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óscar b. de otálora
Jueves, 24 de marzo 2022, 21:30
En los años de la Guerra Fría, una figura clave de la política internacional eran los kremlinologos, unos expertos capaces de descifrar cambios en la clase dirigente soviética por detalles como el color de una corbata. La invasión de Ucrania ha traído de vuelta esa ... forma de analizar la política rusa ante el secretismo y la manipulación que rodea al presidente Putin. Pero un termómetro de lo que puede estar pasando en Rusia es la relación entre los dos hermanos de sangre del dirigente. Dos tipos que se convirtieron en algo más que compañeros en la cúpula de Moscú por haber compartido combates de judo o posar con el presidente en sus famosas fotografías a pecho descubierto y montando a caballo.
Los dos hombres claves son Serguéi Shoigú, el ministro de Defensa, y Víctor Zolotov, el ministro de la Guardia Nacional. Ambos son antiguos camaradas de armas y otras cosas de Putin. Desde el pasado día 11, Shoigú ha desaparecido de la escena pública y el único que ha comparecido ha sido el segundo. Y lo ha hecho para reconocer que la ocupación de Ucrania va mucho más lenta de lo esperado. La pregunta es si esta asunción de que la ofensiva no va como el Gobierno había previsto es una especie de golpe palaciego, en el que uno de los favoritos de Putin arremete contra otro de los privilegiados para ajustar cuentas internas, o se trata de otra cosa. Para valorarlo es indispensable conocer el perfil de los dos personajes.
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Serguéi Shoigú es el hombre que acompañó a Putin en sus paseos en la naturaleza en los que se fotografió como un hombre de acción y cimentó su carisma de hierro. El escenario de las fotos es importante. Están tomadas en Tuva, una región despoblada, fronteriza con Mongolia, en la que el budismo y el chamanismo son las religiones más importantes. Shoigú nació en ese territorio y allí viajaba de forma habitual con Putin para que se relajase. Su amistad se forjó en estos ratos de ocio que ayudaron a crear la iconografía de Putin como macho alfa.
Shoigú fue entre 1991 hasta 2012 el ministro de Protección Civil, una especie de ejército 'privado' ya que aunque sus miembros son bomberos y trabajadores de emergencia pueden ir armados. Este ingeniero civil que hizo carrera en el Partido Comunista llegó al cargo un año después del desastre de Chernobyl, accidente que puso en evidencia la falta de un servicio capaz de hacer frente a un fallo nuclear. El ingeniero –no tiene ningún rango militar– utilizó el cargo para labrarse una imagen de salvador, al acudir a todos los lugares de riesgo –terremotos, inundaciones...– para prestar ayuda a la población. Así logró la medalla de Héroe de la Federación Rusa.
Serguéi Shoigú Como titular de Defensa, le apuntan por la lentitud de la ofensiva; no se le ve en público desde el día 11
Víctor Zolotov El oscuro líder de la Guardia forma parte de los 'securócratas' forjados en el Ejército o el KGB
En 2012 ascendió al cargo de ministro de Defensa. El presidente iba a cesar por corrupto al máximo jefe de las fuerzas armadas, Anatoli Serdiukov, y no quería sustituirle por un hombre procedente de San Petesburgo, lugar de origen del núcleo duro de su equipo. Para impedir que se pudiera crear un grupo opositor interno, Putin eligió al hombre de la lejana Tuva. Shoigú comenzó entonces una carrera ascendente. No solo le aseguraba el ocio al presidente sino que modernizó el Ejército que consiguió sus éxitos en Crimea y Siria.
Shoigú también levantó el templo del Ejército, una titánica catedral ortodoxa en la que hizo colocar a Putin en las vidrieras, lo que provocó el malestar del líder por excesivo. La invasión de Ucrania fue obra suya y la encomendó a su jefe de Estado Mayor, el general Valery Gerasimov.
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Víctor Zolotov es el único ministro que ha denunciado en público que la misión de Shoigú no es tan eficaz como se había previsto. Este oscuro personaje sí que pertenece al círculo de San Petersburgo y es, además, uno de los 'siloviki'. Este término ruso alude al grupo de 'securócratas' que llegó al poder desde las fuerzas de seguridad, los servicios secretos o el Ejército.
Zolotov, de 68 años, perteneció al KGB y en 1991 saltó a la fama por una fotografía que forma parte de la Historia. El presidente Boris Yeltsin consiguió parar el golpe de Estado comunista contra Gorbachov al subirse a un tanque para dar un mitin. Zolotov, que en ese momento era el guardaespaldas de Yeltsin, aparece en la imagen como un gigante encaramado a la torreta del blindado mientras vigila quién se acerca. A su pies, un soldado ruso parece llorar. Con el tiempo, este exagente secreto se convertiría en el guardaespaldas del alcalde de San Petersburgo, Anatoly Sobchak, cuyo número dos y discípulo era Vladimir Putin. Zolotov y el futuro presidente comenzaron a pasar tiempo practicando el judo, uno de los deportes favoritos de Putin.
El exagente inició una carrera al lado del actual presidente al convertirse en su sombra en todos los eventos a los que asistía. En esos años se vio salpicado por un siniestro escándalo: la muerte de Roman Tsepov. Antiguo empleado del Ministerio del Interior próximo a Zolotov, había creado una empresa de seguridad en San Petersburgo, Baltik Eskort, que fue acusada de todo tipo de conexiones con el crimen organizado. El 11 de septiembre de 2004, Tsepov falleció tras haber tomado una taza de té, supuestamente envenenada, en una sede del antiguo KGB.
Zolotov alcanza en 2016 unas cuotas de poder sorprendentes cuando Putin le nombra ministro de la Guardia Nacional, una unidad que está fuera del control del Ministerio de Defensa y responde an solo ante el presidente. Es un cuerpo destinado a proteger el orden interno y formaría parte de una estrategia de Putin para evitar que un golpe de de los generales pueda derrocarle. La Guardia, formada por cerca de 400.000 personas, se ha convertido en el contrapeso del Ejército en la lucha por el poder. Es en ese contexto en el que Zolotov afirma que la invasión de Ucrania no va como estaba planeada. La duda es si esa frase forma parte de la pugna entre lugartenientes de Putin o el desastre militar ruso es de tal magnitud que no hay forma de ocultarlo.
El parqué moscovita tuvo que echar el cierre el pasado 25 de febrero porque, ante la llegada de las primeras medidas de castigo de Occidente (apenas un par de días después), la convulsión fue tal que se sucedieron desplomes que llegaron a superar el 30% en su índice MOEX, en rublos. El verde que acompañaba esta vuelta a la actividad el jueves fue calificado de «farsa» por EEUU al destacar que sólo opera con el 15% de las compañías que cotizan. Acusó al Kremlin de «apuntalar artificialmente» las acciones de las empresas.
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