Gdansk es una ciudad polaca situada en la costa báltica, el mayor puerto del país. Un lugar estratégico que fue en el último siglo alemana, una Ciudad Libre como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, nazi por la ocupación de 1939 y después polaca tras ... el segundo y cruento conflicto global. Una ciudad de medio millón de habitantes, orgullosa de haberse convertido en el símbolo en la lucha contra los totalitarismos -en sus astilleros surgió el sindicato Solidaridad, clave para el derrocamiento del Gobierno comunista en 1989- y de su carácter abierto y generoso.
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Unas virtudes que sus vecinos han vuelto a demostrar con la guerra en Ucrania. Se han volcado con sus vecinos del este, esos miles de desplazados que lo han dejado todo huyendo de la sinrazón bélica. «No podemos tolerar la agresión contra el pacífico pueblo ucraniano y debemos hacer todo lo que sea necesario y todo lo que podamos para apoyar a Ucrania», afirma Aleksandra Dulkiewicz, alcaldesa de una ciudad que en 2019 recibió el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Gdansk ya ha comenzado a ayudar a los miles de desplazados y a los ucranianos que todavía siguen en su país. Tiene experiencia en hacerlo. Gran parte de sus 20.000 vecinos extranjeros son refugiados de países de la antigua Unión Soviética. Pero esa ayuda tiene que coordinarse. Por este motivo, y en colaboración con la Fundación Gdansk, el ayuntamiento está recopilando «todas las solicitudes de ayuda y relacionarlas con las ofertas que brindan personas y organizaciones». También ha creado un portal para canalizar las donaciones.
Todo el dinero que se recaude, explica Dulkiewicz en una carta pública, estará destinado a la compra de medicamentos para los pacientes más jóvenes que están siendo tratados en Leópolis y Kiev. «Ya hemos recibido una lista de medicamentos muy específicos y otros equipos sanitarios que ahora tienen mucha demanda», apunta la regidora. También pide ayuda económica para las sucesivas oleadas de refugiados que arriben a la costa báltica en las próximas semanas. «Garantizo que cada euro se gastará sabiamente y se utilizará para ayudar a los ucranianos», afirma Dulkiewicz.
«¡Ayúdanos a ayudar a los ucranianos!», exclama la alcaldesa, convertida en la portavoz de unos valores recogidos por el jurado del Princesa de Asturias de la Concordia cuando justificó el galardón hace casi tres años. «La historia y el presente de la ciudad de Gdansk son un ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento, de solidaridad, de defensa de las libertades y los derechos humanos y de extraordinaria generosidad», decía un acta más actual que nunca.
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