El ejército de Israel no tiene líneas rojas en Gaza, donde desde comienzos de mes prohíbe la entrada de alimentos a la zona norte, ni en Líbano, donde ya ha herido a cinco miembros de FINUL, la misión de paz de Naciones Unidas. Después de ... 48 horas de ataques directos contra esta fuerza y de condenas por parte de más de cuarenta países, el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, se dirigió al secretario general de la ONU, António Guterres, para decirle que debe «sacar las tropas de la zona de combate inmediatamente». «Su negativa a evacuar a los soldados los convierte en rehenes de Hezbolá», dijo. En «escudos humanos» de la milicia proiraní, insistió.
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La ONU -cuyo secretario general está considerado persona non grata por Israel- ha rechazado hasta ahora abandonar sus posiciones en Líbano, donde se encuentra bajo fuego cruzado del ejército israelí y Hezbolá. Y esto, aseguró este domingo Netanyahu, «pone en peligro tanto a ellos como a las vidas de nuestros soldados. Lamentamos los heridos que han sufrido y estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para evitarlos, pero la forma sencilla y obvia de garantizar esto es simplemente sacarlos de la zona de peligro». Puro teatro por parte del dirigente hebreo, que sabe perfectamente que la decisión no es de Guterres, sino del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
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Sólo unas horas más tarde, FINUL denunciaba que dos tanques israelíes habían irrumpido a las 4.30 horas en una de sus bases, donde «destruyeron» su puerta principal y «entraron por la fuerza» mientras los integrantes de la misión de paz dormían. El ejército hebreo permaneció unos 45 minutos allí y, poco después de abandonar el lugar, se produjo un ataque a unos cien metros con armas con algún agente químico. «A pesar de ponerse máscaras protectoras, quince cascos azules sufrieron efectos como irritación de la piel y reacciones gastrointestinales después de que el humo» se colara por las instalaciones. Tel Aviv ofreció una versión muy diferente de lo ocurrido al afirmar que uno de sus vehículos chocó con un puesto de la ONU cuando «trataba de evacuar a soldados heridos bajo fuego».
15 cascos azules
resultaron este domingo intoxicados tras la incursión israelí en una de sus bases. Cinco más fueron heridos, la mayoría por disparos, el jueves y el viernes.
Las condenas por parte de España, Francia o Irlanda, con soldados en las filas de FINUL, no tuvieron efecto alguno sobre el terreno. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, llamó a Netanyahu para decirle que lo sucedido era «inaceptable» y le pidió la total implementación de la resolución 1701, que puso fin al conflicto entre Israel y Hezbolá en 2006. Los hebreos acusan al organismo internacional, que cuenta con 10.000 cascos azules, de no haber hecho nada en los últimos veinte años por su cumplimiento y que por eso la milicia chií es tan fuerte en la frontera.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, visitó a las tropas en esa frontera y adelantó que «la primera línea de aldeas en el sur de Líbano es un objetivo militar, estos lugares serán destruidos e incluso después de que abandonemos el área no permitiremos que Hezbolá regrese (…) Son objetivos militares que contienen túneles subterráneos y depósitos de armas». Cuatro divisiones hebreas operan en suelo libanés y mantuvieron duros choques con la milicia proiraní. Al menos veinte soldados resultaron heridos en uno de los combates, dos de ellos de gravedad.
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Con el frente libanés a plena actividad, el Estado judío ultima los detalles para la respuesta a Irán por el lanzamiento de los 181 misiles balísticos el 1 de octubre. Israel precisa de la ayuda de Estados Unidos para una operación de este tipo y el Pentágono anunció «el envío de una batería de Defensa Terminal Área de Gran Altitud y el despliegue de personal militar estadounidense para reforzar las defensas aéreas» hebreas.
Desde la república islámica la reacción fue inmediata y su ministro de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, advirtió a Washington que está «poniendo en riesgo la vida de sus tropas» al desplegarlas en Israel. «Si bien hemos hecho enormes esfuerzos en los últimos días para contener una guerra total en nuestra región, digo claramente que no tenemos líneas rojas en la defensa de nuestro pueblo y nuestros intereses», escribió en su perfil de X. Araghchi viajó en la última semana a Beirut, Damasco, Riad, Doha y Bagdad, una gira para obtener el apoyo de su entorno ante la posible respuesta hebrea o, al menos, para lograr que nadie colabore con ellos.
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Un ataque con drones de Hezbolá contra una base militar dejó en la tarde de este domingo al menos 67 heridos en la región israelí de Binyamina, al sur de la ciudad de Haifa. Entre las víctimas de los bombardeos, reivindicados por la milicia proiraní, hay al menos cuatro personas en estado crítico, cinco graves y catorce con pronóstico moderado, según precisaron fuentes médicas al diario 'The Times of Israel'.
La mayoría de los heridos fueron atendidos en el Centro Médico Hillel Yaffe de Hadera y otros tuvieron que ser trasladados a los hospitales Sheba de Ramat Gan, Rambam de Haifa, y Rabin de Petah Tikva. Las primeras informaciones apuntan a que Hezbolá lanzó en total tres drones y uno de ellos impactó y causó las víctimas.
Fuentes militares hebreas explicaron que uno de los aviones no tripulados fue derribado cerca de Haifa y el otro impactó en un lugar donde había una concentración de personas cerca de Binyamina, según el Canal 12 de la televisión israelí. El tercer dron pudo ser destruido sobre el mar, en las proximidades de Haifa. (Por T. Nieva)
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