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En un momento en el que Israel precisa de unidad para hacer frente a la situación en Gaza, Cisjordania o Líbano, la gestión de la crisis por parte de Benjamín Netanyahu divide al Gobierno y, sobre todo, a la sociedad. La operación militar puesta en ... marcha tras el brutal ataque de Hamás del 7 de octubre vive su cuarto mes y el exjefe del Ejército y actual miembro del gabinete de guerra, Gadi Eisenkot, fue el último en sumarse públicamente a las críticas al primer ministro y en pedir la celebración de elecciones «en los próximos meses».
El líder del Likud reaccionó de manera inmediata para rechazar los comicios en tiempos de guerra y recordar que el conflicto podría extenderse hasta 2025 para garantizar «la victoria completa sobre Hamás». Las voces críticas apuntan a que Netanyahu es partidario de alargar la guerra porque sabe que su final supondrá también el de su carrera.
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El ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el también exjefe del Ejército y compañero de Eisenkot en Unidad Nacional, Benny Gantz, son las otras voces de peso que no ocultan sus diferencias con Netanyahu. Los principales temas de desacuerdo son la crisis de los cautivos -que pueden conformar un colectivo de unas 136 personas-, el día después a la guerra y el regreso de los trabajadores palestinos de Cisjordania a sus trabajos en Israel y en las colonias. En las calles el malestar con el primer ministro se traduce en movilizaciones semanales en las que participan miles de personas para pedir su dimisión, entre ellas muchas familias de los cautivos que siguen en manos de las facciones palestinas.
Eisenkot, que en esta guerra ha perdido a un hijo y un sobrino en combate, declaró en una entrevista en el Canal 12 de la televisión que «hay que decir, con valentía, que no es posible devolver a los rehenes con vida en el corto plazo sin un acuerdo», dijo, criticando a «cualquiera que intente vender fantasías al público». El exjefe del Ejército señaló además que quien asegura que la victoria total sobre Hamás es posible, «miente». Parece un mensaje directo al primer ministro.
20.000 bebés
han nacido en Gaza desde el comienzo de la guerra el pasado 7 de octubre.
Netanyahu, que en este punto cuenta con el respaldo de Gallant, se niega a negociar un nuevo intercambio con Hamás y, pese a la fuerte presión de las familias, apela al uso máximo de la fuerza como mejor manera de liberar a los cautivos. Esta fórmula, sin embargo, no ha dado hasta ahora los resultados esperados y desde el final de la tregua de noviembre ninguno de ellos ha salido con vida de Gaza. Aquel acuerdo permitió la liberación de 105 cautivos y llenó de esperanza a las familias. Eisenkot y Gantz respaldan la opción de negociar una larga tregua a cambio de la libertad de los cautivos, pero su voz no es escuchada en este punto.
La discusión sobre el día después a la guerra en Gaza se ha convertido en un tabú que Netanyahu evita en cada una de las reuniones del gabinete de crisis. Frente a la presión de Estados Unidos con la solución de los dos Estados, el primer ministro ya ha dejado claro que no aceptará la creación de un Estado palestino, pero no hay un plan concreto sobre la mesa. A las diferencias internas, el político conservador suma sus diferencias con Joe Biden, con quien conversó este viernes por teléfono después de un mes sin contactos entre ambos.
Netanyahu defiende que Israel conserve el «control de la seguridad» desde el río Jordán hasta el Mediterráneo y pospone toda discusión para evitar problemas con sus aliados ultranacionalistas en el Gobierno, que piden abiertamente reocupar Gaza, enviar al exilio a los palestinos y volver a establecer colonias. Veinticuatro horas antes del inicio de la vista por genocidio en la Corte Internacional de Justicia de la Haya, Netanyahu difundió un mensaje de vídeo en inglés para aclarar que no piensa expulsar a los gazatíes.
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Después de enfrentarse a varios miembros del Ejecutivo y en diferentes ruedas de prensa, Gallant ha asegurado que el ejército tendrá libertad total de acción, pero que los palestinos vivirán sus vidas y no habrá asentamientos judíos.
Otro de los puntos de fricción es la readmisión de los trabajadores palestinos en Israel y las colonias, un tema convertido en una línea roja para los socios ultranacionalistas del gabinete de Tel Aviv, que son los representantes de los colonos. Gallant y el resto de estamentos de seguridad recomiendan que se les permita volver de manera progresiva, pero no hay acuerdo a la vista y esta situación no favorece a una reducción de la tensión en los territorios ocupados.
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