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El brutal atentado que ha costado más de un centenar de vidas en Irán y la posible respuesta de Hamás y Hezbolá al asesinato del jefe adjunto del buró político de la organización palestina, Saleh Al-Arouri, han disparado la tensión en Oriente Medio hasta ... límites inéditos en las últimas décadas. Tanto el Gobierno de Ali Jamenei como las milicias anti-israelíes han prometido «responder» y la comunidad internacional está a la espera de conocer el cuándo y el cómo, en una actitud extremadamente inquieta ante la eventualidad de una confluencia de duras acciones militares kiraníes y yihadistas en una región en proceso de desestabilización.
Lo que está claro es que la guerra de Israel, iniciada tras el ataque a los kibutz del 7 de octubre, está consiguiendo paulatinamente los objetivos del Gobierno de Tel Aviv, pero al mismo tiempo ha complicado un escenario que históricamente ha resultado un nido de avispas. Oriente y Occidente se enfrentan ahora no solo a la propia ofensiva en Gaza, sino a las acciones armadas de los hutíes en el mar Rojo, que están poniendo en grave peligro el tráfico comercial marítimo mundial; una posible crisis armada con Líbano, que su propio Gobierno intenta evitar en conversaciones con Hezbolá; y ahora la incógnita de Irán, que este jueves podría avanzar en la investigación del cruel atentado sufrido durante el homenaje al fallecido general Soleimani.
La escalada de tensión que soporta Oriente Medio no se detiene. Lejos de relajarse, este miércoles se disparó con la muerte de más de un centenar de personas y el doble de heridos en dos explosiones en Irán. Un suceso, calificado como «atentado terrorista» por las autoridades del país, cargado de simbolismo por el escenario y la fecha ya que tuvo lugar en la mezquita Saheb al Zaman de la ciudad de Kermán, en el sur de la república islámica, durante la conmemoración del cuarto aniversario de la muerte del general Qasem Soleimani, el jefe de las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria asesinado en 2020 durante un bombardeo estadounidense en Bagdad (Irak). Quienes planearon el ataque sabían que sería especialmente sangriento por la multitud que iba a reunir el homenaje a una figura que el propio ayatolá Alí Jamenei considera un «mártir viviente». Nadie había reivindicado la acción al cierre de esta edición, pero la respuesta iraní contra los autores de la peor matanza en la historia de la nación prometía ser «dura».
AHORA explosion en #Iran cerca de la tumba de Soleimani en la cuarta conmemoración de su asesinato.#Gaza#Israel pic.twitter.com/5CiihVqHrG
— Abu Amal (@FalasAbuAmal) January 3, 2024
La doble explosión ocurrió con centenares de ciudadanos de todas las edades, familias al completo, en las inmediaciones de la mezquita que guarda la tumba de Soleimani. El primer estallido se escuchó a las 15.00 hora local. El siguiente, unos trece minutos después. El lugar se transformó en apenas un cuarto de hora en caos, con gente en estampida que trataba de huir de la zona mientras soldados intentaban acordonar el recinto, gritos de auxilio, decenas de cadáveres sobre el suelo y charcos de sangre. «Estábamos caminando hacia el cementerio cuando, de repente, explotó una papelera que contenía una bomba. Sólo oímos el ruido y vimos a personas cayendo», relató uno de los testigos a la agencia estatal de noticias IRNA. La propia Guardia Revolucionaria confirmó que ambos artefactos estaban escondidos en sendas bolsas de plástico y que fueron detonados por control remoto. Una estaba colocada a unos 700 metros del punto donde reposan los restos del general y la otra, algo más lejos, a un kilómetro.
Las autoridades iraníes sospechan que el objetivo de los responsables de la matanza al hacer estallar las bombas con escasos minutos de diferencia era causar el mayor número de víctimas posibles. Primero entre las personas que habían acudido a la ceremonia de conmemoración de la muerte de Soleimani y, después, además, entre los miembros de las fuerzas de seguridad y el personal de emergencias desplazados hasta el lugar de la masacre. Reza Fallah, al frente de la Media Luna Roja en la provincia de Kermán, a unos 820 kilómetros de Teherán, retrataba los momentos de histeria posteriores a la doble explosión en una entrevista a la televisión iraní: «Nuestros equipos están evacuando a los heridos, pero hay oleadas de gente que bloquean las carreteras». El primer balance arrojó apenas una veintena de fallecidos, pero la última cifra ofrecida este miércoles por las autoridades de la república islámica elevaba las muertes a 103 y hablaba de 211 heridos, algunos de ellos «en estado crítico», lo que hace temer que la cuenta definitiva sea aún más dolorosa. Este jueves es jornada de luto nacional.
En Irán, pero también en los países de su entorno, se respira una enorme preocupación por la posible venganza que las autoridades del país querrán dar a los responsables del atentado. El líder supremo de la república islámica, el ayatolá Jamenei, que un día antes del doble ataque se había reunido con familiares del general Soleimani, no se anduvo con rodeos y prometió una «dura respuesta». «Los malvados y criminales enemigos de la nación iraní volvieron a crear un desastre y martirizaron a un gran número de personas queridas en Kermán», comentó en un comunicado. Hace poco más de una semana, el 25 de diciembre, lamentaba el asesinato de Razi Musavi, alto cargo de la Guardia Revolucionaria, durante un bombardeo hebreo en Damasco (Siria) en un momento de gran tensión en la región tras el estallido del conflicto entre Israel y Hamás hace casi tres meses. El martes, de hecho, un bombardeo en la capital de Líbano acabó con la vida del número dos del movimiento islamista, Saleh al-Arouri.
«Los malvados enemigos de la nación volvieron a crear un desastre. Tendrá una dura respuesta»
«Los autores de este acto cobarde pronto serán identificados y castigados por su acción odiosa»
«Renovamos nuestras condolencias a los mártires de hoy, al gran líder Qasem Soleimani»
«Nuestros equipos estaban evacuando a los heridos, pero oleadas de gente bloqueaban las vías»
El jefe de la milicia chií libanesa Hezbolá, Hasán Nasrala, se refirió este miércoles a ese ataque y también a la masacre de Kermán. «Ofrecemos nuestras condolencias», dijo antes de ensalzar la figura de Soleimani como «gran líder» y uno de «los mártires de hoy». La autoría de la doble explosión, sin embargo, era al cierre de esta edición una incógnita aunque el presidente de la república islámica, Ebrahim Raisi, garantizó que los responsables «de este acto cobarde pronto serán identificados y castigados por su acto odioso». «Los enemigos de la nación deben saber que tales acciones nunca podrán perturbar la sólida determinación de Irán», advirtió antes de anunciar la cancelación de su visita a Turquía, prevista para este jueves.
El atentado desató una ola de ira en el país y, al caer la noche, decenas de personas se acercaron al lugar del suceso al grito de «¡muerte a Israel!» y «¡muerte a Estados Unidos!». En Irán existen varios grupos armados activos, como Jaish al Adl (Ejército de la Justicia ) de ideología islamista suní, y el propio Estado Islámico ha ejecutado varios atentados en este territorio con decenas de muertos. Hasta ahora, Jundallah (Soldados de Dios) destacaba como el responsable del ataque más grave en la historia de Irán, ocurrido en 2010, que se cobró la vida de 39 civiles con el estallido de una bomba durante una peregrinación chií en Chabahar.
Qasem Soleimani se convirtió en leyenda en Irán cuando, dos meses antes de cumplir 63 años, en 2020, fue asesinado durante un bombardeo estadounidense en Irak. Pero su figura se había hecho popular décadas atrás. Antes de cumplir los 30 años ya ejercía como comandante de división en el ejército iraní, en el que decidió enrolarse tras la Revolución de Jomeini. Era conocido como «el comandante fantasma», «el general internacional» o «la pesadilla del enemigo» por su aparente capacidad para estar en todas partes y, además, resultar invisible. En 2014 salió de la sombra para convertirse en el mejor argumento de la república islámica en su lucha contra el Estado Islámico. De estatura media y barba y pelo canosos en sus últimas fotografías, Soleimani aparecía sonriente, sin uniforme, ni armas, rodeado de milicianos con pose amigable. Su asesinato lo convirtió en mártir de los chiíes.
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