El mundo, explicado

Nagorno, India... cuando el mundo funciona a puñetazos

En el tablero geopolítico mundial muchos movimientos son todavía a golpes: repasamos lo que ocurre en Nagorno Karabaj, el affaire India-Canadá y Manipur

Miércoles, 27 de septiembre 2023, 12:12

Las cosas como son: el más fuerte acaba comiéndose al débil. Y cuando parece que no es así, como sucede con la invasión rusa de Ucrania, el problema reside en el erróneo análisis de la situación. Lo sabe bien Vladímir Putin: de poco sirve ser ... Goliat si David es inteligente y sabe aliarse con las fuerzas adecuadas. En cualquier caso, por mucho que parezca que la humanidad ha avanzado, numerosos ejemplos nos recuerdan que sobre el tablero geopolítico mundial aún se impone la fuerza bruta sobre la razón.

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Ha sucedido de nuevo en la región de Nagorno Karabaj, donde Azerbaiyán ha logrado imponerse a Armenia en un enquistado conflicto provocado en gran medida por la manía de establecer fronteras sin tener en cuenta a quienes les afectan. Eso sí, esta vez no es culpa de los europeos sino de los soviéticos, que tampoco tuvieron mucho tacto sociocultural a la hora de dividir el territorio. Las consecuencias continúan sufriéndose, y las diferencias las dirime el Ejército.

Por eso, hoy ponemos el foco internacional en conflictos poco conocidos que se resuelven a puñetazos, ya sean literales o figurados.

Estos son los tres temas que abordaremos.

  • Turquía e Israel vencen a Rusia en Nagorno Karabaj.

  • La chispa étnico-religiosa que incendia Manipur.

  • India y Canadá se enfrentan por el asesinato de un sij.

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  1. Nueva crisis humanitaria

    Turquía e Israel vencen a Rusia en Nagorno Karabaj

No hay mejor lugar que África para ver cómo los colonizadores tienden a dibujar fronteras con tiralíneas, sin tener en cuenta a los grupos étnicos, sociales y religiosos que habitan los territorios que gobiernan. Es una receta perfecta para el desastre. Cuando la metrópoli se marcha y hay que delimitar el territorio de los países independientes resultantes, un baño de sangre es casi inevitable. Y muchas veces incluso insuficiente para resolver el conflicto.

Hay muchos ejemplos de ello en el mundo, pero en los últimos días destaca el de Nagorno Karabaj. No por nuevo, claro, porque la semilla del enfrentamiento actual se puso en 1923, cuando Stalin lo declaró territorio autónomo de la República Socialista de Azerbaiyán y no de Armenia, como se había previsto en un inicio teniendo en cuenta que el 94% de la población se identifica con ese país. La caída de la Unión Soviética otorgó la independencia a ambos, que no dudaron en dispararse para lograr el control de Nagorno Karabaj, que se había declarado también independiente. Murieron unas 30.000 personas y Armenia logró el control 'de facto' de la región con el apoyo de Rusia tras el alto al fuego de 1994.

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Desplazados de Nagorno Karabaj de camino a Armenia. Reuters

Pero el conflicto no se resolvió, y se mantuvo latente hasta septiembre de 2020, cuando las balas volvieron a silbar y los muertos se contaron de nuevo por miles. Rusia envió tropas 'de paz' y Bakú tuvo que cejar en su intento por hacerse con el territorio. Pero ahora Moscú está ocupada en otros menesteres de mayor entidad y Azerbaiyán -notable productora de petróleo y gas que Turquía adquiere en grandes volúmenes- cuenta con el apoyo de Ankara y el armamento de Israel. Así que el martes de la semana pasada puso en marcha una 'operación antiterrorista' -el eufemismo de moda- y logró su largamente ansiado objetivo.

La derrota de Armenia ha provocado disturbios entre su población. Efe

Las tropas de esta región semiindependiente -oficialmente República de Artsaj- depusieron las armas tras un acuerdo alcanzado con la mediación de los rusos, y los 120.000 residentes armenios ya han comenzado su éxodo. Más del 10% ya ha cruzado la frontera. Se abre ahora una nueva etapa en la que habrá que esperar para ver si la diplomacia toma el testigo a la violencia y si los políticos son capaces de reconducir esta situación, que recuerda a la de los balcanes, y de encontrar un encaje satisfactorio para Nagorno Karabaj, aparentemente dentro del territorio azerí. De momento, lo que se ve son los saqueos de las casas de quienes huyen a manos de los militares azeríes. Miles de desplazados que quedarán sin hogar y sin su forma de vida. Lo de siempre, vaya.

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  1. Odio étnico

    La chispa étnico-religiosa que incendia Manipur

Aunque rara vez se repara en ello, India cuenta con territorio al este de Bangladés, fronterizo con China y Birmania. Son siete estados poco conocidos y bastante conflictivos de la Unión, poblados por minorías étnicas que tienen poco que ver con el estereotipo marcado por las más numerosas y sacudidos a menudo por diferentes movimientos separatistas. Manipur es uno de esos estados, y lleva en llamas desde el pasado mes de mayo.

Protesta de mujeres Kuki en Manipur. AFP

Fue entonces cuando milicias de la etnia mayoritaria meitei -predominantemente hindú y urbana- y la minoría kuki-zo -en su mayoría cristiana y rural- comenzaron a enfrentarse con las armas por la decisión de conceder a la primera un estatus que ya le pertenece a la segunda y que puede otorgarle más ventajas económicas y ahondar así en la brecha de bienestar que las separa.

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Desde entonces, ambos grupos han levantado trincheras, han incendiado centenares de iglesias y templos -la religión siempre es una buena excusa para el odio- y mantienen la tensión en niveles alarmantes ante la sorprendente posición del Ejército, que apenas se emplea en la resolución del conflicto. Algunos acusan a las tropas de abandonarlos a su suerte, muestra del poco interés que Nueva Delhi tiene en estos territorios, mientras otros sostienen que la inacción se debe al temor de que las considere partidarias de un bando y que eso pueda provocar una rebelión contra el Estado como sucedió en 1970.

Gases lacrimógenos contra la violencia en Manipur. AFP

Mientras tanto, la barbarie continúa. El primer ministro indio, Narendra Modi, solo rompió su atronador silencio sobre el asunto cuando se publicaron vídeos de dos mujeres kuki desnudas sufriendo todo tipo de humillaciones y siendo violadas a manos de decenas de hombres meitei. Desde entonces, las denuncias de asesinatos, torturas y asaltos sexuales se han sucedido en un dramático goteo que no tiene visos de acabar.

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  1. Embrollo diplomático

    India y Canadá se enfrentan por el asesinato de un sij

Por si la situación en Manipur no fuese suficiente, India ha abierto un nuevo frente de guerra diplomática con Canadá. Curiosamente, también por lo sucedido con un miembro de otra minoría: el sij Hardeep Singh Nijjar, activista que abogaba por la independencia de la región de Kalistán en el Punjab -y que fue etiquetado como terrorista por Delhi en 2020-, fue asesinado a tiros en Canadá el pasado 18 de junio. El asunto habría pasado más o menos desapercibido si no fuese porque el primer ministro, Justin Trudeau, afirmó hace unos días que agentes indios están detrás del crimen.

Justin Trudeau y Narendra Modi se vieron amistosos en la cumbre del G20. Fue un espejismo. AFP

El dirigente canandiense no ha ofrecido pruebas de tal extremo, pero se ha hecho eco de las investigaciones «creíbles» de los servicios de Inteligencia y no ha dudado en tildar esta supuesta operación de «violación de la soberanía» canadiense y de «ataque contra los valores democráticos más fundamentales». Todo ello ha sido negado rotundamente por el gobierno indio, que lo ha calificado de «absurdo». Lo sorprendente sería que reconociesen haber ejecutado el asesinato, algo que, digan lo que digan, hace toda potencia que puede permitírselo.

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De momento, la sangre no ha llegado al río. Los indios han dejado de conceder visados a los canadienses, algunos diplomáticos han sido expulsados en un círculo vicioso de represalias recíprocas, y los discursos adquieren cada vez un tono más agrio. Es muy poco habitual asistir a un enfrentamiento entre dos países como India y Canadá, y resulta especialmente preocupante por la deriva autoritaria que se atisba en el gigante asiático.

Manifestantes contra Canadá en India. AFP

Desde que Modi, ultranacionalista hindú, tomó las riendas de India, el país vive una erosión de los valores democráticos y del respeto a los derechos de la ciudadanía. No obstante, en la esfera internacional siempre ha mantenido un perfil bajo, propio del País No Alineado que es. Si sus operativos han llevado a cabo en el extranjero el asesinato de un ciudadano foráneo, la operación supondría un peligroso punto de inflexión que pondría a India a la altura de las cloacas del espionaje estadounidense o chino y confirmaría que el mundo es cada día un lugar peor.

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