Israel Katz, el halcón israelí
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El ministro judío de Exteriores amenaza a España e ironiza sobre su apoyo a la creación del Estado palestinoLos halcones hebreos se caracterizan por una naturaleza diversa. Por un lado, están los de cuello rojo, los más frágiles, pequeñas aves que llegan periódicamente al país dentro de su anual migración; por otro, los letales predator hawks o halcones depredadores, misiles balísticos de corto alcance, y, en último término, se hallan las rapaces más poderosas, las que forman parte del Gobierno de Benjamin Netanyahu. El titular de la cartera de Asuntos Exteriores, Israel Katz, figura dentro de esta especie, y en los últimos días ha puesto en su punto de mira al presidente español Pedro Sánchez como presa más codiciada.
El reconocimiento por Madrid del Estado palestino ha impulsado una estrategia de confrontación tan agresiva como suele ser habitual en Katz. Además de colgar un irónico vídeo en las redes en el que Hamás agradece la medida a una pareja de bailaores, ha realizado declaraciones explosivas en las que asegura que la Inquisición ya ha acabado y medidas punitivas como la prohibición de que el Consulado español de Jerusalén lleve a cabo gestiones con los nativos árabes.
La belicosidad ha sido la tónica de su trayectoria política. Este individuo pertenece a la Dor HaMadina o Generación del Estado, la primera que nació tras el establecimiento de Israel, y que, por tanto, resulta ajena a las luchas previas a la creación. Sin embargo, su carrera en el seno del conservador partido Likud ha estado marcada por un ideario radical con el que, al parecer, pretende sustituir a Netanyahu y convertirse, tarde o temprano, en el líder del país.
Las Fuerzas Armadas fueron el primer destino del hijo de supervivientes del Holocausto procedentes de Letonia y Rumanía y nacido en la localidad de Ascalón. Tras una primera formación militar en la que logró el título de oficial de infantería, estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén y se integró en las filas conservadoras. Participó en vario comicios legislativos, pero no pudo acceder al Parlamento hasta que en 1998 reemplazó a Ehmud Olmert, el primer Jefe de Gobierno israelí que acabó en la cárcel.
Su adscripción al ala más dura del Likud le ha conferido una posición relevante en gobiernos que, en los últimos años, se han escorado hacia la extrema derecha. Además, la necesidad de recabar apoyos en el atomizado Knéset o cámara de representantes ha reforzado la influencia de pequeños partidos con posiciones contrarias al diálogo con los palestinos. El Likud gobernaba coaligado con tres formaciones de furibundo nacionalismo y dos de carácter ultraortodoxo antes de que la ofensiva de Hamás de octubre provocara la creación de un gabinete de Emergencia en el que se integraron entidades de centro.
La política israelí en los últimos 20 años aparece estrechamente vinculada a Katz, que ha ido cambiando y acumulando carteras sin, prácticamente, abandonar el gabinete del primer ministro. Tras dirigir Agricultura y Desarrollo Rural entre 2003 y 2006, pasó a Transporte y Seguridad Vial en el periodo 2009 y 2019, Servicios de Inteligencia de 2015 a 2020 que compaginó con Asuntos Exteriores para 2019 y 2020 y Finanzas un año después. El polifacético dirigente asumió, de nuevo, la cartera de relaciones internacionales en enero pasado.
Su postura en lo que respecta a la cuestión palestina es de una claridad meridiana. Se opone a la creación de una entidad palestina en Cisjordania, convertido en un queso gruyere por la abundancia de asentamientos judíos. También se ha mostrado partidario de reforzar la colonización de los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Tel Aviv.
Algunas de las medidas que ha planteado son tan controvertidas como la de modificar el tejido social de Jerusalén anexionando las nuevas poblaciones hebreas cercanas y privando de la vecindad a varios barrios árabes de la ciudad. Otras son aún más originales. El ministro sugirió la creación de una isla artificial frente a la Franja de Gaza para controlar su tráfico comercial y de pasajeros, y situarla bajo la administración de Amán. También propuso una línea de ferrocarril que conectaría Israel con Arabia Saudí cruzando Medio Oriente.
La eliminación selectiva de líderes del movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones, hecha pública en 2016, pertenece al apartado de las declaraciones de carácter inquietante. En el capítulo de las menos diplomáticas destaca su acusación a los belgas de disfrutar de la vida y comer chocolate en vez de combatir el terrorismo islámico, o a los polacos de ser amamantados en el antisemitismo. Cuando Turquía ha criticado el trato sufrido por los palestinos, Katz ha respondido recordándoles el genocidio armenio en una clara alusión al principio 'tú más'.
El ministro ha achacado a Irlanda, Noruega y España su connivencia en la creación de un estado islámico palestino. Pero las declaraciones de unos y otros constituyen la espuma de un problema aún mayor. El gobierno israelí está sometido a grandes presiones. Frente a las críticas internas que le achacan la falta de soluciones precisas para la crisis de Gaza y el rescate de los rehenes judíos, hallamos la postura de los halcones que como el titular de Asuntos Exteriores defienden la ofensiva sobre Rafah, el último reducto de la acosada población civil.
No parece, en cualquier caso, el más exaltado de los colaboradores de Netanyahu. Destacan las opiniones furibundas de su colega de Finanzas Bezalel Smotrich, que reclama el reforzamiento de las acciones punitivas en Cisjordania e, incluso, propone la invasión del sur del Líbano. No se trata de una opinión aislada. Hace siete años, Katz advirtió que Israel devolvería al país de los cedros a la Edad de Piedra si Hizbulá persistía en sus ataques con cohetes, amenaza que ha recuperado recientemente Yoav Galant, ministro de Defensa. Se antoja paradójico, sin duda y es que hoy, en el siglo XXI, los políticos nos acercan velozmente a la prehistoria.
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