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Desde aquel atroz 7 de octubre, en el que los terroristas de Hamás penetraron por sorpresa en el Estado judío para matar a 1.400 personas y secuestrar a otras 240, se ha sucedido una espiral brutal de destrucción. A tenor del Ministerio de Salud ... de Gaza, dirigido por Hamás, han perecido más de 10.000 civiles, de los que 4.104 son niños, 2.600 son mujeres y 600 son ancianos. Además, se contabilizan 24.000 heridos y 2.660 desaparecidos, entre ellos 1.270 menores de edad.
Un millón y medio de sus habitantes han tenido que huir. De ellos, 717.000 se cobijan en 149 instalaciones de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa), que también está pagando un alto precio por hallarse en medio del conflicto. Debido a los bombardeos indiscriminados, 42 de sus estructuras han resultado dañadas, al igual que 55 mezquitas y 7 iglesias. Además, 88 trabajadores de la Unrwa han perdido la vida y 25 están heridos.
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Los hospitales, donde se refugian decenas de miles de desplazados, también son objetivo de los obuses, ya que Israel asegura que Hamás opera desde los túneles excavados bajo ellos, en ocasiones a 30 metros de profundidad. Por si no bastara con eso, la mitad de la treintena de centros de salud que hay en Gaza han dejado de funcionar por la falta de electricidad que ocasiona la escasez de combustible, que no puede entrar con el resto de la pequeña ayuda humanitaria enviada desde Egipto. «Nos indignan los horribles crímenes de civiles en Gaza. Una población entera es asediada y atacada sin acceso a lo esencial para la supervivencia», denuncia el comité de la ONU, que pidió un inmediato alto el fuego.
Por su parte, Tel Aviv se justifica acusando a los radicales de disparar sus misiles desde zonas civiles. Para ello, muestra vídeos grabados por sus soldados donde se ven las entradas de los túneles y las lanzaderas de cohetes junto a parques infantiles, hospitales y colegios. En total, Israel calcula haber golpeado más de 11.000 «objetivos pertenecientes a organizaciones terroristas». Su ofensiva terrestre, mientras tanto, sigue avanzando con el fin de dividir la Franja en dos y rodear a Gaza.
Allí, la situación es tan desesperada que la ayuda humanitaria que entra desde Egipto por el paso de Rafah resulta insuficiente. El domingo, sólo lo cruzaron 25 camiones con comida, agua y medicinas. Para paliar estas carencias, Jordania lanzó desde el aire ayuda humanitaria durante la madrugada de este lunes, una operación para la que tuvo que coordinarse con el ejército israelí.
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Dentro de este cúmulo de desastres, al menos se produjo la buena noticia de la reapertura de Rafah para seguir evacuando a los extranjeros, palestinos con doble nacionalidad -de los que entre 140 y 170 tienen pasaporte español- y heridos graves. Desde el sábado, tres días después de que fuera abierto, estaba cerrado por el bombardeo el día anterior de un convoy de ambulancias, que llevaban heridos a Rafah para ser atendidos en Egipto.
La salida de los extranjeros forma parte de las negociaciones para detener la sangría que sufre Gaza y lograr la liberación de los rehenes. De ellos, Hamás dice haber perdido el rastro de medio centenar debido a los bombardeos israelíes. Cierto o no, su libertad está sobre la mesa junto a las «pausas humanitarias» que propugna EE UU, que coincide con el Gobierno hebreo en rechazar un alto el fuego porque beneficiaría al rearme de Hamás.
Junto a todos estos movimientos sobre el tablero, sigue creciendo la indignación internacional. Tras Jordania, Turquía, Baréin, Chile, Colombia, Honduras y Bolivia, Sudáfrica es el último país en retirar a su embajador de Tel Aviv y acusarlo de «genocidio contra el pueblo palestino». Y sólo ha pasado un mes desde aquel sangriento 7 de octubre.
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