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Mikel Ayestaran
Jerusalén
Sábado, 2 de noviembre 2019, 21:10
Abu Baker al-Bagdadi (Samarra, 1971-Barisha, 2019) es historia y con su muerte comienza la leyenda y la caza de su sucesor, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi, que pasa a convertirse en el 'terrorista más buscado'. Donald Trump logró la victoria militar ... contra el califato establecido por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y se ha colgado la medalla de la muerte de su líder, pero la creciente inestabilidad en Siria e Irak ayuda al deseo del grupo de rehacerse, una situación que en el pasado resultó clave para su ascenso.
El sueño del califato duró apenas cinco años y este es el gran legado que deja Al-Bagdadi, una herencia que «se ensalzará y solemnizará ya que logró crear un marco de espacio, tiempo y libertad en el que el islamismo más radical llegó a ser capaz de autogestionarse, algo con lo que ni soñaron otros líderes como Osama bin Laden», opina el investigador del Real Instituto Elcano Sergio Altuna.
Gracias a Al-Bagdadi, el EI pasó de grupo terrorista en sus comienzos en la insurgencia contra la ocupación de Estados Unidos en Irak a liderar de forma temporal un protoestado del tamaño de Gran Bretaña en el corazón de Oriente Próximo, para terminar convirtiéndose en una idea tangible en el imaginario yihadista. «Es una gran victoria religiosa que da argumentos a sus seguidores para luchar por volver a conseguirlo, porque saben que es posible», explica a 'Al-Yasira' el analista Ibrahim al-Marashi, profesor de Historia en la Universidad de California.
El Departamento de Estado de EE UU estima que al EI le quedan entre 14.000 y 18.000 combatientes operativos, una cifra alejada de los 80.000 que pudo tener en sus mejores días según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), pero que supone una seria amenaza para la estabilidad regional. Ya no hay un territorio físico que defender, han vuelto a la clandestinidad -el medio donde crecieron y mejor se manejan- y funcionan como células independientes capaces de golpear con atentados cuando lo consideren oportuno, una estrategia que desarrollaron a la perfección en Irak hasta el establecimiento del califato.
A esta especie de 'ejército en la sombra' en Oriente Próximo hay que sumar las provincias extranjeras del califato, donde grupos yihadistas juraron lealtad al califa. Egipto, Somalia, Libia o Afganistán cuentan con brazos del EI operativos. La otra cara de la amenaza internacional a corto plazo la ponen los 'lobos solitarios', seguidores animados por la propaganda del grupo para convertirse en «guerreros santos» con ataques que pueden llevar a cabo con un cuchillo o al volante de un vehículo. Es la yihad de 'háztelo tu mismo' predicada por el EI y sufrida en Europa o EE UU.
Es la cuarta vez que Estados Unidos descabeza a este grupo nacido como Al-Qaida en Irak durante la invasión post Sadam Hussein. Su fundador y primera bestia negra de Washington fue el jordano Abu Musab al-Zarqaui, muerto en un bombardeo selectivo en 2006. Su testigo lo recogió Abu Ayub al-Masri, un egipcio experto en explosivos que decidió ceder el puesto de líder de la insurgencia iraquí a un combatiente local como Abu Omar al-Bagdadi y cambiar el nombre del grupo a Estado Islámico de Irak. Ambos murieron en otra operación estadounidense en 2010 en Tikrit y entonces llegó el turno de un hasta entonces desconocido Abu Baker al-Bagdadi, que formaba parte de la 'shura' (consejo de mando) del grupo y que en solo cuatro años aprovechó el desconcierto en su país y la guerra en la vecina Siria para proclamar el califato y atraer a miles de combatientes de todo el mundo a su causa.
«El EI quiere reconstituirse y aunque le costará ser lo que fue, en zonas donde hay inestabilidad puede ser capaz de hacer daño. Zonas como el noreste de Siria, donde no sabemos si se quedan los americanos o se van, qué pasará con los kurdos y los turcos, la llegada de las fuerzas de El-Asad. El EI creció tan rápido gracias al caos imperante en Irak y en Siria y puede volver a aprovecharlo en el actual vacío de poder», advierte Seth Frantzman, analista del diario 'The Jerusalem Post' y autor del libro 'After ISIS', publicado este mismo año.
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