Gran parte del trabajo de un político no es más que humo y espejos. Y no hay nada de malo en ello, mientras al final se realice algo sustancioso. El problema llega cuando no hay nada sólido tras el humo y los espejos, y en ... eso parece consistir la política exterior de Pedro Sánchez.
Cuatro países de la UE: Eslovenia, España, Irlanda y Malta han tomado la decisión de no hacer absolutamente nada sobre la crisis de Gaza, pero como eso queda feo, lo han revestido con retórica: anuncian con grandilocuencia que reconocerán a Palestina como Estado soberano… cuando eso «ayude al proceso de paz, al final de la violencia y a establecer una paz duradera con reconocimiento mutuo». Y Sánchez añade: «Es el momento lo que tenemos que decidir, cuándo contribuimos a una solución». Esa es la versión oficial; humo y espejos. La versión corta: no lo van a hacer.
Tomar decisiones que disgustan a todas las partes rara vez es buena política, y eso es lo que ha hecho Sánchez, disgustando primero a los israelíes, pero también a los palestinos cuando descubran que sus promesas eran sólo palabras vacías. Sin embargo, el problema de fondo no es la mendacidad de la propuesta, sino su imposibilidad. Con Hamás no podemos ir ni a recoger diamantes, eso es obvio, pero la alternativa, la Autoridad Palestina de Mahmud Abbás, es poco menos que un espejismo.
Lo mismo con otro nombre
La solución más evidente es convocar elecciones libres entre los palestinos, pero ningún Gobierno israelí lo va a tolerar jamás, porque eso implicaría un reconocimiento implícito de que podría existir algún día un Estado palestino. Y si eso sucediese, nunca podrían expulsarles y usurpar sus tierras como ahora mismo están haciendo. Por otra parte, aunque Hamás no pudiese presentarse, saldrían diez grupos que serían lo mismo bajo otros nombres y seguiríamos igual. Los 'buenos chicos', es decir, los prooccidentales, nunca iban a ganar. La otra opción es que surja desde la base algún tipo de movimiento popular que pueda alcanzar la representatividad, pero resulta que ese movimiento ya ha surgido, y su nombre es Hamás.
La solución es convocar elecciones libres entre los palestinos, pero Tel Aviv no lo va a tolerar
Sánchez puede desconocerlo casi todo sobre política exterior, pero nuestro cuerpo diplomático y nuestro Ministerio de Exteriores no están ahí de adorno, aunque de nada sirven si el presidente no se molesta siquiera en preguntarles nada.
Mientras tanto, los israelíes están vaciando toda la Franja de Gaza. Retrasarán el asalto final a Rafah mientras consolidan su retaguardia, y entre tanto, en todo el mundo casi nadie protesta. Hace pocos meses, cuando los azerbaiyanos conquistaron Nagorno Karabaj y lo vaciaron de armenios también les salió gratis, aunque emplearon mucha menos violencia, de manera que llamaron mucho menos la atención. Apenas pegaron un tiro. Tras conquistar el territorio, se limitaron a ir de puerta en puerta explicando a los armenios que al día siguiente volverían para matarlos a todos si todavía seguían por allí. Funcionó muy bien. Los palestinos en cambio son mucho más tozudos y hay muchas más cámaras rodándolo todo. Pero nadie parece dispuesto a mover un dedo al respecto, ni siquiera en los países musulmanes. Nuestro presidente, tampoco.
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