Nasrala está muerto, pero Hezbolá todavía no
Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador especialista en el Mundo Islámico
Sábado, 28 de septiembre 2024, 19:57
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Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador especialista en el Mundo Islámico
Sábado, 28 de septiembre 2024, 19:57
Hasán Nasrala ha sido el dirigente supremo de Hezbolá desde 1992. Sin embargo, su muerte podría tener poco efecto sobre la organización pues Israel ha matado a muchos líderes de Hezbolá y de otras organizaciones hostiles, así que el reemplazo de los dirigentes asesinados es ... casi automático. El sabotaje de los buscapersonas y 'walkie-talkies' ha sido espectacular, pero solo ha provocado un puñado de muertos. Además, esa bala tan valiosa ha sido gastada prematuramente, dándole margen al grupo proiraní para reconstruir sus comunicaciones.
Hacia 1945-1975, Líbano era un Estado escindido, con dos circuitos socioeconómicos que vivían prácticamente de espaldas el uno del otro. Olvídense de cualquier monserga sobre una supuesta 'Suiza de Oriente'. Por un lado, estaba la capital, Beirut, con el distrito financiero, la fachada costera y las zonas turísticas con playas paradisíacas y montañas nevadas, donde los cristianos maronitas y la alta burguesía musulmana suní se repartían el poder y la riqueza. Luego el resto del país, incluidos los barrios musulmanes de la propia Beirut-Este, pobres, atrasados y olvidados.
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La guerra civil libanesa de 1975-1991 empoderó a la comunidad chií, formada casi en su totalidad por campesinos pobres que vivían en el sur. Los chiíes levantaron su propia milicia, Amal, pero gracias al dinero iraní fueron reemplazados por una formación mucho más radical, Hezbolá. Tras los acuerdos de paz de Taif, Hezbolá se convirtió en un partido político y logró ser exceptuada del desarme de todas las milicias, con la excusa de luchar contra Israel. Desde entonces es el señor feudal y el resto de los libaneses, sus vasallos o siervos.
Pese a la común hostilidad hacia Israel, Hezbolá no alberga simpatías por Hamás, fanáticos suníes que consideran a los chiíes como infieles y apóstatas que deben ser exterminados. Por lo tanto, que Israel aniquile a Hamás probablemente no les incomoda demasiado. Sin embargo, era difícil permanecer inactivos mientras el conjunto de la población de Gaza era pulverizado bajo las bombas y Netanyahu llevaba a cabo una limpieza étnica total. Eso les ha llevado a ellos y a sus patrocinadores iraníes a ir lanzando pequeños ataques de demostración, que provocan represalias de Tel Aviv. Por otra parte, en el verano de 2006, Hezbolá había resistido con éxito una gran ofensiva hebrea, y sin duda se creían capaces de repetir la hazaña. No calcularon que los israelíes habían aprendido de su derrota y habían planificado su revancha.
Mientras la limpieza étnica de Gaza no haya finalizado, Israel no va a poder conquistar el sur del Líbano. Es un territorio mucho más extenso que la minúscula Gaza, con un relieve muy montañoso, y Hezbolá tiene muchas más tropas y más armas que Hamás, aparte de que son mucho mejores combatientes. Sin duda Hezbolá ha incluido eso en sus cálculos, pero al hacerlo han sido excesivamente optimistas. Puede que gran parte del ejercito israelí siga enfangado en Gaza, pero sus fuerzas aéreas pueden atacar por doquier, y la precisión de sus ataques, la calidad de su información, son aterradoras.
Netanyahu tiene fuerzas terrestres para lanzar una incursión de gran magnitud en Líbano, pero no una verdadera invasión. Pero lo de Gaza no va a durar eternamente. Sin embargo, el verdadero punto débil de Hezbolá es la hostilidad reprimida de sus vasallos libaneses. Si estos deciden que ha llegado el momento de sacudirse el yugo, de poco va a valerle a Hezbolá el respaldo iraní.
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