Apenas unas horas después del ataque el pasado 7 de octubre de las milicias de Hamás que causó 1.200 muertos entre colonos israelíes, soldados del ejército hebreo abatieron a uno de los miembros del grupo terrorista. Algo les sorprendió. De su cinturón colgaba una ... granada de última generación fabricada en Israel. El servicio de Inteligencia del Estado judío ha constatado que buena parte del arsenal de Hamás procede de robos en almacenes de sus propias fuerzas armadas y, sobre todo, de las miles de bombas y proyectiles que han caído sobre Gaza en las dos últimas décadas y que no han detonado.
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El periódico 'The New York Times' ha tenido acceso a ese informe. Los expertos calculan que el 10% de los proyectiles lanzados sobre la Franja no han explotado. Incluso más. El ejército israelí utiliza en ocasiones material viejo, descatalogado por Estados Unidos desde la Guerra de Vietnam. En esos casos, el índice de fallos se eleva al 15%. En tantos años de conflicto, Hamás ha desarrollado una industria de reciclaje con todo ese armamento fallido.
La Franja es hoy una escombrera de hormigón, tubos, cables... Y de bombas repartidas por la aviación y la artillería hebrea en los más de 22.000 ataques que ha realizado en respuesta a la matanza del 7 de octubre. Hamás ha difundido vídeos en los que alardea de su capacidad para reutilizar ese material. Tiene talleres, en superficie o en túneles, donde se sierran las ojivas, se extrae el contenido explosivo, se funden algunas piezas y se fabrican cohetes de menor tamaño y más manejables.
A eso se suman los robos de pistolas, granadas y munición en bases militares hebreas. Y un descubrimiento: en 2019, los milicianos localizaron dos buques británicos hundidos frente a Gaza durante la I Guerra Mundial (1914-1919). De ahí también obtuvieron materia prima para sus proyectiles.
El bloqueo israelí de la zona cortó la entrada de los fertilizantes y otros componentes con los que Hamás fabricaba bombas artesanales. Con la guerra, ese material les ha llovido del cielo. También disponen de drones de ataque de fabricación iraní y de lanzacohetes norcoreanos, introducidos en la Franja a través de túneles y procedentes del contrabando, un negocio muy lucrativo en esta región.
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Lo que Hamás no puede fabricar lo adquiere en ese mercado negro, que tiene su centro en el Sinaí, donde acaban armas utilizadas antes en conflictos de Libia, Eritrea y Afganistán, según han constatado los servicios secretos de Israel, preocupados ahora porque tras estos meses de bombardeos intensos sobre Gaza su enemigo tiene bajo las ruinas una enorme y nueva remesa de proyectiles que, una vez 'recauchutados', puede enviar de vuelta.
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