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Nadie quiere dar cifras oficiales, pero sólo hay que ver los bancos vacíos de las iglesias para darse cuenta. La invasión de Estados Unidos, que estos días cumple dos décadas, acabó con la seguridad de la que gozaban en Irak minorías como la cristiana hasta ... 2003 y provocó una emigración sin freno. Veinte años después ha terminado la guerra sectaria y Bagdad vive su mejor momento de seguridad, «pero la crisis económica, el desempleo y el efecto llamada de todos los que han salido empujan a los cristianos a buscar una vida mejor en el extranjero. Si esto sigue así pronto no quedará nadie», explica el padre Firas, párroco en San Juan Bautista del barrio de Al Dora.
Los cristianos viven en Irak desde los primeros siglos de esta religión e incluyen iglesias caldeas, siríacas, asirias y armenias, unas 14 sectas. La Comisión de Derechos Humanos del país cifra en 1,5 millones el número de fieles que había antes de 2003 y su estimación es que en la actualidad la cifra no supera los 250.000. El ataque directo más sangriento que sufrió la comunidad en la capital fue en 2010 cuando un comando de Al Qaeda asaltó la catedral de Nuestra Señora de la Liberación y 53 personas perdieron la vida. Los rostros de las víctimas presiden ahora una iglesia que, como el resto, se protege desde entonces tras muros de hormigón y cuenta con vigilancia las 24 horas.
Padre Firas
Párroco en San Juan Bautista, en el barrio de Al Dora
Al Dora fue uno de los barrios más castigados por la violencia ya que se erigió en bastión de Al Qaeda en los años posteriores a la invasión. Este barrio del sur de Bagdad es sede del llamado Bloque Asirio donde residían 150.000 cristianos, hoy no llegan a 1.000. Allí vivía también un número importante de mandeos, religión monoteísta nacida a orillas de los ríos Tigris y Éufrates que es considerada la única fe gnóstica que sobrevive de la antigüedad, que también ha emigrado de forma masiva.
Cinco de las siete iglesias están cerradas, las otras dos ofician misas con diferente frecuencia. San Juan Bautista es el templo principal y aquí celebraron dos bautizos y una boda en todo el año 2022. «Antes se quedaba pequeña, hoy no vienen más de 40 personas y no es por miedo. Los cristianos emigran y no vuelven, aunque mejore la seguridad, nadie regresa a Irak», lamenta el padre Firas.
En marzo de 2021, el Papa Francisco hizo un viaje de tres días a Irak, justo dos años después de la caída del califato implantado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Este grupo acabó con la presencia cristiana en Nínive, una de sus cunas históricas. «Fue una visita importante para Irak y muy simbólica para los cristianos, pero no cambió las cosas. La emigración sigue siendo el objetivo principal dentro de nuestra comunidad», apunta.
El mensaje oficial es el de pedir a los fieles que no se marchen, pero en la práctica resulta muy complicado cumplir la orden para los sacerdotes que están a pie de calle y conocen de primera mano las dificultades del día a día. A esto hay que añadir la sensación de incertidumbre, el no saber qué puede ocurrir mañana y si radicales musulmanes volverán a golpearles como en el pasado reciente.
«Rezo por la paz y para que vuelvan quienes emigraron», es la petición principal en las plegarias de Surma Babilia. Esta mujer de 65 años lleva los últimos ocho viviendo entre los muros que protegen la iglesia de los Mártires de Georgia. Es el segundo de los dos templos abiertos en Dora y ella se encarga de custodiarlo. En la puerta principal hay una patrulla del Ejército, de puertas adentro es Surma la responsable.
1,5
millones de cristianos había en Irak antes de 2003. Ahora quedan unos 250.000.
«¡Ojalá volvieran los tiempos anteriores a 2003, aquellas navidades con la iglesia llena! ¡Ojalá! Quiero ser positiva y confío en que algún día volveremos a ver todos los bancos ocupados. Ya hemos conseguido algo que parecía imposible hace unos años y volvemos a convivir en paz los iraquíes, es el primer paso», opina Surma en una iglesia tan reluciente como silenciosa en la que sus palabras resuenan por el eco.
La voz de los cristianos se apaga en una de sus cunas y cada vez son menos quienes siguen el ejemplo de Surma. Ella confía en que sus oraciones den fruto y su sueño de ver la iglesia llena se haga realidad.
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