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El Aga Khan, que ha fallecido hoy a los 88 años en Lisboa, era amigo del rey Carlos III, y de los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía. También del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Administraba una fortuna de unos 13.000 millones de euros. Celebraba triunfos de sus caballos en los hipódromos de Francia y de Inglaterra. Vivió con modelos y aristócratas, siguiendo la reputación de mujeriego que tuvo su padre, que se casó con la actriz americana Rita Hayworth. Y era al mismo tiempo el imán de los ismaelitas.
Nació en Ginebra en 1936 y recibió una buena educación en colegios escogidos de Suiza. En la Universidad de Harvard estudió ingeniería e Historia del Islam, dos materias de las que sacó provecho. Construyó un complejo turístico de élite en el norte de Cerdeña y polígonos de viviendas para los miembros de su religión, el ismailismo, una rama de la religión de Mohamed, de cuya hija, Fátima, habría descendido.
Su primer matrimonio fue con Sarah Croker Poole, hija de una familia británica con historial aristocrático a la que conoció en 1968 en Suiza. Dos años después se casó con una abogada alemana, Gabriela de Leiningen, que también hizo sus pinitos como cantante de música pop. Alcanzó así el título de la Begun Khan, en su larga trayectoria de esposa de hombres con grandes fortunas.
El ismailismo es la rama más grande de la versión chiíta de la religión musulmana. Sus seguidores tienen una base en la montañosa provincia de Alto Badajshan, en Tayikistán, la república de Asia Central que ha estado bajo el poder del Imperio británico, de China y de la Unión Soviética a lo largo de su historia. Su versión religiosa acepta la riqueza material como una señal de Dios.
El Aga Khan cultivó la fe y el interés por el dinero, construyendo institutos para el estudio del Islam, hospitales y centros administrativos para sus proyectos en París, en Londres y en países musulmanes. En el norte de Pakistán tuvo un conflicto con los sunitas locales, que le acusaban de inculcar en sus escuelas el abandono de la religión.
El Aga Khan tuvo que evacuar en 1973 a miles de ismaelitas a los que Idi Amin había expulsado de Uganda, junto a otros inmigrantes de Asia. Logró que Pierre Trudeau, padre del actual primer ministro canadiense, les diera refugio. Su imán les ha alentado a que compartan los valores de la vida canadiense y ha pronunciado discursos en su Parlamento para abogar por la pluralidad.
Se opuso a la invasión de Irak, que describió como un acto con consecuencias predecibles. A lo largo de su vida ejerció la caridad para mejorar las circunstancias materiales de los 12 millones a los que se debe como líder espiritual. La reina Isabel II le otorgó la ciudadanía británica tras muchos años de amistad en torno a las cerreras de caballos.
En Irlanda, donde tiene algunas de sus cuadras, sufrió el hecho que quizás le dio más popularidad, más allá de sus comparecencias en las revistas rosas. Una banda delincuente, que conocedores del caso identifican como el grupo terrorista IRA, en una operación para lograr dinero y comprar armas, secuestró en 1983 a Shergar, su mejor caballo, que había ganado recientemente el derby de Epsom.
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