La primera vez que Gershon Baskin llamó a Ehud Olmert no le cogió el teléfono. Tenía un mensaje importante para el entonces primer ministro de Israel y se le ocurrió contactar con su hija para que se lo transmitiera. Baskin quería decirle que un dirigente ... de Hamás se había puesto en contacto con él para mostrar su intención de negociar la liberación de Gilad Shalit. La historia tuvo final feliz y en octubre de 2011 el soldado que había pasado cinco años cautivo en Gaza volvió a casa a cambio de más de mil presos palestinos.
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Trece años después, más de cien familias esperan en Israel a que sus seres queridos regresen con vida desde la Franja. La esperanza se agota con el paso de los meses y la firme negativa de Benjamín Netanyahu a pactar un intercambio. «Recibí una llamada de los allegados para que contactara con Hamás y me puse manos a la obra. Pregunté a mis conocidos en el grupo si estarían dispuestos a terminar esta guerra en un plazo de tres semanas y a liberar a todos los rehenes a cambio de la retirada del ejército y la puesta en libertad de un número de prisioneros. La respuesta fue positiva», asegura Baskin, que ha decidido hacer públicos estos movimientos para presionar al primer ministro.
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Mikel Ayestaran
«A los israelíes les cuentan que Yahya Sinwar no está dispuesto a liberar a todos los secuestrados y se lo creen, pero si se dan cuenta de que no es así, de que Hamás está preparado para intercambiar los 101 cautivos que quedan en su poder -de ellos no sabe cuántos siguen con vida- entonces tendríamos más de un millón de personas en las calles para pedir a Netanyahu que acepte el acuerdo», opina este histórico mediador que, como todos, está a la espera de conocer la nueva propuesta en la que trabaja Estados Unidos con Qatar y Egipto.
Baskin ya ha transmitido el resultado de su diálogo con responsables islamistas a Israel y a los países mediadores, y confía en que sirva de impulso para desbloquear la situación. «En una negociación lo mejor es mantener los canales en secreto, pero esperé la respuesta de los intermediarios y cuando vi que se especulaba sobre si era cierta o no mi propuesta decidí hacerlo público. No estoy sugiriendo a nadie que me crea. De hecho, digo que no me crean, pero vayan y pidan a egipcios y qataríes que le pregunten a Hamás y verán la respuesta», cuenta el hombre que intercedió en el 'caso Shalit'.
Baskin, que también fue asesor de Isaac Rabin para el Proceso de Paz, señala a Netanyahu como el gran obstáculo para el acuerdo y afirma que «si esto fuera una democracia normal y Netanyahu fuera un líder normal, el 8 de octubre habría presentado su dimisión. Ninguna democracia toleraría a un líder que es responsable de la mayor catástrofe desde el Holocausto para los judíos y sigue en su oficina sin asumir responsabilidades. Sabe que está acabado políticamente en cuanto termine la guerra y por eso no quiere parar».
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La situación es muy diferente a la de hace trece años y el 7 de octubre ha provocado que «todo sea más complicado porque ambos bandos han cometidos crímenes de guerra y han cruzado líneas rojas morales. No hay reglas y por eso la negociación es tan complicada. Hablamos de un diálogo entre Israel y un grupo terrorista cuyo objetivo es destruirse mutuamente».
Pese a la enorme dificultad y desconfianza, Baskin piensa que «la comunicación directa es la mejor manera de negociar. No hay nada que sustituya la comunicación directa. Esto es algo a lo que ambas partes se resisten con mucha fuerza y aquí es donde entra en juego mi papel porque puedo hablar con todos. Hay resistencia a utilizarme en este caso, pero aun así insisto en que me utilicen y me escuchen. Este tipo de situaciones siempre se basan en relaciones personales, son las relaciones personales las que determinan si se puede llegar o no a un acuerdo». De momento, Netanyahu tiene la última palabra y su decisión es no pactar con el enemigo, aunque el precio a pagar sea la muerte de los cautivos.
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