FOTOILUSTRACIÓN: Noelia Martínez

Karim Khan, el fiscal bajo sospecha

Perfil ·

La máxima autoridad del Tribunal Penal Internacional se enfrenta a una acusación de acoso sexual

Sábado, 23 de noviembre 2024, 18:32

Las mejores reputaciones se derrumban ante una acusación de abuso sexual. En los últimos años, el denominado 'efecto Weinstein' ha dejado en suspenso la trayectoria de personalidades de todo tipo, desde el arquitecto británico David Adjaye al teólogo suizo Tariq Ramadan. Pero la última denuncia ... resulta sorprendente porque, aparentemente, no se puede pecar de mayor contradicción entre ética profesional y desafuero cometido. Karim Ahmad Khan, fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional, es objeto de investigación por el supuesto acoso a una empleada de la institución. Quien conduce a los estadistas más perversos ante una corte no respeta a sus propios colaboradores. Esa es la conclusión que extraemos o, quizás, que quieren que deduzcamos.

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Las mayores atrocidades de los últimos tiempos han sido analizadas por este abogado nacido en 1970 en Edimburgo. Hijo de un dermatólogo de origen pakistaní y miembro de la comunidad islámica ahmadia, estudió en el prestigioso Kings College y con sólo 25 años ya era Fiscal Superior de la Corona. Pero Gran Bretaña se quedó pequeña para el experto en derecho internacional y, poco después, en 1997, ejercía como oficial jurídico en el departamento del Fiscal del Tribunal Penal para Yugoslavia.

Aquella encomienda fue la primera de muchas ejercidas en el último cuarto de siglo. Khan ha participado en los tribunales especiales para Ruanda, Sierra Leona, Camboya y Líbano. Su trabajo no ha sido fácil. Como abogado defensor, ha debido enfrentarse a las graves denuncias contra el presidente liberiano Charles Taylor, acusado de matanzas sistemáticas, el vicepresidente keniano William Ruto, también implicado en disturbios intertribales, o Saif al Islam, hijo del coronel Gadaffi.

Esa labor profesional con acusados relevantes también la ha empleado con colectivos como los abogados relacionados con actos de terrorismo en Camerún. Su labor en la legislación internacional en pro de los derechos humanos lo condujo a representar a las familias albanesas despojadas de sus tierras en Grecia o las comunidades kipsigi en África Oriental cuando solicitaron resarcimiento al gobierno británico por abusos cometidos durante el proceso colonial. Su última misión se llevó a cabo en Irak, donde dirigió el equipo de investigación de los crímenes cometidos por el Daesh.

La prolífica y cualificada experiencia explica su nombramiento, hace tres años, como fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional. Además del procesamiento de caudillos paramilitares carentes de escrúpulos, esta figura se ha convertido en una especie de conciencia internacional, el portavoz de aquellos que sufren la continua violación de sus derechos a manos de sus propios dirigentes. El mexicano Luis Moreno Ocampo, el primer titular, acaba de publicar 'Guerra y justicia', un libro en el que relata el cuarto de siglo de lucha contra crímenes atroces que, de otra manera, se habrían diluido en el silencio oficial.

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La designación de Khan fue impulsada por Gran Bretaña, su país, y contó con la aquiescencia de Estados Unidos. Al parecer, su postura contraria a abordar los crímenes cometidos por las tropas americanas en Afganistán le había proporcionado el plácet de Washington. Su voz ha sido firme desde entonces. La denuncia y el esfuerzo por documentar los hechos para impulsar los correspondientes procesos judiciales han constituido el modo de hacer del nuevo fiscal jefe. Que no haya refugio para la impunidad ha sido su leiv motiv, tal y como ha expresado en los medios de comunicación.

Khan ha intentado responder a la opinión generalizada de que hoy todo es posible, cualquier aberración, y no tendrá consecuencias para sus perpetradores, y ha intentado revertir esa tendencia con iniciativas concretas. A ese respecto, y a partir del principio de complementariedad, se ha mostrado partidario de un tribunal para Ucrania y ha rechazado el principio de inmunidad incluso para alguien tan poderoso como el presidente ruso Vladimir Putin.

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La presunta coacción se produce cuando las amenazas contra Khan arrecian

Campaña de desprestigio

El planteamiento parecía satisfacer a Occidente, pero las circunstancias cambiaron radicalmente tras la crisis de Gaza. El fiscal anunció su intención de procesar tanto a los líderes de Hamas como al dirigente israelí Benjamín Netanyahu. En mayo solicitó órdenes de arresto contra el primer ministro y el titular de Defensa Yoav Gallant, acusándoles de la comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Curiosamente, la presunta coacción a una ayudante para mantener una relación sexual se produce cuando las amenazas contra Khan arrecian, sobre todo en los ámbitos más conservadores de Estados Unidos, y se sugiere la existencia de una campaña de desprestigio azuzada por los servicios de inteligencia de Israel.

La Asamblea de Supervisión de los Estados Partes en el Estatuto de Roma, órgano de supervisión del Tribunal Penal Internacional, ha anunciado recientemente la puesta en marcha de una investigación externa. Se sabe que la presunta víctima viajaba con el fiscal y que había sido integrada en su equipo tras requerirla desde otro departamento de la institución. La denuncia, al parecer, fue registrada semanas antes de la emisión de la orden de arresto contra los dirigentes palestinos e israelíes.

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La verdad, tal y como sucede en los juicios, se halla atrapada entre hipótesis dispares. La teoría de la conspiración y la evidencia de que la retirada de Khan resulta conveniente complican su descubrimiento. Un veredicto de culpabilidad arruinará previsiblemente su carrera y la declaración de inocencia inoculará la sospecha de connivencia gremial. Siempre ganan los mismos y no, no son los buenos de la historia.

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