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Fuad Shukr trabajaba en su oficina en un segundo piso de un edificio de apartamentos en Beirut. 30 de julio. A las siete de la tarde recibió una llamada. Alguien le convenció para que subiera a su domicilio, situado cinco plantas más arriba. Shukr vivía ... y trabajaba en el mismo edificio desde hacía décadas. Desde que comenzó a mancharse la manos con sangre con aterradora facilidad. Jefe militar de Hezbolá, así limitaba sus salidas al exterior y evitaba rutinas que pudieran facilitar su captura o su muerte. El Mossad le consideraba un objetivo prioritario. Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares de recompensa por su localización.
El comandante subió a su casa. Entró. Los israelíes esperaban a distancia para realizar un ataque de precisión con un misil disparado a distancia. Todo saltó por los aires. La explosión mató a Shukr, su esposa, otras dos mujeres más y dos niños. Setenta personas resultaron heridas. La milicia chií promete desde entonces atacar Israel en venganza por el asesinato de su jefe más desconocido y letal. Solo la negociación del alto el fuego en Gaza parece haber moderado su ímpetu, pero fuentes cercanas predicen que sólo es cuestión de tiempo que organice una ofensiva.
Hezbolá vive sumida en una especie de histeria por su seguridad. Israel, que tuvo grandes fallos de Inteligencia en los atentados de Hamás del 7 de octubre, se ha revelado más eficaz en la lucha cuerpo a cuerpo. En diez meses ha asesinado a cuatrocientos militantes de medio y alto rango de este grupo. Y poco desùés de acabar con la vida de Shukr, eliminó también al jefe de Hamás, Ismael Haniye, en un lugar igualmente blindado del centro de Teherán.
La milicia libanesa trabaja con la Guardia Revolucionaria iraní para descubrir cómo el ejército hebreo pudo infiltrarse en su red de comunicaciones, hacer la fatídica llamada y convencer a su jefe militar de que subiera a su apartamento sin despertar recelo alguno. Parece cierto que Shurk habría relajado la guardia, al menos lo suficiente como para dejar un hueco abierto a un misil. Cuando comenzó a disparar sobre Israel el 8 de octubre en apoyo a Hamás, todos los altos cargos chiíes se preocuparon de cambiar de móvil, «enterrarlo o encerrarlo en una caja de metal» para distraer la vigilancia electrónica. Shurk, por lo demás, había vivido con un sentimiento de seguridad elevado en su largo autoencierro en Dahye, escondido en el anonimato –nadie de alrededor le vio en años– y protegido por hombres leales. Si bien es cierto que el Mossad había matado a algunos de sus principales amigos, ya fuera a tiros o con una bomba en la rueda de repuesto del coche, todo ello sucedió en Damasco u otras ciudades. Nunca en Beirut. Beirut era su fortín.
Hezbolá investiga también cómo el espionaje israelí vigiló el edificio y el barrio de Dahye para preparar su ataque quirúrgico. El lugar es un bastión chií, de modo que se supone que hubo colaboración interna, al igual que sucedió con Haniye en Teherán. El motivo por el que los atacantes hicieron subir a Shurk hasta su casa en la séptima planta fue para despejar el camino al proyectil. Su oficina, en el segundo piso, resultaba mucho más compleja de alcanzar por los edificios del entorno.
Todas las transmisiones del grupo están encriptadas y recurren a códigos. 'The Wall Street Journal', el autor de la exclusiva, informaba ayer que el mismo día del asesinato la milicia había recomendado a sus máximos comandantes que se «dispersasen». Por lo tanto, presumía que había una amenaza en el aire. Shurk habló ese día con el secretario general de Hezbolá, Hasan Nasrallah, como ambos hacían de manera rutinaria. Los dos han estado en el grupo desde su fundación
Washington perseguía al comandante desde el atentado contra el cuartel de los marines en Beirut en 1983 que mató a 241 militares. Fue la Yihadn Islámica la que detonó un camión con 5.500 kilos de TNT cerca de la base, pero Shruk actuó como ideólogo y brazo del ataque. También planificó el secuestro del vuelo de TWA en 1985 entre Atenas y EE UU. Ha forjado el enorme arsenal del que hoy disponen los milicianos libaneses y dirigido muchas de sus ofensiva contra Israel en los últimos 35 años, incluidos los 7.000 cohetes que Hezbolá ha lanzado desde el 7 de octubre.
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