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J. Gómez Peña
Domingo, 23 de junio 2024, 00:15
«La opción política no es entre el bien y el mal, sino entre lo preferible y lo detestable», escribió el sociólogo y filósofo francés Raymond Aron.
Cuando vio su debacle en las pasadas elecciones europeas, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dio un golpe ... en el tablero. Todo por los aires. Convocó los comicios legislativos que se celebran el próximo domingo y el 7 de julio. Doble vuelta por el laberinto político galo.
Están llamados a las urnas 49 millones de ciudadanos, repartidos en 577 circunscripciones. De cada una saldrá un diputado de la Asamblea Nacional. La primera vuelta sirve de descarte: se clasifican los dos partidos más respaldados y los que superen el 12,5% del total de los votantes inscritos. Eso en cada circunscripción. Los que pasen el corte se enfrentarán en la segunda vuelta.
Este sistema beneficia a las coaliciones. De ahí que las fuerzas de izquierda se presenten unidas bajo el nombre de Frente Popular. Mantienen discrepancias en cuestiones nacionales e internacionales, pero coinciden en la misión de frenar el acceso al poder de la extrema derecha. El cordón sanitario para relegar a los ultras es un viejo hábito en Francia. Ya lo usaron el conservador Jacques Chirac y el socialista Lionel Jospin para tachar a Jean-Marie Le Pen. También Macron tiró de ese cordón en 2017 y 2022 y juntó votos socialistas y de derecha para cerrar el acceso al poder de la hija de Le Pen, Marine.
Los primeros sondeos dan entre el 30% y el 35% de los sufragios a Agrupación Nacional, el partido de Le Pen y Jordan Bardella, aspirante a primer ministro. Si consigue la mayoría absoluta en la primera vuelta puede ser elegido. No parece. En las encuestas, el Frente Popular de izquierda se coloca en intención de voto entre el 25% y el 29%. Y Renacimiento, la formación de Macron, ocupa la tercera plaza con una horquilla que va del 17% al 20%. El presidente del país es criticado en su propio grupo por haber decidido, sin consultar con nadie, convocar elecciones en pleno hundimiento de su popularidad. ¿Dónde irán muchos de los votos centristas que le auparon? A Macron le han aconsejado que desaparezca durante la campaña y que lo deje todo en manos de su delfín, Gabriel Attal, actual primer ministro.
Hay un cuarto actor que puede ser determinante: los conservadores integrados en Los Republicanos están en pleno cisma. En las europeas se quedaron en el 7,2% del total de los votos. El partido creado por Nicolás Sarkozy se encuentra a la deriva. Su presidente, Éric Ciotti, un político que suele asumir riesgos, se ha mostrado partidario de apoyar ahora a la ultraderecha de Le Pen y Bardella. Lo dijo tras los comicios europeos y fue de inmediato expulsado por la dirección de su grupo. Recurrió y un juez le ha devuelto el cargo. Con Ciotti, la derecha tradicional está por primera vez dispuesta a apoyar a un candidato de extrema derecha, a Jordan Bardella, para ser primer ministro.
El cordón sanitario contra los ultras tiene fisuras cada vez más evidentes. Además, el sector empresarial francés teme más a la extrema izquierda. Según reveló el diario 'Le Monde', un día después de la elecciones europeas el magnate Vincent Bolloré, ultraconservador y dueño del Grupo Vivendi y de medios como CNews, Europe 1, Paris Match y Le Journal du Dimanche, se reunió en su casa con Éric Ciotti. Tras esa cita, el presidente de Los Republicanos anunció su alianza con la extrema derecha y complicó aún más la salida en esta doble vuelta al laberinto político galo.
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