¿Guerra Irán-Israel?

Saber que tiene atado y bien atado a Estados Unidos le otorga a Netanyahu una sensación de impunidad que le lleva a cometer toda clase de excesos, como bombardear la embajada iraní en Damasco. ¿Alguien se imagina la que se hubiese montado si la Fuerza Aérea iraní hubiera atacado la embajada israelí en Jordania o en Egipto? ¿O estuviese aplicando en el Kurdistán iraní las mismas tácticas de Israel en Gaza? Pero Mussolini tenía razón en una cosa: lo que importa es comer a la derecha del amo. Y a día de hoy, es Israel quien come a la derecha de EE UU… ¡E incluso decide el menú y la lista de invitados!

Ningún país puede dejar sin respuesta que una de sus embajadas sea atacada. Véase el caso de México con el asalto policial a su embajada en Ecuador. Sin embargo, el dictador iraní, el ayatolá Alí Jamenéi, tiene 84 años, la economía iraní va muy mal y las protestas populares crónicas que sacuden el país desde 2018 han sido contenidas mediante pura represión, pero sin remediar las causas de las protestas. Por lo tanto, el Gobierno iraní no quiere ir a la guerra… por ahora.

Por eso la respuesta iraní ha sido espectacular, pero deliberadamente infectiva: Primero lanzan docenas de drones contra Israel desde Irán, recorriendo mil kilómetros o más sobre Irak, Siria y Jordania, para que los israelíes puedan verlos venir desde muy lejos y derribarlos. Luego lanzan misiles, pero anunciándolo previamente. Si hubieran pretendido causar daños, les hubieran entregado todos esos drones a sus aliados de Hezbolá.

En pocas palabras: es un duelo desigual, donde Israel muerde de verdad, sin temor a las consecuencias, porque sabe que su adversario tiene que conformarse con intentar salvar la cara enseñando los dientes y lanzando algún que otro zarpazo al aire. El Gobierno iraní habrá tomado nota de que pese a las crecientes tensiones entre Biden y Netanyahu, las fuerzas aéreas norteamericanas y británicas corrieron en ayuda de Israel para derribar los drones y los misiles.

Por otra parte, el Gobierno iraní tampoco tiene muchas ganas de ayudar a los terroristas psicópatas de Hamás, ultrafanáticos suníes de inspiración wahabí, que consideran que los musulmanes chiís son falsos musulmanes o apóstatas, siervos de Satán que deben ser erradicados de la faz de la Tierra.

Por lo tanto, ahora mismo no hay probabilidad de que el conflicto escale… salvo que Netanyahu, excesivamente seguro de su impunidad y acosado por críticas internas, decida contraatacar a lo grande y empuje demasiado al adversario. Israel tiene armas atómicas, pero eso podría no ser disuasión suficiente contra los ayatolás.