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El alto el fuego permite a los gazatíes rebuscar los restos de sus desaparecidos entre los escombros y ya se han recuperado al menos 62 cuerpos. La cifra de muertos supera los 46.000, según los datos del ministerio de Salud, y la de desaparecidos ... los 10.000, muchos de ellos bajo las ruinas de los edificios desde hace meses. La zona norte de la Franja ha sido la más castigada por la aviación y artillería de Israel y hasta allí llegan cada día miles de personas. Es un viaje de ida y vuelta porque es imposible rehacer la vida. La mayoría se desplaza a pie, los más afortunados en burro o bicicleta. Llegan, pasan allí unas horas y regresan a las tiendas de campaña en las que viven en la Ciudad de Gaza, el único hogar que les queda.
Fadwa Radwan ha regresado al campo de refugiados de Al Shati y ha decidido quedarse. La familia tenía un edificio de cinco plantas con un jardín. El lugar fue bombardeado y murieron 40 miembros de la familia cuyos cuerpos no han podido recuperar. Fadwa permanece ahora en una pequeña habitación de la primera planta del bloque que ha quedado en pie.
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«He intentado plantar algo en el jardín, pero soy incapaz. He encontrado varios huesos humanos, entre ellos los restos de una niña que he podido reconocer porque es la dentadura de mi sobrina», lamenta Fadwa entre lágrimas. Ella tratará de rehacer su vida en esta pequeña habitación y no se moverá «hasta poder sacar los restos de todos mis familiares para enterrarlos como se merecen».
En el vecino campo de refugiados de Yabalia, el mayor que había en Gaza, Nayef Haj, de 67 años, vive una situación parecida a la de Fadwa. Su barrio era conocido como Trans, porque fue el primero en tener un transformador eléctrico en los años 70. Haj ha perdido a 22 miembros de la familia y ha vuelto hasta el lugar donde estaba el edificio donde les sorprendió el bombardeo. «Están aquí, no hay duda y voy a venir las veces que sea necesario para estar junto a ellos, con mis hijos y nietos, les haré compañía hasta que los podamos sacar y enterrar. No estaré tranquilo hasta que los enterremos», subraya.
La visión es devastadora y algunos de los recién llegados pierden la cabeza. «¿Dónde está mi casa? ¿Dónde está mi barrio? ¿dónde está mi hogar?», pregunta a gritos Mazen Ali en mitad de la zona de Yabalia en la que estaba antes el Club Deportivo. Algunos vecinos tratan de calmarle y le explican que está en el lugar donde nació hace 59 años, pero Mazen se encuentra como poseído y no para de gritar en mitad de un mar de escombros en el que sólo se reconocen las canchas de deporte del que fuera club levantado por UNRWA para los refugiados del mayor campo de Gaza.
La euforia de los primeros instantes del alto el fuego se convierte en decepción cuando uno se planta frente a la realidad de la destrucción masiva que todos necesitan ver con sus propios ojos para convencerse. Encontrar un piso se ha convertido en tarea imposible para las familias y los alquileres de las casas que están habitables se han disparado. Los gazatíes están condenados a vivir en tiendas una larga temporada.
La primera fase del acuerdo es la más definida y se cumple, aunque la agencia Wafa informó de la muerte de dos personas en Rafah por fuego de soldados israelíes desde una torre de seguridad. El ejército israelí no ofreció explicaciones sobre lo ocurrido, pero desde el domingo las tropas armadas alertan en comunicados a los gazatíes de que nadie se acerque a las nuevas posiciones que ocupan los militares, próximas a la verja de separación.
Israel permite de nuevo la entrada de ayuda humanitaria y la ONU informó del ingreso de 630 camiones en la primera jornada del alto el fuego, una cifra parecida a la media de entradas antes del 7 de octubre.
El ministerio de Interior gazatí ha desplegado de nuevo a la policía y los milicianos de Hamás han dejado los túneles. La exhibición de fuerza realizada durante la liberación de las tres rehenes el domingo ha provocado fuertes críticas en Israel contra la estrategia de Benjamín Netanyahu, que después de 15 meses de guerra no ha sido capaz de acabar con los islamistas. El primer ministro hebreo aprovechó la investidura de Donald Trump para responder a estas críticas y aseguró que cuenta con todo el apoyo del nuevo presidente de Estados Unidos «para acabar con su capacidad militar».
Los intercambios de rehenes y presos son los momentos más delicados del acuerdo y el primero se superó según lo establecido. Rumi Jonin, Emily Damari y Doron Shtanber Kheir se encuentran en buen estado y con sus familias. Las tres jóvenes israelíes aseguraron que no tuvieron noticias de su liberación hasta un día antes por parte de sus captores y que no se lo podían creer.
Los 90 presos palestinos liberados también están en sus casas en Cisjordania y Jerusalén Este. La mayoría son mujeres y niños que estaban en prisión en régimen de detención administrativa, sin conocer los cargos que se les imputaban y sin haber pasado por juicio. Las medidas de seguridad impuestas por las fuerzas israelíes no pudieron evitar un recibimiento masivo e informaron de que van a reforzar los dispositivos para que no se repita. Aplausos, gritos, fuegos artificiales y banderas de Hamás dieron la bienvenida a los recién liberados. Los islamistas aprovecharon el momento para hacer una exhibición de fuerza.
Unos y otros cuentan las horas para el próximo intercambio, que Hamás adelantó que tendrá lugar el próximo domingo. Después llegará el turno para volver a la mesa de diálogo para negociar las siguientes dos fases del acuerdo de alto del fuego.
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