Masoud Pezeshkian, el cirujano prudente
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El nuevo presidente iraní debe conciliar su espíritu reformista con la cerrazón ideológica del régimen teocráticoHagan cuentas. Si el 55% del electorado que acudió a las urnas en Irán el pasado día 5 se decantó por el candidato reformista, sin duda la mayoría que apoya la democratización efectiva en el país asiático resulta mayor. Ese cálculo se basa en su ... sorprendente éxito, obtenido pese a la masiva desmovilización de los contrarios al régimen. En la primera vuelta menos del 40% pasó por los colegios y los progresistas tampoco acudieron masivamente a la segunda, que sólo sedujo a la mitad de los convocados. Apenas se movieron porque la población hipotéticamente afín al renovador no confía en las posibilidades de Masoud Pezeshkian. ¿Y los conservadores? Su fidelidad y número se halla fuera de duda en un sistema basado en la fe y el clientelismo.
Al nuevo presidente de los persas se le presume un pulso magnífico por su condición de cirujano cardiaco. Lo precisará para retener el poder. Sus seguidores le demandan transformaciones sustanciales, pero, hasta ahora, la teocracia iraní ha impedido cualquier atisbo de modificación. El Consejo de Guardianes y el ayatollah Alí Jamenei, el Líder Supremo, vigilan la preservación de los principios de la Revolución Islámica, el Parlamento posee una mayoría inmovilista y el aparato militar, integrado por la Guardia Revolucionaria y la milicia bashij, controla las calles. Un paso en falso y puede ser destituido sin controversia alguna, simplemente aplicando la ley.
El dirigente sabe que deberá nadar en aguas procelosas, aunque tampoco resulta un francotirador. Este profesor de Corán siempre ha sabido guardarse las espaldas dentro de una línea que no es la oficial, pero que tampoco difiere radicalmente. Acepta los principios de la Revolución Islámica y ha sabido mantenerse en la escena política durante el último cuarto de siglo. Su incorporación tuvo lugar durante la fallida etapa de Mohamed Jatamí, un reformista que fracasó en su estrategia de apertura.
Durante su mandato, entre 1997 y 2005, ejerció como viceministro y ministro de Salud y, posteriormente, ha permanecido como miembro de la Asamblea Consultiva, el parlamento iraní, a lo largo de cinco legislaturas. Su propuesta de despenalizar el consumo de drogas fue el único desacuerdo de relieve en este periodo.
Pezeshkian, de 69 años, es hijo de azerí y kurda, dos de las minorías étnicas de irán con aspiraciones nacionalistas. Su fidelidad al régimen quedó manifiesta durante la guerra con Iraq en la que ejerció como médico. Posteriormente, impartió clases de fisiología en la Facultad de Medicina. Dentro de su biografía se destaca que su mujer, ginecóloga de profesión, y uno de sus hijos fallecieron en un accidente automovilístico y que él se encargó de cuidar de los dos vástagos restantes sin volver a contraer nupcias.
Su inclusión en las filas de la disidencia interna se manifestó en 2009 cuando apoyó las manifestaciones callejeras y fue la causa de que el Consejo desautorizara su candidatura presidencial en 2021. El nuevo presidente sustituye a Ebrahim Raisi, fallecido en un accidente de helicóptero el pasado mes de mayo.
El deshielo de las relaciones con Estados Unidos es el objetivo más ambicioso de su mandato. Pero la pretensión parece difícil en el contexto actual, con Teherán apoyando a Hamás y Hezbollá y el resentimiento acumulado por el asesinato en Bagdad de Qasem Soleimani, el militar de más alta graduación, víctima de un ataque de precisión efectuado por Washington.
La hostilidad de la elite contrasta con el hecho de que 1,5 millones de iraníes viven en Norteamérica y mantienen vínculos familiares con su tierra de origen. Además, la occidentalización de las nuevas generaciones, mucho más cosmopolitas por su acceso a los medios de comunicación extranjeros, la creciente urbanización y los problemas derivados del aislamiento internacional, han incrementado el deseo de apertura.
El uso forzoso del velo se ha vuelto el elemento de fricción más grave y, sobre todo, visible, entre el gobierno y amplias capas de la sociedad. Las declaraciones al respecto del nuevo jefe del Ejecutivo demuestran su calculada ambigüedad y cuestionable liberalidad. Rechaza la represión de la policía de la moral, pero no por convicción ideológica, sino por una cuestión de mero pragmatismo. Pezeshkian cree que si no se ha podido «guiar» a las mujeres a través de la educación, la obligación mediante la coacción resulta «científicamente imposible».
El relajo de la medida se antoja peliagudo. A la escasa capacidad de maniobra del presidente se suma el riesgo de que cualquier concesión acentúe la polarización de la población y aliente una primavera iraní de graves consecuencias. Pero hay más. La peculiar situación económica es el escenario donde se produce esta confrontación. Las sanciones económicas y la crisis global han impactado sobremanera en las condiciones de vida de la población. El declive de la clase media, la falta de empleo y la precariedad de amplias capas, son las consecuencias de un proceso que se remonta a 2012.
El control de los grandes recursos, principalmente derivados de los hidrocarburos, se halla en juego y, ante ese riesgo, no cabe la posibilidad de un golpe de timón. Mehdi Karrubí, un candidato que le precedió en ese espíritu, fue mucho más allá demandando un cambio efectivo. El hijab opcional y la privatización de las empresas públicas se hallaban entre sus medidas. Fue tachado de 'corrupto en la tierra', la acusación más grave que puede recaer sobre los disidentes y aún sufre arresto domiciliario. Pezeshkian sabe que en el golfo Pérsico hay que nadar y guardar la ropa con el mayor celo posible. Veremos si se mantiene a flote.
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