Mahamat Kaka, nuestro hombre en Chad
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El presidente transitorio del país africano, heredero del cargo de su padre sin elecciones de por medio, se afianza en el control de un país esencial para los intereses de Occidente en el continenteGerardo Elorriaga
Sábado, 1 de abril 2023, 19:19
No lo atestigua Google Maps, pero resulta evidente que, geopolíticamente todos los caminos del Sahel conducen a Chad. Cuando las milicias yihadistas desbaratan la autoridad oficial sobre amplios territorios, las súplicas gubernamentales se dirigen a su capital, Yamena. Su protagonismo en las Fuerzas Multinacionales fue ... decisivo en la Operación Serval en Mali en 2013 e impidió que Boko Haram se impusiera en el norte de Nigeria y Camerún en 2014. La posición del presidente chadiano Mahamat Déby aparece, además, reforzada por la inquietante irrupción de la Compañía Wagner, el ariete de Moscú, en las vecinas Mali y República Centroafricana. Occidente precisa de su ayuda como contrapeso al avance regional del Kremlin.
El joven líder de la república africana es un valor en alza. La posición central de Chad en el bullicioso mapa continental es uno de sus avales, pero hay más, muchas más bazas que confieren una importancia decisiva a este vasto país de difusas fronteras y conflictos ininterrumpidos, y, sobre todo, a su actual dirigente. Curiosamente, el nuevo aspirante a presidente de larga duración accedió accidentalmente a la jefatura del Ejecutivo. Mahamat Idriss Déby Itno, también conocido como Mahamat Kaka por haber crecido al cuidado de su abuela (kaka, en árabe chadiano), es el hijo de Idriss Déby, que ejerció la presidencia durante tres décadas y falleció en 2021 en un extraño lance bélico. Como ha ocurrido en otros países aparentemente republicanos, el vástago accedió al poder como si se tratara de una sucesión monárquica.
El relevo tuvo lugar en su calidad del presidente del Consejo Militar de Transición, entidad formada para ocupar el vacío de poder e instaurado para preparar la próxima cita electoral en un plazo de 18 meses. Aquella maniobra ya aventuraba un velado golpe de Estado. La iniciativa transgredía el mandato constitucional que, para esta concreta circunstancia, demandaba la elección de un dirigente provisional por el presidente de la Asamblea Nacional y la convocatoria de comicios a lo largo de los tres meses siguientes. La realidad ha superado las previsiones más pesimistas y es que, incumpliendo su promesa inicial, las elecciones se han postergado hasta octubre de 2024.
Proliferan las pruebas que advierten que Mahamat Kaka ha llegado para quedarse y, quizás, se convierta en privilegiado miembro de la segunda generación de dictadores africanos. El ejército constituye el mejor activo del régimen y el dirigente cuenta con una sólida carrera castrense iniciada en la Escuela Militar de Aix-en-Provence y proseguida en el seno de la inteligencia chadiana. Nos hallamos ante un militar curtido en la guerra. Su bautismo de fuego tuvo lugar en ataque rebelde a la capital en 2006 y prosiguió en 2013 con su participación en la lucha contra la guerrilla islamista en el norte de Mali.
Su condición militar lo avala en las cancillerías extranjeras. El prestigio obtenido por las fuerzas armadas chadianas es fruto de una historia extraordinariamente convulsa con la que han tenido que bregar sus soldados. Chad está formado por más de 200 etnias y la élite se ha valido de los conflictos intertribales para tejer redes y apoyos clientelares. A ese respecto, los Déby han recurrido a la comunidad zaghawa. Pero los chadianos no están solos en sus disputas. Sudan y Libia han interferido tradicionalmente en la política interna. Las campañas bélicas impulsadas por Muamar el Gadafi han sido una constante durante más de 40 años. Déby padre sobrevivió a tres golpes de Estado y diversas invasiones desde el norte y este.
La llegada de Kaka, como sucedió con la aparición del sirio Bashar Al Asad, generó esperanzas de cambio en un país en el que las diferencias se suelen dirimir en el campo de batalla. Los intentos democráticos siempre han salido malparados. En 2008, Ibni Oumar Mahamat Saleh, líder y portavoz de una alianza de partidos opositores, fue detenido por fuerzas militares no identificadas. Nunca se supo más.
La primavera chadiana, en cualquier caso, se apuntaba. La reconciliación entre las diversas corrientes se antojaba cercana el pasado año. Las conversaciones con grupos rebeldes en Qatar finalizaron con la firma de un acuerdo de paz con 40 facciones que, sin embargo, no incluían al Frente para la Alternancia y la Concordia (FACT), el principal rival y al que se le atribuyen presuntas conexiones con el omnipresente grupo Wagner.
Hay más que conversaciones en ese tablero. El reservado Mahamat parece practicar la estrategia del palo y la zanahoria con escaso disimulo. La pasada semana, un tribunal chadiano condenó a cadena perpetua a 430 miembros del FACT, apresados durante la ofensiva que acabó con la vida de Idriss Déby. Días después, el presidente otorgaba el indulto a 380 de los encausados, excluyendo a Mahamat Mahdi Ali, líder de la formación en paradero desconocido.
El presidente en funciones también sabe utilizar sus cartas ante el aliado occidental con presiones calculadas. El régimen acaba de nacionalizar Esso Chad, la filial de ExxonMobil, medida que garantiza el control sobre el yacimiento de Doba y el oleoducto Chad-Camerún. Hace veinte años que el país exporta crudo, aunque el acceso a esa condición de privilegio no ha revertido en la población. El país es el quinto más pobre del mundo, con un 80% de sus habitantes sobreviviendo bajo el umbral de la pobreza.
El halo de Kaka se consolida. El talante negociador y compasivo, el soporte tribal y del Elíseo, más las últimas medidas económicas, alientan a una personalidad en ciernes. Las elecciones pueden esperar. Posiblemente, llegado el hipotético caso, Francia, Estados Unidos y el resto de Occidente, no tendrán más remedio que aplaudir al flamante vencedor.
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