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Miguel Pérez
Viernes, 22 de diciembre 2023, 00:59
«Esta era una zona bulliciosa. Aquí hay edificios de gente rica». El coronel Benny Aharon, comandante de la 401 Brigada Blindada, explica a los periodistas cómo era la Plaza Palestina, un centro neurálgico del poder en Gaza hoy reducido a escombros y edificios arruinados ... por las bombas. En este lugar plagado de comercios, dos escuelas, un centro médico y las sedes del gobierno local trabajaban y residían los altos cargos militares y políticos de Hamás, así como algunos de sus familiares. La hija de Ismail Haniyeh, el jefe de la oficina política de la organización, huido a Catar, disponía de un ático de lujo en uno de los bloques. A pocos metros abría la persiana una exclusiva casa de trajes de boda.
La Plaza Palestina se encuentra enclavada en el barrio Rimal de Gaza City. El ejército terminó de controlarlo este miércoles tras una serie de complejos combates en los que murieron 600 yihadistas en apenas una semana. Su ocupación ha sido festejada en Israel. Este enclave ha simbolizado históricamente el poder político, administrativo y militar de Hamás al concentrar los edificios institucionales del Gobierno de Gaza. Para muchos palestinos, cruzar esta rotonda podía suponer un mal trago. Sobre todo, al pasar delante de las sedes de la Policía y del servicio de seguridad, un aparato de espionaje inquisitivo y brutal dedicado especialmente a buscar colaboracionistas de Israel entre la población civil.
Pero, más allá del simbolismo, el motivo que realmente ha satisfecho a las Fuerzas de Defensa consiste en haber inutilizadoun vasto complejo subterráneo donde vivía y se escondía la élite política y militar de la Franja. «El complejo incluye una gran red de túneles que conectan escondites terroristas, oficinas, apartamentos y residencias pertenecientes a los altos dirigentes de Hamás», informa el teniente coronel Peter Lermer a 'The Times of Israel'. «Esta es una ciudad que existe en dos niveles, uno sobre la tierra y otro debajo», añade Beni Aharon a la agencia AJN. Se trata en concreto de una «ciudad terrorista subterránea» utilizada durante años como una «ruta estratégica de túnel conectada a otra importante infraestructura subterránea en la Franja», señala un comunicado de las Fuerzas de Defensa, previo a la voladura de los pasadizos con explosivos que llevó a cabo este jueves para demoler el bastión, el gran cuartel central de la milicia yihadista.
Los primeros reconocimientos, de hecho, han determinado que en la plaza confluyen diferentes galerías cuyo trazado conduce a los principales cuarteles subterráneos de los yihadistas en el norte gazatí, los hospitales Al-Shifa y Rantisi, así como al pasadizo de cuatro kilómetros de longitud que los soldados encontraron hace días cerca de la frontera israelí, capaz de albergar vehículos y catalogado como una de las puertas principales que usaron los terroristas durante la masacre del 7 de octubre. Estas conexiones tenían una función clave: permitir a los líderes de Hamás y a numerosos funcionarios gubernamentales desplazarse por la Franja al abrigo de los satélites y de los servicios de Inteligencia israelíes. Como se ha demostrado durante la invasión, han sido efectivos también para facilitar la huida de altos cargos políticos y empleados de la Administración. Incluso algunos empresarios han dejado atrás su vida de lujo en Ramil para escapar por los túneles.
Plaza Palestina se asemeja a un enjambre de pasadizos de cemento que unen el subsuelo y los edificios como una red sanguínea. Las viviendas de los dirigentes yihadistas conectan con los subterráneos. Lo mismo sucede con los edificios gubernamentales, que contienen puertas, muchas de ellas ocultas, que dan acceso a los pozos desde los que se desciende a la ciudad secreta. Al menos se han encontrado veinte bocas. Ismael Haniyeh, Mohammed Deif y Yahya Sinwar, las tres principales cabezas del movimiento yihadista, disponían de túneles personales.
La construcción es bastante sofisticada para tratarse de una obra realizada en una aparente clandestinidad, lo que implica métodos y medios más bien rudimentarios. Una entrada la utilizaba Mohammed Deif, el comandante de las brigadas armadas. Cuenta con un ascensor que desciende al primer nivel veinte metros más abajo. Al lado, los soldados han encontrado dos sillas de ruedas. Deif sufrió graves lesiones hace años en un ataque de la aviación israelí destinado a asesinarle.
A esa altura se reparten las primeras estancias. Una escalera desciende otros tantos metros y se comunica con otras salas y viviendas escalonadas en distintos niveles. Hay pasillos que se interrumpen cegados con sacos de arena o cemento. En algunos tramos se levantan puertas blindadas. En caso de ataque su función es retrasar al enemigo.
No es la primera vez que en los refugios de la milicia el ejército se encuentra con ascensores o alguna escalera de caracol, destinada a aprovechar el espacio, pero tampoco es lo habitual. Sin embargo, sí resulta sorprendente que los yihadistas pudieran excavar y armar una infresatructura tan imponente en medio de una plaza concurrida, con comercios y oficinas administrativas donde los civiles entraban y salían continuamente. «Es difícil creer que la gente que vivía aquí no viera camiones y docenas de personas cavando», señala el coronel Aharon en 'The Times of Israel'.
Los expertos calculan que en la operación debieron removerse miles de toneladas de arena que los constructores tenían más tarde que trasladar y diseminar. Posiblemente disimularon los trabajos como si se tratara de una obra normal y corriente. De otro modo es difícil creer que al otro lado de la verja de Gaza nadie en la plantilla de uno de los servicios de Inteligencia más famosos del mundo se enterase del proyecto. A pocos metros del centro de la plaza, entre las dos escuelas, Hamás instaló un taller de reparaciones específico para los túneles, posiblemente con el objetivo de concentrar allí su mantenimiento.
Los tres jefes de Hamás y la cúspide de la cadena de mando militar y política de Gaza tenían bajo tierra viviendas privadas y oficinas dotadas de electricidad, agua, teléfono y pozos de ventilación. Nada que ver con otras infraestructuras más simples y rudimentarias. Una gran parte de la energía procedía de las placas solares instaladas en los tejados de los inmuebles cercanos.
Los líderes, residentes en los edificios de la superficie, subían y bajaban según las circunstancias. Abajo podían trabajar y hacer vida más o menos normal sin miedo a ser atacados o capturados. «Construyeron la infraestructura subterránea durante décadas, con el objetivo de protegerse a ellos mismos y a sus funcionarios», observa el coronel, quien explica cómo en el entorno se ven multitud de «casas normales de civiles, en las que la gente parece vivir en el día a día, pero que en realidad son un escondite para terroristas o que debajo tienen salas de reuniones donde se reunían todos los funcionarios de Hamás».
El ejército ha encontrado agua y comida, reservas presumiblemente destinadas para que los jefes islamistas pudieran pasar largo tiempo escondidos. La abundancia de paquetes hace sospechar que los 'cerebros' del 7 de octubre tenían pensado quedarse en Plaza Palestina y continuar dirigiendo Gaza desde sus profundidades después de la matanza de los kibutz. También había arsenales repartidos en distintas dependencias. Según esta hipótesis, la milicia no habría esperado una réplica militar tan intensa de Israel, sobre todo, con dos centenares de rehenes en su poder.
Todos los indicios apuntan a que en los primeros días de la ofensiva la mayoría de dirigentes, entre ellos Mohammed Deif, y funcionarios usaron las ramificaciones para huir apresuradamente a otros bastiones de Gaza dejándose en el camino numerosas armas y documentos que el Shin Bet, la Inteligencia israelí, ha comenzado a estudiar y que probablemente le proporcione información sobre otros cuarteles ocultos de la yihad. Quizá en alguno de ellos localicen a sus máximos líderes, aunque hasta ahora la maraña de túneles se ha sobrepuesto al esfuerzo de miles de soldados.
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