40.005. Los ataques israelíes de los últimos días contra Khan Jounis, Gaza City y Rafah han elevado a 40.005 muertes el balance de diez meses de guerra en La Franja; una cifra insólita que ofrece una idea nada compasiva de la violencia de ... la operación militar contra Hamás. «El día de hoy marca un hito sombrío para el mundo entero. La población de Gaza llora a 40.000 palestinos muertos», declaró el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk.
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El delegado de Naciones Unidas calificó de «profundamente impactante» la realidad actual del territorio palestino debido a la «magnitud de la destrucción de casas, hospitales, escuelas y lugares de culto por parte del ejército israelí». Debajo hay muchos cuerpos que se pudren. Türk atribuyó «esta situación inimaginable a los incumplimientos recurrentes de las fuerzas de defensa israelíes a las normas de la guerra», aunque su departamento ha documentado también «graves violaciones» por parte de «grupos armados palestinos» y la rama militar de Hamás.
Ninguno de los bandos, por lo tanto, cuida de las mujeres, los niños y los ancianos en Gaza. Los combates se llevan una media diaria de 130 vidas. Según los datos facilitados por las Fuerzas de Defensa, 17.000 milicianos islamistas y unos 340 soldados han caído en el campo de batalla. Así pues, la conclusión es que la mayoría de los muertos son civiles. En un porcentaje alto se trata de mujeres y niños, según precisó el Ministerio de Salud, en manos de Hamás.
El hecho de que la información sobre la inaudita letalidad de esta guerra proceda de fuentes palestinas ha permitido al Gobierno israelí poner en entredicho las cifras. Sin embargo, Estados Unidos y la ONU las utilizan de forma habitual. La Universidad Johns Hopkins sostiene que el ministerio gazatí «ha informado históricamente de datos de mortalidad precisos». Otros expertos consultados por 'The Washington Post' señalan que las estadísticas del departamento de Salud resultaron «bastante confiables» al principio de la guerra, antes de que se desatara el caos absoluto.
Quizás el principal problema para fijar el balance hoy en día resida en el colapso del sistema sanitario, el éxodo constante de cientos de miles de familias, el hundimiento de las comunicaciones y el hecho de que muchos clanes entierran directamente a sus muertos sin notificar su fallecimiento o trasladarlos a los hospitales. Los cementerios se han convertido en cráteres. En realidad, toda La Franja es un enorme camposanto. En algunos lugares no hay ni siquiera lajas de piedra para cubrir las tumbas. Las familias sepultan a sus allegados en la arena, sobre la marcha mientras huyen de los disparos. «Cuando todo esto acabe, muchos ni siquiera sabrán dónde enterraron a sus hijos», lamenta Abu Haman, un exresidente de Khan Jounis que ha sido obligado a dejar este campo en la última semana. «No hay piedras o cemento para cubrir las sepulturas», cuenta a la agencia AFP Mustafa al Jatib, un palestino de 56 años para quien «la muerte ha reemplazado a la vida» en La Franja.
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El naufragio de la red sanitaria impide muchas veces que el personal de la morgue pueda completar los formularios. Hay cadáveres de los que no se sabe cómo ni donde murieron. «Es muy posible que nunca se sepa el número de ciudadanos que han muerto», dice un extrabajador de Al-Shifa, el enorme complejo hospitalario que hoy funciona bajo mínimos. La Defensa Civil palestina coincide en que miles de personas –unas 10.000 según los cálculos más cortos– permanecen enterradas bajo los escombros de casas y puentes desde hace meses. «Los equipos de ambulancias y de rescate no pueden llegar hasta ellos. Y muchos ataques han dejado cuerpos irreconocibles, lo que dificulta su registro».
La clasificación de las víctimas mortales después de una pasada de la aviación de Israel o de la explosión de un cohete lanzado por la milicia es harto penosa. Dramática. Existe un patrón tenebroso. Las bolsas mortuorias. Los médicos de los hospitales se han habituado a recibir muchas de ellas llenas de restos humanos dispersos que son encontrados entre ruinas o en el área de devastación de una bomba. Esta misma semana los cazas reventaron un inmueble en Nuseirat, en el centro del enclave palestino. Mató a nueve miembros de una familia. Los médicos del hospital Al-Awda abrieron las dos bolsas que contenían lo poco que quedaba de ellos y supieron que había varios niños por el tamaño de las extremidades recogidas en el lugar.
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Mediante estos exámenes, el Ministerio de Salud calcula que unos 16.400 menores y al menos 11.000 mujeres han sido asesinados en estos últimos diez meses. También han muerto 115 recién nacidos, muchos de ellos sin llegar a abrir los ojos para contemplar el infierno. Como los dos hijos gemelos de Mohammed Abu al Qumsan, un trabajador de Deir al Balah. Mientras tramitaba ayer en la oficina del registro el certificado de nacimiento de los dos pequeños, recibió una llamada de su mujer. Entre sollozos, le informó que una bomba acababa de golpear su casa y los gemelos no habían sobrevivido.
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