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Anje Ribera
Miércoles, 3 de abril 2024, 18:47
Benjamín Netanyahu es ya el primer ministro más longevo de Israel. En dos períodos, acumula quince años al frente del Gobierno de Tel Aviv, pero sus ansias de poder siguen intactas a pesar de que, debilitado física y políticamente, vive sus horas más bajas. La ... guerra de Gaza permite que siga aferrado al cargo, pero todo indica que tan pronto callen las armas su crédito se haya agotado. Hundido en su popularidad por el fallo de seguridad que evidenció el ataque de Hamás del 7 de octubre y por los escándalos de corrupción que ha protagonizado, el enfado de los hebreos con su gestión no deja de incrementarse.
De hecho, su mayor peligro no viene del frente de batalla, sino de la retaguardia. Es allí donde se le acumulan los críticos, sobre todo entre los familiares de los rehenes secuestrados por los radicales islamistas que, superando sin problemas los controles del ejército, llegaron hasta territorio israelí y mataron a 1.200 personas en las poblaciones cercanas a la frontera con la Franja. Este miércoles trasladaron sus protestas a la Kneset, el Parlamento del Estado judío. Allí tomaron la tribuna de invitados y comenzaron a lanzar pintura y a exhibir sus manos teñidas de amarillo, el color que se ha asociado a las reivindicaciones que protagonizan durante los últimos meses, según informó el diario 'Times of Israel'. Hasta que fueron expulsados por los servicios de seguridad del órgano legislativo increparon a los diputados.
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Constituyó un episodio más de las protestas que los allegados de los rehenes protagonizan para reclamar al Ejecutivo de Netanyahu que anteponga la liberación de sus familiares a otro tipo de consideraciones de carácter político. Por ahora, Hamás sólo ha accedido a entregar a un reducido grupo de personas, en virtud de un acuerdo temporal sellado en noviembre que permitió también la excarcelación de decenas de presos palestinos de cárceles hebreas.
Los cautivos suponen un desgaste fuerte para Netanyahu. Sólo el 4% de los israelíes tiene confianza en él, según las encuestas. Es consciente de ello y sabe también que sus días políticos están llegando a su fin. Incluso teme que una vez perdida la impunidad que conlleva el cargo de primer ministro puede acabar en la cárcel si prosperan algunas de las causas judiciales abiertas en su contra.
Su avanzada edad (74 años) asimismo comienza a pesarle, más en su carácter que en su aspecto físico, que denota bastante menos desgaste gracias a su buena piel de color cetrino. No obstante, 'Bibi', como se le conoce popularmente, se muestra distraído, como quedó patente en el discurso televisivo que ofreció al sábado. Su exministro y compañero en el Likud, Limor Livnat, lo describió «catastrófico» y el diario 'Haaretz', de centroizquierda, aseguró que «lucía como un tirano asustado».
Veinticuatro horas antes su imagen era todavía más sombría al salir de un hospital de Jerusalén tras someterse a una intervención de hernia. El tranquilo postoperatorio recomendado por los médicos fue imposible, porque de inmediato tuvo que enfrentarse al enfado de la comunidad internacional por la muerte de los siete cooperantes de la oenegé de José Andrés. «Eso sucede en una guerra», dijo Netanyahu para minar definitivamente su menguado prestigio.
No obstante, como recuerda Emmanuel Navon, exmiembro de su partido de derechas y profesor de Ciencia Política, «Netanyahu ha estado enterrado políticamente muchas veces anteriormente y siempre se recuperó». En esta oportunidad la resurrección parece imposible en un pueblo que ha perdido su confianza en él. Los ataques del 7-O han dibujado un escenario diferente. Casi seis meses después Israel no es el mismo país.
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