Miguel Pérez
Domingo, 10 de marzo 2024, 19:15
Antes de que el presidente Joe Biden lo anunciara en el discurso sobre el estado de la Unión, en la noche del 7 de marzo, la Séptima Brigada de Transporte de Viginia ya había recibido luz verde a la operación Playa Azul. Ese mismo día, ... mientras el líder demócrata explicaba en la Cámara de Representantes su plan de construcción de un muelle flotante frente a Gaza para descargar ayuda humanitaria, mil soldados y especialistas del Cuerpo de Ingenieros de Combate permanecían ya movilizados en su base de Virginia y un buque del Comando de Transporte Marítimo cargaba en Norfolk los primeros equipos de construcción.
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Ese barco navega hoy, domingo, hacia el Mediterráneo, con destino inicial a Chipre y posteriormente a una zona de aguas profundas enfrente de la costa gazatí. La travesía es larga. Sin embargo, lo importante es que la nueva operación de bombeo de alimentos, agua potable, medicamentos y tiendas de campaña a la Franja para aliviar a sus 2,4 millones de habitantes de la hambruna ha comenzado. La operación Playa Azul está en marcha.
La iniciativa se fraguó a principios de marzo, al tiempo que EEUU lanzaba sus primeros paquetes de ayuda sobre Gaza desde aviones militares. Conscientes de que estos envíos «son solo una gota en el océano», la Casa Blanca. Emiratos Árabes Unidos, Chipre, la Unión Europea y el Reino Unido abordaron, bajo iniciativa de Washington, la creación de un puerto artificial que brindase ayuda directa a los gazatíes.
El ejército estadounidense dispone de experiencia en estas pontonas y uno de los grupos de ingenieros de combate mejor cualificados del mundo. Han intervenido en países como Haití, Liberia, Irak o Indonesia. En esta ocasión deberán construir una instalación artificial para trasladar ayuda humanitaria a un país en guerra donde, de alguna manera, su Gobierno tiene ciero grado de implicación. EE UU es suministrador de munición a las Fuerzas de Defensa israelíes. Y, aunque en principio esta circunstancia puede parecer una anécdota o un ejemplo más de doble rasero politico, corre el riesgo de despertar suspicacias.
Por ese motivo, el Gobierno ha dejado muy claro que en este puerto solo se trasvasará material humanitario y que ni un solo soldado estadounidense pisará suelo israelí, de modo que nadie entienda que Estados Unidos ayuda con tropas a la ofensiva en Gaza.
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Es muy posible que el liderazgo operativo recaíga en Fogbow, una organización de asesoría compuesta por exmilitares y antiguos altos cargos del ejército americano, la CIA y la ONU. De esta agencia escasamente publicitada ha nacido el concepto de muelle temporal que se aplicará en Gaza, según ha revelado la CNN. Dentro de esa política de no desembarcar tropas en territorio israelí, Washington quiere contar con agencias civiles, humanitarias, compañías privadas y contratistas para encargarse de las descargas de material. Israel tomará el mando tierra adentro.
La ayuda terrestre a la población palestina es ínfima y la aérea, insuficiente. Así que el objetivo persigue realizar el abastecimiento a través de varias escalas costeras. La vía marítima resulta hasta ahora la más inexplorada. A menos de 40 kilómetros de Gaza está el puerto israelí de Ashdod, con suficiente calado como para permitir el atraque de barcos de envergadura. Sin embargo, el Gobierno se opone a abrir las fronteras del norte de la Franja para franquear la entrada a los camiones que deberían transportar los suministros por carretera.
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Al sur, los paquetes que llegan a Rafah lo hacen desde el puerto egipcio de El Arish. Sin embargo, las rigurosas inspecciones de las cargas efectuadas por los controles israelíes, unido a las colas de entrada, el destrozado sistema de carreteras de Gaza y los asaltos a los trailers por parte de gente hambrienta que busca harina y conservas implica que apenas llegue abastecimiento alguno a las familas asentadas en la mitad norte.
La ruta marítima que establecerá Estados Unidos pretende descargar en el litoral gazatí para salvar los problemas del norte y del sur. La idea se aprovecha del ofrecimiento del presidente chipriota, Nikos Christodoulides, quien hace meses señaló que el puerto de Larnaca podría utilizarse como base logística. Desde allí hay 370 kilómetros de distancia en línea recta a Gaza.
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En síntesis, el puerto se compone de dos estructurass. La primera es una plataforma flotante en el mar, que por lo general va adosada a un buque encargado de su control y estabilidad. La segunda consiste en una calzada artificial que conecta con la costa.
La plataforma ejerce de muelle técnicamente hablando: los barcos descargan allí las provisiones y otros suministros y, a continuación, unas embarcaciones más pequeñas los trasladan hasta la carretera flotantel, que se adentrará medio kilómetro en el mar. Los ingenieros la anclarán al fondo y a tierra para mantenerla inmóvil y evitar que el oleaje la destruya. La conexión está prevista al norte del cruce de Wadi Gaza. Alli, el ejército de Israel ha establecido uno de sus mayores puestos de control.
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La carretera tendrá dos carriles. La previsión inicial es que circulen unos doscientos camiones diarios sobre ella, que podrían repartir hasta dos millones de raciones de comida a la población. Son 2,4 millones de civiles los afectados por el déficit de provisiones, pero preocupa especialmente que los alimentos lleguen a los 570.000 palestinos afectados ya por una desnutricion extrema en el norte de la Franja.
La operación de construcción es un desafío tecnológico. No se trata de salvar un río. Ni de cruzar una distancia corta. Las estructuras deberán soportar temporales, fuertes oleajes y un uso intensivo como área de carga. Costarán 60 millones de dólares y el montaje llevará en total unos dos meses; un tiempo récord, pero que no parece satisfacer a todos dado el estado de hambruna inminente de la región. La ONU y otras organizaciones humanitarias han saludado positivamente la iniciativa, pero algunas fuentes sostienen que su efectividad para paliar el hambre será más reducida de la que pretende la Administración Biden. Por su parte, la Casa Blanca aduce que el muelle no solo cubrirá una necesidad inmediata, sino que será fundamental en la futura reconstrucción de Gaza y la sostenibilidad de su población.
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La logística y el transporte de material desde Estados Unidos consumirá la mayor parte de esas semanas. Luego, la Séptima Brigada hará el montaje en diez días. Es experta en estos retos y en condiciones mucho peores. Basta observar el historial de sus líderes, el coronel Samuel Miller y la comandante Arcelis Staggersy, que han participado en decenas de misiones internacionales en escenarios como Irak, Sarajevo y Kosovo.
Algunos de los conocimientos que aplicarán en la operación Playa Azul proceden del exigente simulacro Talisman Sabre celebrado el pasado mes de agosto: un gigantesco ejercicio aeronaval y terrestre en el que participaron más de 34.000 militares de once países en territorio australiano. Ha sido dedicado a la memoria de los cuatro tripulantes de un helicóptero militar que se estrelló durante una maniobra costera.
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En Playa Azul se trata de ensamblar 18.000 piezas de acero como si se tratara de un gigantesco lego. EE UU trasladará los remolcadores responsables de mover esas piezas de doce metros de longitud cada una, además de otras embarcaciones menores capaces de desenvolverse en aguas de escaso calado para las fijaciones costeras. Cientos de militares formados en Logística Conjunta sobre la Costa (JLOTS) embarcarán en Norfolk esta próxima semana rumbo al Mediterráno después de haber finalizado sus preparativos.
El Pentágono afirma que se halla ante una «misión de emegencia» debido a la «necesidad extrema y urgente» de suministrar ayuda a los civiles palestinos.
La Séptima Brigada estará acompañada de otros buques dedicados a labores auxiliares y de defensa. El puerto flotante estará a una distancia de la costa suficiente para alejar el peligro de un ataque con drones o misiles, dada la experiencia acumulada por la flota estadounidense contra los hutíes en el mar Rojo. El Pentágono cree «improbable» que Hamás provoque también agresiones «ya que iría en contra de los propios civiles de la Franja», pero aún así protegerá la carretera flotante ante eventuales atentados y procurará una escolta a los barcos y camiones que lleven los suministros hasta esta vía.
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Washington ha «trabajado estrechamente» en el diseño de este plan con Israel, cuyo ejército se responsabilizará de la seguridad en tierra y de que los camiones no sean asaltados. Aparte de la amenaza que puedan representar las milicias radicales, a los dos países les preocupan los grupos que puedan protagonizar disturbios movidos por la necesidad. El portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, Daniel Hagari, ha declarado que la intención de las tropas es garantizar que la ayuda «será distribuida por organizaciones internacionales hasta que llegue a los civiles que la necesitan».
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