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Jueves, 24 de febrero 2022
Felipe García se enteró este jueves de la invasión rusa de Ucrania al leer la prensa nada más despertar. Pero al mediodía este bilbaíno afincado a 60 kilómetros al sur de Kiev ya escuchaba el estruendo de las bombas y de los cazas sobrevolando su ... casa. «Yo vivo en una zona muy apartada, a unos 2,5 kilómetros de la Nacional 1, que es una carretera muy poco transitada, casi abandonada. Pero ahora sí que hay gente que se marcha de la capital. Algunos quieren llegar a Polonia, otros buscan refugio en las dachas que tienen en zonas rurales. La gente no está yendo a trabajar, pero los autobuses continúan funcionando», explica a este diario. Él, por su parte, ha preparado su casa de invitados para alojar a amigos que abandonan las ciudades ucranianas atacadas por el ejército ruso. «Tengo espacio para ocho personas y dos coches en los que podemos viajar hasta diez», cuenta, subrayando que aún no ha cundido el pánico entre la población.
Como muchos otros, en las dos últimas semanas García ha hecho acopio de alimentos no perecederos, gasolina y gas. «Tengo hasta un caballo, por si hace falta salir como Curro Jiménez», bromea. Pero es consciente de la gravedad de la situación y aplaude el trato que ha recibido de la Embajada de España. «Han insistido en que nos vayamos y están cuidando todo lo que pueden de nosotros», señala. Y eso que, según explican fuentes diplomáticas a este periódico, en la sede diplomática «solo queda el personal esencial y el local». Eso incluye a la embajadora y a los GEO que protegen el recinto. «La gente está haciendo las maletas y buscando donde refugiarse», comentan, recalcando que, pese a las insistentes advertencias de Estados Unidos, el estallido de la violencia ha sorprendido a los diplomáticos. «Nadie esperaba que Rusia bombardease el oeste del país, más allá de las regiones de Donetsk y Lugansk».
Según informó este jueves el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de los 436 españoles registrados en Ucrania, 320 continúan en el país. Muchos cuentan con la doble nacionalidad y no tienen intención de abandonar el país, pero en torno a un centenar busca cómo salir. Mientras tanto, las 15.000 empresas españolas que, de una u otra forma tienen negocios en los dos países enfrentados, contienen la respiración y prefieren no adelantar acontecimientos. «Es algo que acaba de estallar y no sabemos qué va a suceder», comentan desde el grupo cooperativo vasco Mondragon. «En cualquier caso, el impacto directo para nosotros no será muy significativo. Lo que sí puede hacer esta situación es afectar a la economía global, pero tenemos que esperar para poder hacer un análisis», concluyen.
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Otras empresas están más expuestas a esta tormenta geopolítica. «De momento, los negocios continúan con normalidad y no hemos sufrido la cancelación de ningún pedido», comenta Arantxa Izeta, responsable de Comunicación de Bellota Agrisolutions, un fabricante de componentes para maquinaria agrícola que el año pasado facturó más de 10 millones de euros en Rusia y casi cuatro millones en Ucrania. «Es un mercado muy importante para nosotros, y, si se aprueban sanciones económicas, podría afectarnos de forma directa e indirecta», elabora. Directa porque no podrían suministrar piezas a las empresas rusas; e indirecta porque tampoco podrían vendérselas a los fabricantes que exportan la maquinaria a Rusia. Y el país de Putin compra gran cantidad de ellas. En total, el comercio exterior de España con ambos países alcanza los 11.300 millones de euros, de los que el 75% corresponden a Rusia. Por eso, cualquier sanción severa tendrá impacto también en las cuentas de resultados de muchas empresas españolas.
«Lo que nadie sabe a ciencia cierta es qué quiere Putin de Ucrania. Quizá la industria de Járkov, o la agricultura de Donetsk. Lo que está claro es que de donde llegue no se va a marchar», apunta Felipe García, español residente cerca de la capital, Kiev. Y Georgiy Buvalets, un ucraniano procedente de la zona independentista de Donetsk, es de la misma opinión. No obstante, este joven quiere que, sea lo que sea, suceda cuanto antes. «Conociendo al ejército ruso, creo que va a tomar el control total de Ucrania. Espero que sea rápido», comenta. Y no porque él sea prorruso, sino porque desea «que la gente deje de matarse».
Buvalets culpa a Rusia y Estados Unidos de la «terrible» situación que se vive ahora. «Son dos superpotencias a las que la gente no les importa ni lo más mínimo y que no han sido capaces de alcanzar un acuerdo», explica. Sin embargo, su familia ahora está contenta en Donetsk: «Han vivido ocho años de guerra y, desde que Putin reconoció la independencia y las tropas rusas entraron, por primera vez pueden dormir tranquilos». La guerra se ha trasladado a otras zonas, y Buvalets teme que el conflicto se alargue. «Al final, siempre es la población civil la que lo sufre», sentencia. Buen ejemplo de ello es un ruso-ucraniano con raíces en España que prefiere no dar su nombre: vive en Rusia, pero su hijo estaba haciendo el servicio militar en Ucrania y ahora se ve obligado a combatir.
Tanto Buvalets como García coinciden en señalar que la clave del conflicto está en la actitud de Estados Unidos, la potencia que ha adoptado una actitud más agresiva hacia el Kremlin. «Creo que al final no se meterá en la guerra porque Europa lo impedirá. El continente depende demasiado de la energía rusa y debería buscar la cooperación con Moscú, no el enfrentamiento», comenta el ucraniano. «Pero la situación puede cambiar mucho si Putin llega a Kiev», advierte el español.
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