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La lluvia ha incrementado las dificultades para los refugiados gazatíes. Afp

La lluvia y el frío, los otros enemigos de la guerra de Gaza: «Sólo tenemos una manta para nueve personas»

El invierno redobla el sufrimiento de los palestinos, que malviven en tiendas de plástico, sin baños y sin ropa de abrigo

Viernes, 15 de diciembre 2023, 14:25

En Gaza, tan devastada, todo hace daño. Hasta la lluvia castiga a esta tierra reseca. La mayor parte de la población tuvo que dejar sus casas y huir de los bombardeos del Ejército israelí. Primero, del norte al sur; luego, más abajo todavía, hasta la ... frontera con Egipto. Cerca de 1,9 millones de desplazados han respirado polvo y muerte durante más de dos meses. Ahora, sobre esa herida caen los aguaceros del invierno. Y muchos sólo disponen de tiendas de plástico, anegadas ya, para taparse del agua y el frío. «De repente, nos inundó la lluvia», clama Bilal Abu Bakr, que huyó a ninguna parte desde el campo de refugiados de Al-Shati. «Sólo tenemos una manta para nueve personas. Pedimos lo mínimo, algunos colchones, ropa para los desplazados. Aún no hemos olvidado el sufrimiento de la guerra y ahora sufrimos el invierno y el frío, ¿por cuánto tiempo?», se pregunta.

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La respuesta llegó desde el Gobierno hebreo, que ha fijado el final del conflicto dentro de «unos meses», cuando sus soldados acaben por completo con Hamás. La población de Gaza pasará este invierno a la intemperie. Han dejado atrás ciudades y pueblos arrasados. Más de la mitad de los edificios está en ruinas. Les espera un futuro sin techo. La lluvia allí duele como el ácido. Aziza al-Shabrawi ocupó la jornada del miércoles achicando agua de su endeble tienda de campaña. «Mi hijo está enfermo por este frío y mi hija va descalza sobre los charcos. Es como si fuéramos mendigos», lamentó en 'The Times of Israel'.

Mientras el Ejército hebreo inunda con agua del mar la red de túneles donde aún siguen agazapados milicianos de Hamás y siguen tronando los bombarderos en la superficie, los civiles palestinos deambulan de un lado a otro. Días y días de marcha forzada. Y de muerte: ya son más de 18.000 los fallecidos, a los que habrá que sumar los desaparecidos bajos los escombros.

Atrapada en esta guerra entre Hamás e Israel, la población de Gaza ha sido una marioneta a la que al final le han cortado los hilos. Se siente perdida, abandonada, como dice uno de los muchos desplazados, Bilal al-Qassas: «¿A dónde emigramos? Nuestra dignidad se ha ido. ¿Dónde hacen las necesidades las mujeres? No hay baños». Voz desesperada. «Hemos empezado a añorar el martirio. No queremos comer ni beber». Como si fuera mejor morir que vivir así.

El pasado martes, un organismo israelí, el COGAT, dijo que había facilitado la entrada de 50 baños destinados a los refugios de la Franja y que tiene previsto llevar varios cientos más. En Gaza hay casi dos millones de personas desplazadas. ¿A cuántos refugiados toca por baño? Hace unas semanas, durante la tregua, la ONU alertó sobre mínima ayuda humanitaria que llega a la población. «Una gota en un océano de necesidades», criticó Naciones Unidas ante las restricciones que imponía Israel para la entrada de camiones con comida, medicinas y combustible.

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Propagación de enfermedades

«Sin suficientes letrinas, la gente defeca al aire libre, lo que aumenta la probabilidad de propagación de enfermedades, especialmente durante la época de lluvias e inundaciones», avisa la ONU. Ese mal tiempo ha llegado. Muchos palestinos sobreviven sin colchones ni ropa de abrigo y metidos en tienda hechas con unos postes de madera y cubiertas por plásticos azotados por las ráfagas de viento. Falta electricidad. Falta de todo. La guerra se ha internado lluvia adentro. Más sufrimiento para los ciudadanos palestinos. Tortura gota a gota.

Sobre ese caldo de cultivo, además, germina más odio. Una encuesta realizada entre palestinos y recogida por la prensa israelí ha confirmado que el conflicto ha elevado el apoyo de la población a Hamás, tanto en Gaza como en Cisjordania. «A nadie le importa lo que nos pasa aquí y nadie nos ayuda», dice Aziza al-Shabrawi, la madre de la niña que chapotea descalza bajo esta lluvia invernal que redobla la agonía de los gazatíes.

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