Manuel Rocha, el último troyano
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Este exembajador estadounidense en México o Argentina ha ejercido durante cuatro décadas como espía de los servicios secretos cubanosLos aqueos anticiparon las sofisticadas formas del espionaje contemporáneo. El colosal caballo que abandonaron en el campo de batalla fue conducido por los soldados de Troya hasta el corazón de su aparentemente inexpugnable ciudad. Los guerreros escondidos en el interior del artefacto abrieron las puertas ... y permitieron la invasión de la urbe. No se trata tan sólo de un mito, sino también de toda una metáfora de la Guerra Fría y sus estratagemas. El bloque comunista también introdujo subrepticiamente a algunos de los suyos en el seno del sistema capitalista hasta llegar a las elites.
La administración de Alemania Occidental estaba plagada de confidentes al servicio del poder al otro lado del Muro. El ejemplo más ambicioso fue el de Gunther Guillaume, el asesor del canciller Willi Brandt y miembro cualificado de la Stasi. El caso de Víctor Manuel Rocha, antiguo embajador estadounidense de 73 años de edad, establece otro hito aún más audaz. Aquel hombre que aconsejaba a los presidentes Bill Clinton o George Bush era nada menos que un infiltrado de los servicios secretos cubanos.
La existencia de un jubilado de lujo en Miami se ha venido abajo. Arrestado hace quince días, se ha presentado ante un tribunal que le imputa quince cargos cuyas penas suman sesenta años de cárcel. Entre otros cargos, se le acusa de ser agente ilegal de un gobierno extranjero. Ha abandonado el cuidado de sus inversiones para enfrentarse a un juicio que, sin duda alentará el interés de la opinión pública, Netflix y Hollywood.
¿Cuándo aquel joven prometedor se convirtió en una especie de doctor Jeckyll y mister Hyde de la política? Es cuestión de debate en todas las tertulias televisivas que se celebran al otro lado del Atlántico. Algunos de los expertos dicen que su compromiso con La Habana se fraguó en sus años estudiantiles, mientras que otros aducen que tuvo lugar durante un viaje a Chile inmediatamente posterior. Al parecer, según estas fuentes, la traición surgió de la observación de la dictadura de Pinochet. En cualquier caso, todo indica que en Santiago se estableció, de forma efectiva, su relación con la Dirección de Inteligencia (DI) de Cuba.
La vida de Rocha incluye varias piruetas. Hijo de una viuda colombiana dependiente de la asistencia social, creció en el Harlem latino sin demasiadas esperanzas de ser favorecido por el 'american dream'. Pero una beca para estudiar en el Taft College cambió su destino, quizás en varios sentidos. El hijo de emigrantes comenzó a codearse con los vástagos de la alta burguesía de Nueva Inglaterra, la más antigua, sofisticada y cosmopolita del país. Él mismo ha confesado que fue aceptado a regañadientes.
Tal vez, su recuerdo de la marginación sufrida le inculcó cierta conciencia de clase. De todas maneras, esa circunstancia no le apartó de su esplendoroso futuro, fraguado en las universidades de Yale, Harvard y Princeton, allí donde cursó estudios de Administración Pública y Relaciones Exteriores. El joven licenciado obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1978 y, tras un primer empleo en una agencia de cooperación al desarrollo, entró a trabajar en el Departamento de Estado.
La carrera de Rocha se extiende a lo largo de cuarenta años. Hasta su apresamiento, seguía vinculado al servicio público nada menos que como asesor del Comando Sur de las Fuerzas Armadas, la estructura militar dedicada al control de América Latina y que dedica una especial atención a Cuba.
Las consecuencias de su entrega a la causa de Fidel Castro y los suyos son inimaginables. El funcionario ha sido embajador en México, Argentina, Bolivia o Italia. El temor ante la magnitud de sus revelaciones se acrecienta si tenemos en cuenta que fue subdirector de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, la oficina diplomática. Existe la sospecha de que contribuyó al desenmascaramiento de los agentes secretos de Washington en la isla. Además, Rocha ejerció como director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional.
El exembajador creó una doble vida. El veterano partidario de la Revolución Cubana se había convertido, de cara a la galería, en el ultraconservador partidario de Donald Trump, un hombre afable y atildado. La máscara cayó al suelo cuando el cazador resultó cazado por alguien con un perfil similar. El pasado mes, acudió a una reunión con un presunto contacto del DI al que confió sus secretos. En realidad, se trataba de un agente del FBI que grabó la entrevista.
Rocha se ha convertido en uno de los episodios más sangrantes del espionaje en Estados Unidos. Su larga carrera le ha permitido el acceso a numerosos documentos clasificados que, posiblemente, han acabado en La Habana y Moscú. Según el Fiscal General Merrick Garland, se trata de una de las filtraciones más largas y graves en la historia de la potencia.
La trascendencia de sus aportaciones difícilmente podrá ser aclarada. Pero hay circunstancias de su trayectoria que ahora revisten otra interpretación. En 2002, mientras era embajador en Bolivia, sugirió que la victoria electoral de Evo Morales perjudicaría las relaciones del gobierno local con la Casa Blanca. Entonces, aquel comentario fue tachado de imperialista, y el candidato indigenista ganó los comicios. Ahora, todos se preguntan si, en realidad, respondía a una sutil operación encubierta de este troyano contemporáneo.
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