Milorad Dodik, el lobo con piel de cordero
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El presidente de la República Sprska, la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina, tensa las relaciones con OccidentePerfil ·
El presidente de la República Sprska, la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina, tensa las relaciones con OccidenteMilorad Dodik ha salido rana. La esperanza blanca de Occidente en la República Srpska ha resultado ser un nacionalista radical, euroescéptico y prorruso. Otro sujeto que, como el húngaro Victor Orban o el eslovaco Robert Fico, desafía las tesis continentales partidarias de la unión y ... la oposición a Vladimir Putin. Ahora bien, aunque menos conocido, su caso es aún más perturbador que los anteriores. El presidente de la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina alienta la segregación territorial y carga mediante exabruptos contra los representantes de Estados Unidos y la Unión Europea en su país. El dirigente tensa la situación para lograr réditos electorales sabiendo que una declaración de independencia reanudaría la guerra que acabó en 1995 con los acuerdos de Dayton.
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Ya nadie habla de Bosnia y Herzegovina, como si aquel drama hubiera sido resuelto, lo que, en realidad, no es cierto. Las tensiones intercomunitarias permanecen. Entonces, hace tres décadas, la oposición de la minoría bosnia de origen serbio a su ruptura con la moribunda Yugoslavia y la creación de un nuevo país devino en pavorosa guerra civil. La intervención norteamericana forzó una salida aparentemente consensuada con la creación de una federación de los croatas y bosnios musulmanes, por una parte, y de los serbobosnios, por otra. Nació así la República Srpska, ente autónomo y el hogar de estos últimos y convertida, desde su proclamación, en un bastión de aquellos primeros insurgentes, proclives a su adhesión a Serbia.
El país ha permanecido tutelada por Bruselas y Washington. Además de la precariedad económica, los problemas provienen de una clase política anclada en postulados sectarios. Dodik, de 64 años, parecía el elegido para una transición hacia posiciones más moderadas y de colaboración. Desde su puesta en marcha, la República Srpska había sido dirigida por el Partido Demócrata Serbio, fundado por Radovan Karadzic, uno de los más famosos criminales de guerra, y partidario de la limpieza étnica. El nuevo dirigente presidía la Alianza de Socialdemócratas Independientes, creada en 1996 y, pese a la insignificancia de la formación, llegó al cargo de primer ministro sólo dos años después.
El lobo mostró cierta piel de cordero en sus primeros pasos. Prometió devolver sus hogares a los 70.000 refugiados croatas y bosnios y, a cambio, se le dotó de ayuda financiera. Pero, tras alcanzar su segundo mandato, revalidado con casi el 47% de los votos, mostró su verdadera epidermis. El dirigente comenzó a amenazar con un referéndum para aprobar la independencia y, por ejemplo, negar la autoridad de los jueces musulmanes.
Su política recurrió a gestos grandilocuentes y exasperantes. El espíritu retador se manifestó explícitamente al fletar un avión para recoger a la ex prisionera Biljana Plavsic, ex presidenta de la entidad serbia y encarcelada en Suecia por su implicación en la guerra, y recibirla como una heroína en Belgrado.
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El ánimo de rebeldía ante Occidente y las leyes impuestas en Dayton le supuso grandes réditos en el seno de una comunidad aquejada de cierto victimismo y deseos de revancha ante las soluciones establecidas por agentes extranjeros. En las elecciones presidenciales de 2018, obtuvo casi el 54% de las papeletas, y prosiguió su escalada de declaraciones. Ni siquiera las sanciones impuestas por Washington y Londres le han arredrado. Tampoco un proceso judicial por incitar al odio promovido por la Comisión Electoral Central.
La trascendencia de sus declaraciones ha aumentado en los últimos años, posiblemente por el respaldo de países como Serbia, Hungría y Rusia. Dodik ha llegado a asegurar que la matanza de Srebrenica, en la que fueron asesinados 8.000 musulmanes, nunca tuvo lugar. Además de herir la sensibilidad de los bosnios, su estrategia ha ido encaminada a socavar la jurisdicción estatal. A ese respecto, ha cuestionado la fiscalización de las inversiones en Sprska o abogado por la supresión del Ejército nacional.
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Su apoyo a la causa rusa en Ucrania, pese a su primera declaración de neutralidad, no se antoja extraña para un político de posturas euroescéptica y antiatlantista. El presidente ha intentado que Bosnia no apoyara a Kiev y, hace un año, galardonó a Putin. Como el régimen de Moscú, también ha asumido una política de acoso a la minoría LGTBI.
La arrogancia del presidente no ha decaído incluso en las circunstancias más adversas, como cuando, hace tres meses, hubo de comparecer ante un tribunal en Sarajevo acusado de desacato a Christian Schmidt, Alto Comisionado para Bosnia y Herzegovina. Dodik ha insultado a esta figura, encargada de la implementación de los acuerdos de paz, al que ha calificado de 'hijo de fascistas' y 'apestoso' e, incluso, amenazándolo con arrestarlo si entra en la entidad autónoma serbia. También ha cargado contra Michael Murphy, el embajador estadounidense, y ha manifestado su interés en una nueva victoria en las urnas de Trump.
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La osada política populista del mandatario sigue proporcionándole el apoyo de los suyos. Ni siquiera las acusaciones de corrupción, relacionadas con las redes empresariales de sus hijos Igor y Gorica, ha rebajado su tono. Incluso se ha sobrepuesto a una realidad social lastimosa, común a toda Bosnia, que sufre el lastre de la escasa inversión internacional, elevados índices de paro y la emigración masiva.
La mejor defensa es un ataque para Dodik y siempre existe la posibilidad de una vuelta de tuerca a un discurso incendiario. Su última declaración pública ha sido a favor de la Gran Serbia, un país que reuniera a la actual Serbia, la república Sprska, las provincias afines Kosovo y Montenegro. Esa tesis supondría romper todo el tablero de los Balcanes y, previsiblemente, incendiarlo. Tampoco hay una verdadera alternativa. La líder opositora Jelena Trivic le achaca del desastre económico que sufre el país, pero comparte las maneras chovinistas. El destino de los bosnios no parece pasar por la mesura y la colaboración entre sus autoridades.
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