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Israel estudia inundar los túneles de Gaza para inutilizar definitivamente la infraestructura subterránea de Hamás y obligar a los milicianos a abandonar sus refugios. Las Fuerzas de Defensa han instalado ya cinco enormes equipos de bombeo para trasvasar el líquido desde el mar, en una ... operación semejante a la que realizó Egipto en 2013 para anegar las galerías utilizadas por los palestinos con fines contrabandistas, El Gobierno de Benjamín Netanyahu está dispuesto a que no quede ni un sólo rastro de la milicia yihadista en la Franja. Inundar sus bastiones es uno de los pilares de su estrategia; el otro radica en la orden impartida al Mossad para asesinar a todo aquel que ostente un cargo de liderazgo en Hamás en cualquier lugar del planeta.
El Ejecutivo comunicó el mes pasado su plan a Estados Unidos, que puso sobre la mesa los riesgos medioambientales que entraña anegar el subsuelo de Gaza con agua salada. Sin embargo, las objeciones de la Casa Blanca no parecen haber frenado a Tel Aviv. Según revela 'The Wall Street Journal', el ejército ya ha ensamblado las bombas a un kilómetro y medio del campo de refugiados de Al-Shati, cuyo control tomó a mediados de noviembre. En esta zona del norte gazatí, las tropas dominan 160 entradas. Dado que cada equipo puede introducir miles de metros cúbicos por hora, el Ministerio de Defensa calcula que en pocas semanas quedaría completamente anegado el 'metro de Gaza', tal y como se conoce al compendio de pasadizos, salas y refugios construidos por Hamás bajo la superficie.
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Israel ha localizado en dos meses de guerra 800 túneles y destruido 500, pero admite que todavía queda una enorme infraestructura subterránea sin reconocer. Los yihadistas perforaron al menos 500 kilómetros de pasadizos, muchos de ellos en zig-zag, lo que significa que la mayoría de la Franja está horadada. Según Egipto, el número de galerías es superior a 2.500. Los satélites y otros sistemas de detección han permitido a la Inteligencia militar descubrir cómo son algunos fragmentos de esta tela de araña e incluso bases completas, como las excavadas bajo Al-Shati o el hospital de Al-Shifa.
Pero lo que está a oscuras permanece a oscuras. Las Fuerzas de Defensa avanzan muy lentamente ante los riesgos que implica inspeccionar túneles muchas veces tan estrechos que solo permiten el tránsito de una persona erguida. Un blanco fácil, por lo tanto, para un tirador o para las trampas explosivas colocadas por los milicianos. Lo habitual en los registros es enviar por delante de las tropas perros entrenados o robots de vigilancia. «Los perros son los más eficaces», ha explicado el exsubsecretario adjunto de Defensa, Mick Mulroy, puesto que los robots son más lentos y sufren averías que obligan a montar una arriesgada operación para su rescate.
Pese al arduo trabajo que todavía les aguarda con esta red laberíntica, las Fuerzas de Defensa consideran que han realizado un trabajo «satisfactorio» con los túneles anulados hasta el momento porque les garantiza un control muy importante del norte de la Franja y la posibilidad de avanzar hacia el sur sin temor a ataques por la retaguardia. El ejército sella las bocas con explosivos o mediante el lanzamiento de bombas perforantes a cargo de la aviación. Este tipo de proyectiles son capaces de penetrar en el terreno y hacer que su detonación devaste galerías y búnkeres a varios metros de profundidad. Tel Aviv compró un millar de unidades del tipo SDB en 2021 a Estados Unidos, según 'Bloomberg', aunque la industria nacional ha desarrollado su propio modelo, denominado MPR-500, para evitar su dependencia armamentística de terceros países, como le sucede a Ucrania en su guerra con Rusia. El MPR-500 es un topo asesino. Puede atravesar cuatro muros de hormigón antes de explotar.
Al parecer, la Casa Blanca confía en que Israel no pase de la teoría a la práctica en breve, aunque en privado algunos de sus estrategas comparten que inundar los pasadizos es la única solución para evitar que los milicianos puedan volver a refugiarse en ellos en el futuro. Para Israel, su mera existencia representa también una amenaza latente.
Sin embargo, Estados Unidos ha advertido a Netanyahu de que, antes de nada, es necesario preservar la seguridad de los rehenes que continúan secuestrados en estos refugios subterráneos. Una suposición barajada por los israelíes consiste en que anegar todo el sistema costará semanas y proporcionaría a los yihadistas tiempo suficiente para salir a la superficie con los cautivos. Pero nadie puede asegurar ahora mismo que los secuestradores los salven.
Por otro lado está la cuestión medioambiental. Bombear al menos un millón de metros cúbicos de agua de mar bajo Gaza puede arruinar acuíferos y miles de parcelas de cultivo, por no mencionar el tipo de materiales químicos o residuos tóxicos almacenados por Hamás que la riada contribuiría a extender. Finalmente, existe un tercer problema de peso. Numerosos kilómetros de túneles son sólo conocidos por los yihadistas. Ningún ingeniero israelí ha bajado hasta ellos y se desconoce si hay grietas en los búnkeres o en el hormigón de las galerías por las que el agua podría escurrirse, de modo que con el tiempo el 'metro de Gaza' volvería a quedarse seco.
La búsqueda de las salas subterráneas de Hamás es un proceso largo y atento. Los militares se fijan en las reservas de agua y oxígeno que encuentran para determinar si se encuentran ante un tramo de tránsito, abandonado o en una sala activa destinada a estancias prolongadas, las idóneas para alojar a un comando o a rehenes. En algunas áreas hay tendidos eléctricos y en la mayoría falla el GPS y las comunicaciones, lo que dificulta el avance de las tropas y convertiría en algo caótico el rescate de un soldado si resultase herido. No obstante, la Inteligencia israelí sostiene que los milicianos disponen ahí abajo de sus propios sistemas de comunicación.
En junio de 2014, Hamás y otros grupos terroristas lanzaron cientos de cohetes contra el sur de Israel con la consiguiente réplica de las Fuerzas de Defensa. Al cabo de 50 días, los dos bandos establecieron una breve tregua. Quedó rota cuando un comando yihadista penetró en un kibutz aprovechándose de la red de túneles. Como respuesta, Tel Aviv destruyó 32 galerías y, dos años más tarde, edificó un muro de seguridad que, sin embargo, la organización islamista doblegó excavando a mayor profundidad. Una segunda operación israelí arruinó en 2021 otros cien kilómetros de pasadizos. Sin embargo, el jefe militar de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, declaró entonces que la red constaba de 500 kilómetros, la cifra que hoy se mantiene como válida. En esta ocasión, el Gobierno de Netanyahu no quiere dejar un metro intacto.
La única ocasión en que esta infraestructura resultó parcialmente inundada fue en 2013, aunque en la parte controlada por los gazatíes que dirigían el negocio del contrabando. Muchos de ellos eran propietarios de galerías en las que Egipto bombeó aguas residuales durante dos semanas. Las riadas provocaron el derrumbe de los túneles, que carecían de revestimiento de hormigón, pero también arruinaron tierras de cultivo y contaminaron pozos de agua potable. Por esta red habían circulado ingentes cantidades de mercancía, desde productos básicos sanitarios y de alimentación hasta piezas de vehículos, muebles o ganado, que llegaron en su momento álgido a cubrir hasta un tercio de las necesidades de la población de Gaza.
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