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Zeinab Khiara busca a su hija Tahani de forma desesperada. Ahora cumpliría 33 años. Desapareció en 2015 junto a otra chica que trabajaba con ella al servicio del responsable de las milicias leales al régimen en el barrio de Tadamon, en el cinturón rural de ... Damasco. «Ese hombre es un criminal y ha desaparecido. Queremos su arresto y que se haga justicia», clama Zeinab, que camina de la mano de su marido junto a un grupo de vecinos. Vuelven a Tadamon tras la caída de Bashar al Assad y la retirada de sus fuerzas de los puestos de control. El grupo recorre la zona bautizada por las milicias como 'La barbería', un lugar destinado a «traer a los detenidos y matarlos. A muchos de ellos les enterraron aquí mismo, en fosas. A otros se los llevaban a otros lugares. Era el lugar elegido para los crímenes», asegura Ayham Khalifa, vecino que vio con sus ojos desde el balcón a trece personas maniatadas y ejecutadas con un tiro en la cabeza. Estos vecinos buscan los restos de sus seres queridos desaparecidos, son buscadores de huesos.
'La barbería' es el horror. Los niños juegan entre escombros y recogen restos humanos que van guardando en bolsas de plástico. Cráneos, dientes, caderas… Aquí no hay parques, ni campos para jugar al fútbol. Aquí sólo hay edificios destrozados, basura por todas las esquinas y perros famélicos. Yusef tiene 12 años. «Cavamos y encontramos un hueso. Cavamos un poco más y hay más y más. Nos asustamos mucho al principio y paramos de hacerlo por temor a la Policía, pero ahora no hay Policía», relata.
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Un equipo de Human Rights Watch (HRW) visitó este lugar los pasados días 11 y 12 para buscar pruebas de una masacre cometida por las milicias el 16 de abril de 2013, que salió a la luz porque los propios verdugos grabaron imágenes de cómo ataban a los presos, los arrojaban a una fosa y les disparaban. Luego cubrían el lugar con neumáticos y le daban fuego. Es la historia de un crimen de guerra, capturado en tiempo real por los propios ejecutores y a cara descubierta. En el vídeo se pueden contar al menos 41 asesinatos.
Esa matanza tuvo lugar en la calle Nesreen, una zona de 'La barbería' donde todas las fachadas de los edificios tienen el color negro del humo tras la quema de las ruedas. Una zona donde los niños prueban el macabro juego de buscar huesos y los vecinos esperan que se realice una investigación a fondo. De momento, marcan con piedras los lugares donde testigos vieron con sus ojos ejecuciones.
«Las autoridades sirias de transición deben tomar medidas urgentes para asegurar y preservar las pruebas físicas de los graves crímenes internacionales cometidos por el anterior Gobierno», indicaron los expertos de HRW. Este es un escenario de ejecuciones extrajudiciales y sumarias, uno de los muchos que empiezan a aflorar en el país tras la caída del régimen. Son los vecinos quienes sacan los horrores a la luz.
Los equipos internacionales han inspeccionado Tadamon y comienzan a actuar en Qutayfah, localidad situada a cuarenta kilómetros de la capital. El responsable del Grupo de Trabajo de Emergencia de Siria, Mouaz Moustafá, declaró a la agencia Reuters que existe una fosa común con los cuerpos de al menos 100.000 personas. «Es la estimación más conservadora, extremadamente conservadora», en palabras del encargado de esta organización llegada de Estados Unidos. Los expertos tienen ahora la posibilidad de desvelar la magnitud de los crímenes cometidos durante la dictadura, que se dispararon en los últimos trece años tras el estallido de las revueltas contra el Ejecutivo.
«Seguro que hay muchos lugares como este. Era una práctica habitual de estos grupos de criminales que nos sometían a un estado de terror», explica Abdurahman Mohamed, que escapó de Tadamon con la guerra y regresa para ver si queda algo de su casa en pie. Nada. Abdurahman denuncia que «era una persecución puramente sectaria, dirigida a los musulmanes suníes llegados de Idlib, Deir Ezzor o Quneitra que vivimos en esta zona, y también contra la minoría turcomana del barrio. Las detenciones eran en los puestos de control. Te pedían la documentación y si te veían algún lugar hostil con el régimen o donde hubiera protestas, eras hombre muerto».
Los gritos de los niños alertan de la aparición de más huesos. Escarban entre los escombros con barras metálicas y no tardan en llenar las bolsas. Llegan corriendo y sueltan lo que han recogido formando montones de huesos que se pasan de mano en mano. Bashar al Assad escapó a Moscú y dejó tras de sí un reguero de muerte que estos niños van recogiendo hueso a hueso en sus bolsas.
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