Haití, un país en manos del crimen organizado
Sumido en el caos ·
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Sumido en el caos ·
Una expatriada española relata las terribles condiciones de vida en la república caribeñaEl terremoto de 2010 proporcionó un periodo dorado a Haití. Causó más de 300.000 muertos, pero atrajo un maná de ayudas exteriores. «Aquí se dice que dio la posibilidad de remontar la situación y que, entonces, incluso se podía viajar sin miedo. Pero el ... dinero se gestionó mal y cuando se fueron los cascos azules, las bandas se expandieron», explica Valle Chías González Blanch. «Ahora, en cambio, se vive el peor momento», lamenta. Esta médico sevillana, miembro de la Congregación de Religiosas de Jesús-María; reside en la república desde hace cuatro años. La situación política de la antigua colonia francesa es sumamente frágil. Hace un par de semanas se formó un Consejo de Transición para proporcionar paz y organizar elecciones. ¿Es posible la esperanza? El rostro de la doctora esboza una sonrisa de incredulidad. «El proyecto carece de credibilidad», sentencia. «La gente asegura que es un mecanismo para divulgar una imagen positiva en el exterior y lograr apoyos. Pero no todos sus miembros han acudido a la segunda reunión porque ya ha habido peleas entre ellos». «La situación es insostenible no sólo por el grado de violencia, sino también por la incapacidad para reconducirla», advierte.
El caos se ha apoderado del territorio. Puerto Príncipe, la capital, permanece aislada y controlada por bandas criminales que han bloqueado los accesos al puerto y aeropuerto. Sus tres millones de habitantes siguen encerrados en las casas, sin agua ni electricidad. El escenario es apocalíptico. «Las organizaciones criminales luchan por controlar los barrios, invaden áreas rivales y provocan matanzas e incendios indiscriminados», indica. Los afectados huyen en masa de los combates. Se calcula que ya hay más de 350.000 desplazados procedentes de la urbe, y al menos 1.400.000 haitianos se encuentran al borde la hambruna.
Las provincias también sufren las consecuencias. Chías vive en Jean-Rabel, una pequeña población del extremo noroccidental. «El país está muy centralizado y todo llega de la capital», lamenta y advierte que ya falta gasolina, medicamentos, productos de todo tipo y dinero en efectivo por el cierre del Banco Central. Las pandillas no han llegado hasta su remota localidad, pero tampoco resulta fácil abandonar el país y en marzo muchos extranjeros, sobre todo norteamericanos implicados en proyectos de desarrollo, fueron trasladados en vuelos chárter. «Ahora sólo hay tres vuelos semanales a Miami desde Cabo Haitiano, la segunda ciudad, y el billete cuesta 635 dólares, más caro que para viajar de Miami a Madrid».
Siempre se ha asegurado que Haiti ha pagado muy cara su revolución, que a principios del XIX la convirtió en el primer Estado latinoamericano, un país en manos de los descendientes de esclavos. Pero la independencia dio paso a una sucesión de guerras internas y con la limítrofe República Dominicana, divisiones y golpes de Estado. Los oligarcas blancos fueron exterminados o expulsados, pero el abismo social se perpetuó entre la minoría mestiza, que ese hizo con el poder y los medios económicos, y la mayoría negra. Esa perpetua inestabilidad ha ido a más con la irrupción de grupos armados. «Crecieron al servicio de los partidos políticos y luego se hicieron con sus propios recursos gracias a la extorsión, el tráfico de armas y su implicación en las redes del tráfico de drogas entre Sudamérica y EE UU», arguye.
El crimen organizado aparece implicado en la muerte del presidente Jovenel Moïse o en la renuncia del presidente Ariel Henry, al que impidieron regresar al país tras viajar hasta Kenia para pedir soldados con los que articular una fuerza de paz. Ahora, las bandas demandan participar en ese proceso de transición como agentes políticos, pese al rechazo internacional. «Carecen de ideología», aduce. «Matan, violan, roban y secuestran, atacan a todo el mundo, buscan el poder y el dinero. Son sádicos y se produce mucho encarnizamiento con sus presas».
La aparente calma en Jean-Rabel no impide que sus moradores permanezcan en alerta y empleen métodos expeditivos ante la aparición de sospechosos. «Si llega alguien con mala reputación se lo cargan», advierte. El anuncio del despliegue de una fuerza multinacional, prevista para el próximo día 26, podría extender el conflicto, aunque Valle cree que su objetivo sólo será levantar el cerco impuesto a Puerto Príncipe.
Nadie puede esperar con los brazos cruzados la llegada de los bandidos o los cascos azules. La supervivencia es el objetivo diario de los habitantes. «La gente depende de su huerta, dos cabras y un cerdo», indica. Teóricamente, el 60% de los haitianos subsiste por debajo del umbral de la pobreza, pero las cifras tal vez enmascaren una miseria mucho mayor. «Se considera que esa circunstancia afecta a aquellos que ganan menos de un dólar diario. Yo creo que aquí no se gana esa cantidad ni en una semana».
Cronología
2010 El terremoto del 12 de enero causó 316.000 muertos y una ola de solidaridad sin precedentes.
2016 Jovenel Moïse es elegido presidente.
2019 Arrecian las manifestaciones populares contra el gobierno y sus prácticas corruptas.
2020 Estalla la guerra entre pandillas en Puerto Príncipe.
2021 El 7 de julio es asesinado el presidente y Ariel Henry es nombrado primer ministro.
2024 El 12 de marzo renuncia Henry. El 25 de abril se forma el Consejo de Transición que nombra presidente a Edgar Leblanc Fils. Y se anuncia la llegada de una fuerza multinacional impulsada por la ONU.
Las condiciones sanitarias son deplorables. La salud maternoinfantil y la malnutrición constituyen graves problemas. «Yo me alegro si alguien entiende la importancia de no acostarse con todo el pueblo, realizar una ecografía en una fase temprana del embarazo o aprende a luchar contra una diarrea», confiesa. La educación supone otro talón de Aquiles. Los maestros no reciben su salario y el nivel académico es muy bajo.
Haití y República Dominicana comparten la superficie de la Española, la isla caribeña. Al oeste se cuece una catástrofe humanitaria y al este se concentran los resorts. El régimen de Santo Domingo ha recelado tradicionalmente de su vecino menesteroso, tachado de invasor, y ahora construye una 'verja perimetral' a lo largo de los 400 kilómetros de frontera común. «Los emigrantes haitianos trabajan al otro lado en la construcción, como guardias de seguridad o campesinos», afirma. Pero aquellos sin documentación afrontan un riesgo extremo. «Hay deportaciones constantes en camiones, pese a saber que los conducen a zonas peligrosas».
Aunque parezca increíble, el turismo no se ha olvidado de este aparente infierno tropical, el país más pobre de Latinoamérica, cuyas penurias lo asemejan más a los africanos. La partida se ha convertido en el horizonte de quienes no se resignan a un futuro desalentador. Más de dos millones de haitianos ya se han ido. El programa de visas temporales de la Casa Blanca ha impulsado el éxodo. «Se han marchado médicos, técnicos,... todos aquellos que podían hacer algo por este país», lamenta Valle. Los resultados son manifiestos. «La Universidad de Noroeste tenía cinco aulas, cada una con más de cien alumnos, y ahora no llega a cubrir las plazas de una sola».
Pero la doctora no quiere que el lector vincule a Haití con una imagen de anarquía y desolación extremas. «Los haitianos no se quedan sentados, hay ganas de vivir y sacan de donde no hay. Por eso el país aún no ha petado».
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G. Elorriaga
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