Portugal, protagonista de un 'milagro económico' tras ser rescatado por las instituciones europeas después de la crisis de 2008, es hoy un país descreído en el que muchos de sus ciudadanos viven con sueldos bajos y sin capacidad de ahorro para comprar una vivienda. En ... ese ambiente de descontento, los votantes han elegido a un candidato sin apenas carisma pero muy resistente, el conservador Luís Filipe Montenegro. De joven fue socorrista, estudió Derecho, ejerció de abogado y creció como empresario. Tras ocho años de gobiernos socialistas, Portugal ha dado un giro a la derecha y expresado su disposición de ponerse en manos de un político de 51 años que ha llegado al éxito tras levantarse de muchas derrotas.
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Ahora le llega el triunfo, pero con un asunto por resolver: los pactos. Carga con una promesa que le perseguirá. «Nunca llegaré a alianzas ni con la extrema derecha ni con la extrema izquierda», ha repetido durante esta campaña. La renuncia a sumar los escaños logrados por Chega, formación ultra que quiere 'limpiar' el país de inmigrantes, complica la formación de gobierno. Ni siquiera ahora que ha ganado, Montenegro lo tiene fácil. Así ha sido siempre.
Le ha costado llegar a ser el líder de la derecha lusa. Antes estuvo a la sombra de Rui Rio, exalcalde de Oporto, que pareció durante un tiempo capaz de batir en las urnas al socialista António Costa, primer ministro desde 2015. Rio realizó una oposición tranquila, sin estridencias y se puso al servicio del Gobierno cuando llegó la pandemia. Pero no recibió el respaldo de los ciudadanos, que en los últimos comicios generales de 2022 elevaron a Costa con mayoría absoluta. Rui Rio dimitió y, tras unas primarias en las que obtuvo el 72 por ciento de los sufragios, Montenegro asumió el mando del Partido Social Demócrata. Aun así, su elección no generó entusiasmo.
Dicen que gana en las distancias cortas y por eso ha hecho mucha calle en esa última campaña electoral, que le pilló con apenas unos meses al frente de su partido por la dimisión del primer ministro, António Costa, investigado por el Tribunal Supremo por un caso de corrupción, y la urgente convocatoria de las elecciones generales que acaban de celebrarse. Montenegro, según los analistas, ni siquiera ganó el debate televisivo ante el candidato socialista, Pedro Nuno Santos, pero ha vencido en los comicios. Portugal se ha decantado por un político que, al menos, da una imagen fiable.
Estudió en la Universidad Católica de Portugal. Como abogado, la profesión de su padre, se especializó en protección de datos y preside dos grandes compañías: Radio Popular y Ferpinta. Está casado y tiene dos hijos. Entre sus aficiones están el voleibol y el fútbol. Es hincha del Oporto, la ciudad en la que nació en 1973.
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Montenegro tiene perfil de corredor de fondo. Inició su carrera política en su pueblo, Espinho, una localidad de 10.000 habitantes al sur de Oporto. 'Filipinho', como le llaman en casa, o el 'ervilha' (guisante) como le apodaban sus amigos, fue líder de la Juventud Social Demócrata de Espinho y ocupó puestos como el de presidente de la Asamblea Municipal y también de concejal. Eso sí, fiel a su costumbre, acabó derrotado en las dos ocasiones que se postuló para la alcaldía. Lo mismo le sucedió cuando aspiró a dirigir su partido en el distrito de Aveiro.
Cada vez que caía, se levantaba. Logró ser diputado en la Asamblea Metropolitana de Oporto. De ahí dio el salto al Parlamento y ocupó un cargo en la delegación portuguesa de Defensa en la Asamblea de la OTAN. Cuando en 2011 Pedro Passos Coelho ganó las legislativas, colocó a Montenegro como presidente del grupo parlamentario del PSD. La voz de la derecha.
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Vivió desde ese puesto el efecto de los recortes impuestos por la Unión Europea para rebajar el déficit y la deuda pública. La austeridad aplicada desde fuera barrió al Gobierno conservador en 2015, cuando el socialista António Costa agarró con fuerza la riendas del país. La derecha apostó por un intelectual como Rui Pinto y fracasó. En noviembre del año pasado todo cambió. Investigado por corrupción, Costa dimitió para salvaguardar su dignidad y el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, convocó elecciones. Barajó de nuevo las cartas parlamentarias.
Apela a la «sensatez»
El socialismo, sin Costa, eligió como alternativa a Pedro Nuno Santos, un radical que ha tratado de moderarse. Montenegro le ha batido. Durante la campaña, el líder conservador ha tratado de seducir a los socialistas desencantados y moderados. Apeló a la «sensatez» y lanzó un mensaje de limpieza y lucha contra la corrupción, aunque también él ha sido investigado por los supuestos beneficios fiscales que, al parecer, obtuvo en la construcción de su nueva vivienda. Pero han pesado más sus promesas: subirá salarios y pensiones, intervendrá en el mercado inmobiliario, invertirá en los servicios públicos y creará campañas de integración para los inmigrantes, en respuesta al crecimiento de la xenófoba extrema derecha.
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Desde las formaciones de izquierda dudan de esos compromisos. Montenegro fue el hombre en la sombra de Passos Coelho durante los recortes que trajo el rescate europeo. Entonces, el hoy candidato más votado en las elecciones apostó por la austeridad que imponían, sobre todo, los bancos alemanes. No tuvo más remedio.
En una entrevista reciente a la cadena TVI, confesó que se considera una persona reflexiva, de las que no se precipitan antes de tomar una decisión y que esa ha sido su filosofía a lo largo de la carrera de obstáculos y derrotas hasta este triunfo electoral.
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