Makoko, la miseria flotante
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El mayor barrio marginal de África Occidental se alza en Lagos sobre aguas contaminadas que no acompañan su estatus de megaciudadTodo es superlativo en Lagos (Nigeria). Las cifras abruman. La mayor urbe africana concentra 16,5 millones de habitantes y más de 23 sumando su área metropolitana. Ese desmedido crecimiento, en torno al 3,7% anual, la convertirá en la mayor ciudad del planeta en ... 2050, cuando su censo supere los 100 millones. Algunas fuentes calculan que 500.000 de estos vecinos viven y mueren en la calle. «Yo creo que el número es mucho mayor», advierte Juanjo González Nieto. «Allí no hay clase media, sólo ricos y pobres, mansiones o la mayor miseria».
Hace cinco años, este empresario sevillano accedió a una beca de Comercio Exterior y, a la hora de elegir destino, se decantó por la ciudad ribereña del Golfo de Guinea, dividida entre una zona continental y otra insular, tal y como sucede en Nueva York. Según explica, quienes llegan por avión han de cruzar un largo puente que los conducirá al centro. Para el recién llegado la primera visión de Nigeria es Makoko, un barrio entre la tierra y el mar, con miles de palafitos levantados sobre agua negra y basura. «Es inmenso y sorprendente», señala.
El emprendedor trabajó para la embajada española en el ámbito del asesoramiento comercial. «La Administración me proporcionó alojamiento por el elevado coste del alquiler», recuerda, y explica las draconianas condiciones locales para acceder a un apartamento. «Normalmente, te piden uno o dos años de alquiler por adelantado», indica. La vivienda es un problema muy grave en la urbe. «Los empleados de los supermercados y centros comerciales suelen vivir en el parking».
No es el único conflicto. Las dificultades se multiplican en este gigantesco escenario. La seguridad constituye otra cuestión crucial. Nigeria es un país con elevadas tasas de delincuencia, donde proliferan los asaltos y secuestros incluso del alumnado en colegios y universidades. «Te desaconsejan viajar por el interior y nosotros íbamos con vehículo y chófer propios», recuerda. «Además, llamas mucho la atención porque allí no hay blancos».
Su visita a Makoko no le dejó indiferente. Está considerado el mayor 'slum' o barrio marginal de África Occidental, un vasto complejo de chabolas separado del océano por miles de troncos flotantes que son utilizados como material para fabricar las viviendas. No se trata de un asentamiento joven. Los primeros emigrantes llegaron desde la vecina Benín en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Nigeria era una colonia británica.
Ni siquiera se trata de una sola aglomeración. El barrio está formado por seis aldeas contiguas en las que se habla inglés, francés y los idiomas locales egun y yoruba. Hoy, en su interior se aprieta un cuarto de millón de pobladores que sufre condiciones extremas, sin acceso a servicios básicos como agua potable, red de saneamientos o electricidad. La sanidad se halla en manos de clínicas informales y las parteras tradicionales. «Hablamos de una comunidad pobre y cerrada», indica, y señala que, actualmente, entre el 80 y 90% de las familias subsiste de la pesca. «Pero la alta contaminación resulta muy contraproducente porque tienen que alejarse cada vez más de la costa», apunta.
100 millones de habitantes
tendrá Lagos en 2050 y se convertirá oficialmente en la mayor ciudad del planeta.
La polución es un problema muy grave en África. «Hay plásticos en el agua hasta la línea del horizonte en el tramo de litoral que va desde Lagos a Accra, la capital de Ghana». La lucha contra esa lacra y la posibilidad de dotar de un mejor entorno a los habitantes del barrio movieron a González y otros expatriados a poner en marcha un proyecto de reciclaje.
El primer paso fue una recogida de desechos. No existen servicios de limpieza y esta campaña pretendía concienciar a la opinión pública sobre las pavorosas condiciones de vida en aquel lugar. «Las familias llegan a tener doce hijos y no pueden pagar las tasas municipales de recogida de residuos».
El mayor obstáculo inicial fue conseguir el acceso a la zona. Como en otros barrios de aluvión, predominan las divisiones tribales y las leyes no escritas del crimen organizado. «El control se halla en manos de los 'area boys', bandas de jóvenes que practican la extorsión y la venta de drogas», informa, y señala que el poder en Nigeria responde a un triángulo de competencias. «Por un lado está la administración central, luego la local vinculada a familias tradicionales que impone tasas propias y, luego, las mafias que también exigen tributos a cambio de protección».
Makoko se ha convertido en un riesgo para toda la ciudad. «Es un foco de insalubridad porque no hay acceso a agua potable ni alcantarillado», explica. La fragilidad de las viviendas también provoca desastres. Algunas son, paradójicamente, destruidas por el fuego, necesario para cocinar y calentarse, mientras que otras son derribadas por las fuertes lluvias, habituales en esta región cercana al Ecuador. «No hay cemento o barro, todo está construido con madera».
Los derrumbes constituyen una pavorosa seña de identidad de Lagos, tanto sobre el agua como en tierra firme. Cada quince días, un edificio se derrumba en Lagos y ese percance no discrimina entre zonas acomodadas y míseras. La falta de escrúpulos de los contratistas, que suelen utilizar materiales de mala calidad y no respetan las normas municipales, y la irresponsabilidad de las agencias de supervisión, permiten este tipo de colapsos.
Curiosamente, Makoko ha inspirado revolucionarios modelos constructivos. La Escuela Flotante era un proyecto del arquitecto nigeriano Kunlé Ayedemi que recurría a elementos locales para crear una estructura sostenible. El edificio de madera se sostenía sobre bidones vacíos de plástico y poseía células solares en su techo. Fue galardonado en la Bienal de Venecia en 2016, sólo una semana antes de que una tormenta la arrasase.
La ONG Mondo4Africa, la iniciativa de González Nieto y sus compañeros, también ha buscado soluciones originales. El empresario andaluz y sus compañeros pusieron en marcha una asociación sin ánimo de lucro para crear una planta de reciclaje. «Hemos establecido incentivos económicos para recoger plásticos, enviarlos a una trituradora y volvemos a venderlos». Pero nada resulta sencillo en Lagos, la megaurbe. «Es una ciudad complicada que no resulta cómoda para vivir y trabajar y, además, los visados son caros».
Los contrastes en la que será la mayor ciudad del mundo se antojan abismales, tal y como cabría esperar de ese entorno excesivo. Las autoridades promueven megalómanos proyectos como Eko Atlantic y Banana Island, islas artificiales destinadas a convertirse en nuevas áreas comerciales y residenciales de lujo. Pero el mar acecha. Para protegerlas del aumento del nivel del océano, consecuencia del cambio climático, se erige la Gran Muralla, barrera de dieciocho metros de altura y más de ocho kilómetros de longitud formada por bloques de cemento de cinco toneladas.
¿Y Makoko? El gobierno local mantiene una posición ambivalente hacia este arrabal. «Por un lado, ha intentado dar asistencia y, por otro, erradicarlo, y ha llegado a destruir una tercera parte». En 2012 la Administración quebró los pilotes de cientos de casas después de enviar cartas a sus moradores en las que se les concedía un plazo de 72 horas para abandonarlas. Entre las razones para este derribo masivo se argüían motivos económicos, medioambientales y su inconveniencia para «el estatus de megaciudad» de Lagos. La capital financiera de la primera potencia del continente se merece otra carta de presentación.
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