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La visión fugaz del tren del presidente norcoreano en dirección a la frontera sobre el río Tumen parece confirmar este lunes que Kim Jong-un ha elegido de nuevo su medio de transporte favorito para realizar su primer viaje al extranjero desde la pandemia. Su ... intención es reunirse con su homólogo ruso, Vladímir Putin, en la ciudad de Vladivostok, a 500 kilómetros del puente que separa ambos países en una de las divisorias internacionales más estrechas del planeta: una muga terrestre de apenas 17 kilómetros de longitud.
El líder de Corea del Norte ha llegado este martes a Rusia para mantener una reunión con el jefe del Kremlin, en un intento por reforzar la relación bilateral entre los dos países. «Puedo confirmarlo. Así es», ha manifestado el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, en declaraciones concedidas a la agencia rusa de noticias Interfax. Horas antes, fuentes del Ministerio de Defensa surcoreano habían indicado que Kim había llegado a territorio ruso tras un viaje de varias horas en tren. Putin ya se encuentra en Vladivostok participando en el Foro Económico Oriental, lo que ofrece una idea bastante precisa de que el encuentro tendrá lugar en cuestión de horas pese a que cualquier ejercicio de concreción en los viajes del líder norcoreano sea pura fantasía.
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Rafael M. Mañueco
Sus contadas salidas al exterior siempre se han visto sumergidas en un halo de indefinición que quienes le conocen atribuyen a su absoluto celo por la seguridad. Hasta el extremo que difícilmente es posible prever si se desplazará en tren, avión o coche, otro de sus medios preferidos. En la histórica cumbre de Vietnam que le juntó con el entonces presidente estadounidense Donald Trump en 2019 nadie supo que el poderoso mandatario estaba dispuesto a cubrir un trayecto superior a 3.400 kilómetros en un ferrocarril hasta que le vieron cruzar la frontera china.
La seguridad parece ser el motivo principal de sus desplazamientos en tren, aparte de un fuerte apego a este medio de transporte que sufre una notable obsolescencia en Corea del Norte. Los ferrocarriles no son precisamente nuevos y las vías tampoco disfrutan de su mejor vida. Algunos de los trazados datan de la ocupación japonesa entre 1910 y 1945. La mayoría de los convoyes son viejos. La velocidad máxima que alcanzan son 45 kilómetros por hora. Pero forman parte de una cultura histórica. El dictador ruso Josef Stalin le regaló un tren blindado a Kim Il-sung, abuelo del actual presidente norcoreano, a principios de los años 50 del pasado siglo. El chino Mao Zedong también le entregó otro ferrocarril. El dictador rumano, Nicolae Ceaucescu, en cambio, le regaló un oso. Kim II-sung realizó un histórico viaje diplomático sobre raíles en 1964 al cruzar China, la antigua URSS y Alemania oriental.
A diferencia de su padre, Kim Jong-il, que aparentemente sufría pavor a volar, Kim Jong-un busca la máxima seguridad. En un avión se corre el riesgo de quedar a merced de un sistema antiaéreo o un misil. En cambio, un tren convenientemente blindado al que precede y sucede otro ferrocarril mientras una legión de agentes secretos rastrea todas las estaciones del trayecto resulta más difícil de atacar. Incluso, se cuenta que una costumbre desde tiempos de su padre consiste en cortar el suministro eléctrico en el resto de vías aledañas según se desplaza para evitar que otra unidad pueda cruzarse en su camino y desatar una grave colisión.
El tren presidencial es lo más parecido posible a una fortaleza rodante. Consta de 21 vagones, aunque la prensa surcoreana afirmaba hasta hace unos pocos años que en realidad lo componen noventa. Todos los norcoreanos lo conocen por sus distintivos colores, verde con unas tiras metálicas amarillas. Los tirantes protegen cada coche contra los efectos de una bomba. Al revestimiento antibalas que recubre todo el ferrocarril se añaden unas planchas metálicas en los bajos capaces de soportar la explosión de una mina antitanque. El convoy representa una dura prueba para las antiguas vías norcoreanas y viaja a velocidades extremadamente bajas debido a su peso. El trayecto en avión entre Pyongyang y Vladivostok dura aproximadamente una hora. Sobre raíles, se prolonga hasta veinte.
Esta es la segunda ocasión en la que el líder norcoreano realiza este mismo trayecto. La anterior visita a Vladivostok para entrevistarse con Putin fue en 2019. Existen muy pocas imágenes del interior del convoy presidencial, cuya lista de invitados se circunscribe eminentemente a un reducido número de asesores y miembros de la élite política y económica norcoreana. En ellas se ven grandes mesas de reuniones, televisores de plasma, ordenadores y salas con sillones de cuero rojo en habitáculos pintados de un blanco inmaculado que no pueden ocultar su carácter de vagón ferroviario. De hecho, los invitados deben sentarse en largas hileras de sofás y sillones adosados a las paredes, lo que produce una sensación un tanto forzada como salón de reuniones.
Sin embargo, el lujo está bien presente, desde el personal que atiende al mandatario hasta los 'caprichos'. Algunos cronistas afirman que el tren, además de un centro médico, cuenta con una sala de karaoke, una excelente bodega y una cocina capaz de surtir a los pasajeros de platos coreanos, chinos, japoneses, rusos y franceses. Uno de los coches está habilitado como garaje. Kim lleva allí dos coches de lujo.
En contadas ocasiones, el dirigente ha utilizado aviones, entre otras cuestiones porque la flota norcoreana se caracteriza por ser también bastante obsoleta. La fuerza aérea militar consta de más de 1.500 aparatos entre aviones de combate, helicópteros de carga y helicópteros, según Estados Unidos, pero muchos de ellos fueron comprados en las décadas de los 70 y 80 a China y la antigua URSS. Existe una aerolínea comercial, también sobrecargada de clásicos aparatos rusos, aunque en un buen estado de conservación. El padre del actual presidente también prefería el tren, aunque solo hizo una docena de viajes en sus casi dos décadas de gobierno. Murió en 2011 precisamente en su convoy personal de un infarto.
En cualquier caso, Kim Jong-un no fía únicamente su seguridad al blindaje del lujoso ferrocarril. En su trayecto le precede un centenar de agentes de las fuerzas de seguridad y el servicio secreto que revisan minuciosamente las estaciones, intersecciones y edificaciones próximas a la línea férrea. Además, una unidad circula por delante para garantizar la seguridad de las vías, la ausencia de obstáculos o cualquier indicio de sabotaje, a la que se une un grupo logístico de helicópteros y aviones militares responsables de vigilar y ofrecer cobertura al tren presidencial. Pero nada de eso evita que, al llegar a la frontera sobre el río Tumen, el mandatario se someta a una engorrosa espera para ajustar el convoy a la anchura de vías rusa, diferente a la norcoreana.
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