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María Rego | Johana Gil
Sábado, 14 de octubre 2023, 16:14
La realidad de la guerra ha comenzado a borrar el shock inicial por la inesperada ofensiva que Hamás lanzó hace una semana contra Israel. Una realidad que ahora, con miles de fallecidos en suelo israelí y en la franja de Gaza, significa enterrar a familiares ... y amigos, esperar a las decenas de desaparecidos -algunos bajo custodia de los terroristas- y confiar en la recuperación de los heridos. Entre las víctimas hay jóvenes que se divertían en un festival de música, unos hermanos gemelos, una activista de la paz, un matrimonio y sus tres niñas, un soldado recién licenciado, una veinteañera a punto de casarse...
Yitzhak Bazuka Shvili, de 40 años, perdió la vida al intentar salvar la de un amigo. Ejercía como comandante en la comisaría de Policía de la pequeña ciudad de Segev Shalom, una población beduina del distrito sur de Israel, y nada más estallar el conflicto se dirigió a Re'im, cerca de Gaza, para tratar de rescatar a Ge-ar Davidov, que estaba herido. Un cohete lanzado por Hamás acabó con los dos. «En tu vida y en tu muerte no estuvisteis separados. Mi querido comandante, tu coraje te guió como una flecha. Todavía se hablará mucho de tu heroísmo», destacó su segundo, Mani Ohayon, durante su funeral en el cementerio militar de Beersheba.
La muerte sorprendió a decenas de jóvenes en el festival de música 'Supernova' que se celebraba cerca del kibutz Re'im, donde los terroristas desataron el terror. Allí se encontraba Hadar French, natural de Rehovot, a unos veinte kilómetros de Tel Aviv, cuyo cuerpo fue hallado tras días de búsqueda. Tenía 21 años. «Los gritos de su madre, Dana, siempre quedarán grabados en mi corazón», aseguró la parlamentaria Efrat Rayten tras asistir al entierro en su ciudad natal. «No hay palabras de consuelo posibles y estoy tratando de asumir parte del horrible dolor de familia y amigos. Debemos mirar el dolor y la pena a los ojos», pidió.
El éxodo de Baraa Al-Saqafi y sus cuatro hijos, que vivían en el este de la ciudad de Gaza, comenzó el sábado 7 por la tarde después de que llovieran los primeros misiles israelíes en la zona de Tal Al-Hawa, donde vive el hermano de su marido. «Pasamos una noche difícil allí. Nos sentamos en la planta baja del edificio residencial. Nosotros y todos los residentes de la torre éramos quizás unas noventa personas. Los sonidos del cinturón de fuego a nuestro alrededor eran aterradores. La segunda noche, comenzaron a bombardearnos directamente. Salimos cargando a nuestros hijos. Y estábamos corriendo, aterrorizados, gritando, llorando y la gente atrapada bajo los escombros», relató esta superviviente.
También Izabella Gandlin disfrutaba del popular evento musical de Re'im cuando Hamás provocó un auténtico baño de sangre. A sus 27 años, su plan más inmediato era contraer matrimonio con su novio, Nadav Yehuda, en unas pocas semanas. Pero este martes fue enterrada en el cementerio de Ashdod, y con su pareja presente en ese momento tan doloroso. Él permaneció durante días desaparecido pero, finalmente, fue encontrado vivo. «Se suponía que te casarías a finales de este mes con el amor de tu vida. El amor entre ustedes era tan especial, se podía ver en tus ojos lo feliz que estabas a su lado», compartió una de sus amigas, Nicole, en las redes sociales.
El temor a la muerte de los vecinos de Gaza es menor a la incertidumbre de abandonar sus hogares sin un lugar al que ir. Muchos palestinos han optado por quedarse en casa. No sienten que sea seguro viajar al sur y han optado por refugiarse. «Si vamos a morir aquí, vamos a morir en nuestros hogares. Vamos a morir en el norte o en el sur. Vamos a morir con la cabeza en alto. De pie en nuestra tierra, defendiendo nuestros derechos y manteniéndonos firmes en nuestra fe», reconocía Mansour Shouman, uno de los residentes en el norte de la Franja.
En 'Supernova' estaba también Yaniv Sarudi, de 26 años y natural de Ashdod, aunque en su caso había ido a trabajar. Tuvo la sangre fría de coger el arma de uno de los atacantes y comenzar a disparar contra ellos antes de lograr entrar en su vehículo y pisar el acelerador. En el camino recogió a varios ciudadanos con la idea de dirigirse hasta una base militar cercana antes de saber que había caído en poder de Hamás y cambiar de plan. Llegó a un lugar seguro pero murió a causa de las heridas por los disparos de los terroristas. El resto de pasajeros -incluida su pareja- a quienes había subido a su coche salvaron su vida. Su madre, Leah, elogió su actitud: «¡Nuestro héroe! Mostraste valentía contra los terroristas que aparecían en masa, luchaste y, en lugar de huir para salvarte, reuniste a Sivan y a otras ocho personas y volaste», destacó.
Shadi Ayesh, de 40 años, es uno de los miles de afectados por el corte del suministro de agua y electricidad tras el cerco impuesto por Israel a Gaza. Vive en Beach Camp, en el oeste de la ciudad, donde asume que el bloqueo es «una profundización de la trágica realidad en la que vivimos». Para los gazatíes la situación es una «catástrofe que amenaza nuestras vidas».
Los kibutz (cooperativas agrícolas) que salpican el sur de Israel fueron uno de los objetivos con los que Hamás se cebó el 7 de octubre. En uno de ellos, el de Nir Oz, vivía la joven familia Kedem Siman Tov. «Hola chicos, llegamos al refugio en nuestra casa, todos vamos bien», decía el mensaje de WhatsApp que la madre, Tamar, de 35 años, mandó a sus conocidos. Algo ocurrió después porque ni esta mujer, ni su marido Yonatan, ni su suegra, ni sus tres hijos (Shahar, Arbel y Omer) de entre 4 y 6 años sobrevivieron al asalto. Ella, cuentan sus amigos, tenía «el deseo de cambiar las cosas» y era muy activa en su comunidad. Antes de ser asesinada se encontraba en plena campaña para las elecciones locales, que ahora han sido pospuestas en todo el país.
El barrio de Rimal era uno de los más importantes en Gaza. Ahora ha quedado reducido a escombros y debajo de las ruinas se amontonan decenas de muertos. «Israel ha destruido el centro de todo», dijo el empresario palestino Ali al-Hiyak desde su casa cerca de esta zona. «Ese es el espacio de nuestra vida pública, nuestra comunidad. Nos están quebrando», añadió. El corazón de la Franja ha quedado derruido. Los misiles han impactado y arrasado desde la principal empresa de telecomunicaciones de la ciudad a la sede de los medios de comunicación internacionales, mezquitas y tiendas de alimentación.
Hersh Goldberg-Polin completó el servicio militar obligatorio en abril y, como muchos soldados recién licenciados, ahorraba para un viaje con su doble trabajo de médico y camarero. Su intención era descubrir lndia. Pero se quedó sólo en un deseo, hecho pedazos por el ataque de Hamás. La familia de este veinteañero nacido en Berkeley (California) que con 7 años se mudó a Israel no sabe nada de él desde hace una semana. «Nos envió dos breves WhatsApp el sábado por la mañana a las 8.11», contó su padre, Jon, que sabía que su hijo había acudido a una fiesta al aire libre donde se teme que los terroristas acabaron con la diversión. El primero decía «te amo». El último: «Lo siento».
El campo de refugiados de Jabaliya fue alcanzado por los ataques aéreos de Israel, donde Hassan al-Batniji perdió a toda su familia. Su casa fue bombardeada cuando todos dormían. Horas antes, habían salido corriendo de la vivienda tras recibir un SMS advirtiendo de que el ejército del Estado judío tenía en su diana a la región. «Agarramos nuestras bolsas de emergencia que siempre están listas junto a la puerta y corrimos», dijo. «Después de permanecer alejados durante el tiempo habitual, regresamos pensando que el peligro había pasado». Fue a la medianoche cuando los cohetes impactaron contra el edificio y la mayoría quedó «enterrada bajo los escombros en la oscuridad». «Grité sus nombres para saber si todavía respiraban. No hubo respuesta», recuerda.
Rotem Mathias es un adolescente israelí-estadounidense (16 años) al que sus padres protegieron en su casa, cerca de la frontera israelí con Gaza, hasta la muerte. La familia sólo tuvo un minuto para buscar refugio y se metió en una habitación de su vivienda preparada para ello. A Shlomi, el padre, le reventaron el brazo mientras intentaba mantener a los terroristas fuera de ese habitáculo. A Debbie, la madre, la mataron a tiros segundos después de pedir a su hijo que se agachara para protegerse. El joven permaneció bajo de su cuerpo ya sin vida durante media hora y después se escondió debajo de una cama y, más tarde, tapado con una manta en una lavandería cercana. «No hice ningún ruido. Recé por cualquier dios. Realmente no me importaba qué dios. Sólo recé por un dios para que no me encontraran», narró desde el hospital.
A los miles de muertos que han saturado las morgues en Gaza se suma la imposibilidad de rescatar a las víctimas que quedan bajo los escombros de los edificios derruidos. «Hasta ahora, ocho miembros de mi familia han sido asesinados», explicaba Saad al-Masri a 'Al Jazeera'. «Mi hermano Abu Mohammed perdió a sus dos hijos, Yaser y Ramadan, y a sus hijas Abeer, Firyal y Aya». El hombre de 50 años asumió que podrían quedar más cuerpos atrapados entre las ruinas, pero que no había máquinas para sacarlos. El principal hospital de la ciudad se ha quedado sin espacio y hay cadáveres en bolsas blancas tiradas por el suelo.
Entre los organizadores del evento 'Supernova', uno de los símbolos de la masacre causada por Hamás en sus primeras horas de ofensiva, estuvieron los gemelos Osher y Michael Vaknin, unos apasionados de las raves. El terrorismo separó sus vidas: Osher perdió la vida durante el ataque en el festival, y fue enterrado el martes en Jerusalén, mientras que del paradero de Michael no se sabe nada. «Él viene a casa. Espero que no lo hayan secuestrado. Nos matará. Es muy, muy doloroso», repetía su hermana, Ausa Meir, de 32 años. Igual de terrible fue la búsqueda desesperada de Sunny, la viuda del fallecido, que acudió a la zona donde se había celebrado el festival dos días después de la masacre. Encontró el coche, «todo cubierto de sangre» con la ventana delantera «destrozada« por las balas. De su hermano «no encontramos ningún rastro de su ADN en el sitio». En la familia no pierden la esperanza de que esté vivo.
«Estos sonidos son diferentes», aseguró Saman Ashour, de 30 años, en la ciudad de Gaza, desde un barrio al norte de Rimal, escuchando el rugido de las explosiones. «Es el sonido de la venganza». Imágenes aéreas mostraban la desolación de la Franja. Cráteres en la tierra y los escombros apilados. El residente Issa Abu Salim, con la ropa sucia por el polvo de la destrucción miraba horrorizado los restos de su casa. «Nuestro dinero se ha acabado. Mis documentos de identidad se perdieron. Toda la casa, los cuatro pisos, está perdida», afirmó. «La zona más hermosa, la destruyeron», lamentó.
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