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«Surrealista no es una palabra que sirva para describir mis sentimientos», dijo hace unos días el periodista y político ruso-británico, Vladimir Kara-Murza, al dirigirse a colegas de los medios de comunicación en Londres. Uno de sus tres hijos había jugado con el ... gato que ronda la puerta del 10 de Downing Street mientras su padre hablaba con el primer ministro, Sir Keir Starmer.
«Hace unas semanas, estaba en una celda de aislamiento, en una prisión de máxima seguridad en Siberia, pensando que nunca iba a salir de allí», explicaba. Fue arrestado en 2022 pocas horas después de describir al Gobierno de Rusia en la televisión CNN como un gobierno de asesinos y condenado en 2023 a 25 años de presidio por traición. Persistió en su denuncia de la invasión de Ucrania.
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Nacido en una familia de historiadores y periodistas disidentes del régimen de la Unión Soviética, Kara-Murza ha publicado artículos y documentales, ha sido dirigente de formaciones políticas, asesor de Boris Nemstov y colaborador de Alexéi Navalni, disidentes ambos asesinados, y tuvo un papel relevante en la aplicación a individuos de leyes Magnitsky en Estados Unidos y Europa, que sancionan violaciones de derechos humanos enfocadas hacia Rusia.
Sergei Magnitsky era un abogado de cuestiones fiscales que descubrió un fraude de funcionarios del Estado y acabó muriendo en la cárcel. Kara-Murza se ha salvado del destino de Magnitsky, Nemstov y Navalni, porque fue incluido en el grupo de presos entregados en agosto por Rusia en el mayor canje de presos, 26, desde el fin de la Guerra Fría.
Durante su confinamiento, pudo enviar a 'The Washington Post' una columna de opinión que le valió en mayo el prestigioso Premio Pulitzer de periodismo, en su caso en la categoría de comentario. Antes de su encuentro con periodistas en el centro de estudios de Defensa, Royal United Services Institute, en Londres, Kara-Murza se había entrevistado con Joe Biden, Emmanuel Macron y Olaf Sholz.
Inicia todas sus intervenciones públicas desde su puesta en libertad hablando de los que quedaron detrás. Su argumento es que su puesta en libertad y la de otros presos políticos en el canje de agosto se debe a la presión de diplomáticos de gobiernos democráticos, y de oenegés. Kara-Murza alentó a mantener la presión a un régimen que habría encarcelado con penas severísimas a unos 1.300 presos políticos, que vivirían en condiciones de aislamiento peores que las del Gulag soviético.
Mencionó a Alexei Gorinov, de 63 años, concejal en Krasnoselsky, un distrito en el Ayuntamiento de Moscú. En una reunión del consejo, en marzo de 2022, criticó explícitamente la guerra y sus comentarios quedaron en YouTube. Fue condenado cinco meses después a siete años de cárcel, aplicándosele la nueva ley que castigaba las informaciones falsas; es decir, que llamaba guerra a lo que el Gobierno de Vladímir Putin calificaba como «operación militar especial».
Y también a María Poromanenko, periodista siberiana, que dos meses después del inicio de la guerra denunció el bombardeo de un teatro en Mariupol. Fue condenada a seis años de cárcel, castigada también por difundir supuesta 'falsa información'. Según testimonios recogidos por la agencia Reuters, estaría en un estado mental frágil y a mediados de este mes mantenía una huelga de hambre.
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Kara-Murza insistió en que las poblaciones occidentales no deben creer que la población rusa apoya a Putin. Sus abogados le daban en su celda un dato sociológico para él relevante. Los conductores de taxis en Moscú estarían en contra de la guerra. El fin del régimen llegará de manera súbita e inesperada, afirma, y basa su pronóstico en los cambios de Gobiernos en el pasado.
Pero este asesor de Boris Nemstov, percibido en el tiempo de Yeltsin como un político brillante y honesto, advierte que «debemos aprender de los errores del pasado para asegurarnos de no repetir los fallos la próxima vez que Rusia se abra y tengamos la oportunidad de un cambio». Las referencias a los errores del pasado se refieren a la posibilidad de que genuinos demócratas sustituyesen a Boris Yelstsin en la década de los noventa.
El cambio es, para Kara-Murza, la transición a una democracia parlamentaria. «Una sociedad que ha vivido el trauma de una brutal dictadura, enorme represión interna y guerras agresivas externas, que ha vivido durante décadas en condiciones de total falsedad y de distorsión deliberada de valores humanos normales, necesita sobre todo purificación moral».
«Es la senda que de diversas formas pero con la misma esencia han seguido en la reciente historia Alemania, tras su nacional socialismo, los estados latinoamericanos con dictaduras militares, los estados socialistas de Europa del Este y la Sudáfrica posterior al apartheid», afirma. Concluye que esos procesos sirven «para prevenir el regreso de la maldad». «Antes debemos de entender, y comprender y castigar.»
Alentó a los países democráticos a que muestren a la población rusa que colaborarían con poner fin al régimen de Putin. «No puede permitirse que gane esta guerra en Ucrania. Es más, no se debe permitir que salga de ella salvando la cara», sentenció.
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