Cuatro muertos y 14 heridos en un atentado contra la joya de la industria aeronáutica militar turca

Pasadas las tres de la tarde, en pleno cambio de turno, una explosión retumbó en el cielo de Kahramankazan, sede de la empresa aeronáutica a unos 30 kilómetros del centro de la capital de Turquía. Las cámaras de seguridad mostraron a un hombre y una mujer armados con rifles de asalto entrando a la fábrica.

Al cierre de esta edición, el atentado aún no había sido reivindicado por ningún grupo. Turquía no es un país ajeno a ataques de este tipo y en el pasado reciente tanto el grupo yihadista Estado Islámico (EI) como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y algunos grupos vinculados a él, han golpeado en el país. Los drones que fabrica Turquía han sido claves en guerras como la que enfrenta a Ucrania y Rusia, el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia y en la lucha contra el PKK en las montañas de Siria o Irak.

El ataque se produce en un momento de tensión política en el país ya que el Gobierno y sus aliados han dado señales de querer reanudar negociaciones de paz con el PKK, rotas desde 2015, e incluso han propuesto invitar al parlamento a Abdulá Ocalan, fundador del PKK condenado a cadena perpetua.

El Partido de la Democracia Popular y la Igualdad (DEM), formación kurda que es la tercera fuerza política de Turquía, condenó el atentado y emitió un comunicado en el que destacó que «nos parece significativo que se produzca un ataque de este tipo en estos días, cuando la sociedad turca habla de una solución y aparece la posibilidad de diálogo. Debemos proteger la paz más que nunca para evitar que estos dolorosos acontecimientos vuelvan a ocurrir».