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Muchos hicieron bromas cuando China anunció que su Marina contaba ya con un portaaviones. Y razones no faltaban. Pese a que Pekín lo presentó a bombo y platillo como un ejemplo de su creciente poderío militar, el Liaoning era en realidad un obsoleto navío soviético que entró en servicio por pura casualidad. Porque la caída de la URSS dejó al Varyag -que es como se le bautizó en origen- a medio construir. Los ucranianos que le daban forma en Mykolaiv decidieron vendérselo tal y como estaba al empresario chino Xu Zengping, que en 1998 le vio potencial como casino flotante y pagó 20 millones de dólares por él en una subasta. Pero, según cuenta el propio Xu, China se lo expropió y lo llevó para su reacondicionamiento al puerto de Dalian, en el noreste del país, que es donde arrancaron los laboriosos trabajos para convertirlo en el Liaoning.
El segundo portaaviones chino, el Shandong, sí provocó algo más de temor. Porque su construcción ya se produjo íntegramente en el gigante asiático. Eso sí, con un diseño muy similar al de la clase Kuznetsov soviética. Según el relato oficial, la fabricación se inició en 2013 y concluyó solo cuatro años después. El Shandong entró en servicio en 2020, pero Estados Unidos subrayó entonces que los dos primeros portaaviones, con desplazamientos de 60.000 y 66.000 toneladas respectivamente, no suponían una gran amenaza para su flota de propulsión nuclear. Los de las clases Nimitz y Ford eran aún muy superiores.
Ahora, no obstante, el salto cualitativo que ha dado China es sustancial. En 2022 botó su tercer portaaviones, el Fujian -otra provincia del este del país-, y la historia ha cambiado radicalmente: es el buque convencional de su clase más grande del mundo -mide 316 metros de eslora, solo 17 menos que el portaaviones nuclear americano Gerald R. Ford-, tiene un desplazamiento de 80.000 toneladas -5.000 menos que su rival estadounidense-, y, según los datos que se han conocido en los últimos días, incluye nuevas tecnologías que certifican su rápido acercamiento al poderío estadounidense. La Fuerza Naval china ya no es aquella de hace 200 años que cayó derrotada frente a los británicos al inicio del 'siglo de humillación'. De hecho, ya es la mayor del planeta, con 370 buques de guerra y submarinos.
El principal hito del Fujian, según lo publicado esta semana por la cadena estatal CCTV con motivo de la primera travesía fuera del puerto, se encuentra en su catapulta electromagnética, un elemento que solo se había logrado instalar hasta ahora en los buques con propulsión nuclear. Se trata de un sistema que, a diferencia de las catapultas convencionales de pistón, lanza los aviones reduciendo el daño que los aparatos sufren en esta maniobra de aceleración requerida para el despegue en la corta pista de los portaaviones. Además, permite que esos aparatos puedan volar con los tanques de combustible llenos y el máximo armamento posible. El Fujian podría navegar con 50 o 60 aeronaves, entre las que se encuentran los cazas J-15 y los aviones de reconocimiento KJ-600.
2 millones
de soldados componen las fuerzas armadas de China. No obstante, el Gobierno quiere reducir esta cifra: no hace falta cantidad, hace falta calidad.
La mayoría de las características del Fujian son desconocidas, pero los servicios de inteligencia occidentales no han tardado en analizar a fondo las imágenes publicadas para tratar de dilucidar cuáles son los sistemas de defensa con los que cuenta. De momento, se han detectado varios sistemas artilleros antimisil -ametralladoras ultrarrápidas- acompañados de diferentes baterías de misiles que los analistas equiparan a los americanos SEARAM. Nada fuera de lo habitual.
«También cabe la posibilidad de que cuente con sistemas de defensa más avanzados y adaptados a los nuevos tipos de guerra que estamos viendo, pero esos son más difíciles de identificar», comenta un alto mando del ejército español que prefiere mantenerse en el anonimato. «Porque Ucrania y Gaza están demostrando que la guerra en el siglo XXI no es exactamente como nos la imaginábamos». A ese respecto, el análisis del Fujian deja entrever lo que parecen armas acústicas y rampas desarrolladas pensando en operaciones con drones.
En cualquier caso, la principal preocupación en Washington está en la rapidez con la que China ha pasado de reconstruir un viejo portaaviones soviético a desarrollar uno propio con capacidades superiores a las de la clase Queen Elizabeth británica. Sobre todo porque el gigante asiático ya trabaja en el 'tipo 004', y todo apunta a que será nuclear -lo que le proporciona mayor velocidad y autonomía ilimitada en el mar- y de tamaño equiparable a la joya de la corona americana, el Gerald R. Ford.
«China continúa en su empeño por desbaratar el orden internacional a través de un Ejército cada vez más eficiente», afirma el Departamento de Defensa (DOD) de Estados Unidos, que en su último informe anual sobre el poderío chino advierte de la rápida modernización militar del país, desde su fuerza de disuasión nuclear -que suma ya más de 500 armas atómicas y cuenta con su particular 'tríada'-, hasta su capacidad para derribar satélites, pasando por nuevos misiles intercontinentales «capaces de alcanzar objetivos en el territorio continental de Estados Unidos» e hipersónicos, fragatas de última generación, buques anfibios de asalto y cazas como el J-35, que se acercan a las características del F-35 americano.
Todo ello se engloba en la estrategia del presidente Xi Jinping para «rejuvenecer la nación china». Es un objetivo social, económico, político y militar que el líder chino ha marcado para 2049, momento en el que la República Popular cumplirá un siglo. Para entonces, China debe contar con «un ejército de primera clase capaz de disputar y de ganar guerras», meta a la que destina ya casi 220.000 millones de dólares anuales, una cantidad que solo supera Estados Unidos. Y no son pocos quienes creen que para la mitad de este siglo Xi espera haber invadido Taiwán, donde la botadura del Fujian se ha visto con especial preocupación.
El principal problema para China a nivel militar es que no ha participado en ninguna guerra desde 1979. «Están tratando de suplir esa falta de experiencia haciendo maniobras y ejercicios cada vez más realistas, más parecidos a situaciones de combate», explica un funcionario del DOD. «Además, los líderes chinos estudian con detenimiento los conflictos en los que están involucrados Estados Unidos, Rusia y otros en los últimos años», añade el informe de Defensa. La invasión de Ucrania es una mina de conocimiento y un toque de atención: una superioridad bélica sobre el papel no tiene por qué trasladarse directamente al campo de batalla.
El militar español incide también en la importancia que en los nuevos enfrentamientos han adquirido tanto los drones -ya sean aéreos o navales- y la consecuente batalla electrónica para neutralizarlos, combinados con elementos que se creían casi obsoletos, como los tanques. En un conflicto entre superpotencias, señala, «también serían clave la guerra espacial y cibernética». Y ahí incluso el DOD teme que China lleve la delantera.
En cualquier caso, el auge de este poderío armamentístico chino no tiene solo una función militar. También puede ser un buen negocio. Porque China es el cuarto mayor exportador de armas del mundo, por detrás de Estados Unidos, Francia y Rusia, y ambiciona ocupar el vacío que los rusos van a dejar debido a las restricciones que la invasión de Ucrania ha provocado en su industria.
China solo cuenta con un 5,8% de cuota de mercado -apenas el doble que España-, y es evidente que hay oportunidades. Actualmente, Pakistán, Bangladés y Tailandia son sus principales clientes, pero las armas chinas están cada vez más extendidas. No en vano, hace unos días la aparición de un misil antitanque HJ-8 en manos de Hamas ha sorprendido a muchos. «Eso es lo que nos sobra. Ya estamos en el modelo HJ-12», se mofaba una propagandista china en Twitter, mostrando el equivalente chino al 'Javelin' que ha cobrado fama en Ucrania.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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