mujeres al metro ha traído la belleza al trabajo». Bus, al timón del barco, y Gizem, al volante del metro, rompen barreras que parecían insuperables. Son las caras de un cambio lento y necesario.
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