Refugiados procedentes de Nagorno Karabaj, en un centro de acogida en la ciudad armenia de Goris. EFE

Requiem por Armenia

Antonio Elorza

Autor de 'El poder y el dolor. Turquía/Armenia, 1915-2020)' (Renacimiento, 2021)

Jueves, 28 de septiembre 2023, 19:40

Hoy 28 de septiembre de 2023, el presidente de la República de Artsaj (nombre armenio del enclave caucásico de Nagorno-Karabaj) ha firmado la disolución de la entidad política nacida con esa denominación en febrero de 2017. Es el final trágico de un episodio político ... en el cual la mayoría armenia trató de afirmar su soberanía sobre el enclave, pero existen muchas posibilidades de que no sea el final de la tragedia.

Publicidad

Visité Nagorno-Karabaj en ese febrero de 2017, coincidiendo con el referéndum destinado a ratificar el nacimiento de Artsaj, y regresé cargado de pesimismo. La guerra victoriosa sobre Azerbaiyán quedaba lejos, más de veinte años atrás, y el nuevo país, lo mismo que el conjunto de Armenia, vivía confiado en la alianza con Putin, quien había manifestado su solidaridad con la causa armenia en la celebración del centenario del genocidio en 2015. Los dirigentes de Artsaj se oponían a un eventual regreso de los azeríes expulsados tras su derrota en el conflicto de 1992-1994 (doy fe). Parecían no tener en cuenta que la relación de fuerzas se había modificado desde entonces, con Azerbaiyán opulento y acorazado, dispuesto a la revancha, Erdogan dispuesto a respaldarla y la alianza con Rusia limitada al territorio de la República de Armenia. Es más, en 2018 el prooccidental Pashinián se hizo en ella con el poder; lo suficiente para que Putin diera luz verde, limitándose el 9 de noviembre de 2020 a forzar un armisticio que evitó temporalmente la catástrofe total.

En febrero de 2017, visité la línea de armisticio, muy extensa, con fortines precarios, llana y apta para el ataque de los carros de combate que no encontraron dificultades para avanzar cuando Bakú decidió la ofensiva, el 27 de septiembre de 2020. Frente a la superioridad en armamento, los drones en especial, y la más que posible colaboración electrónica de Turquía, los armenios bastante hicieron con sostener la guerra con heroísmo durante más de cuarenta días.

La invasión rusa de Ucrania hizo el resto. Putin necesitaba a Erdogan y el presidente azerí Ilhan Aliyev, apretó el nudo sobre Artsaj desde fines de 2022, hasta comprobar que nadie se le opondría. De nada sirvió que Pashinián encabezara la lista de vasallos para operaciones exteriores de Putin y que fuera el primero en felicitar a Erdogan, por su victoria electoral. La supervivencia del residuo de Artsaj dependía de una carretera de comunicación con Armenia (el corredor de Lachín). Primero la cortaron unos supuestos estudiantes azeríes, luego los militares, sin que las fuerzas rusas de garantía interviniesen. Fue un cerco por el hambre, que sin embargo resistieron los cien mil armenios de Artsaj. La solución vino, el 19 de septiembre, a sangre y fuego, con cientos de resistentes muertos. Aliyev había prometido acabar con los «terroristas» armenios como perros, y cumplió el compromiso. Ahora el éxodo general a Armenia es inevitable.

Acaba así un doloroso conflicto étnico, irresoluble desde que Stalin asignó a Azerbaiyán un territorio de población mayoritariamente armenia, en un 75 por 100. Era su fórmula empleada también en Moldavia y Georgia. Los pogromos sufridos por armenios en 1920 y 1990, en línea con el genocidio de 2015 en Turquía, había impulsado la resistencia victoriosa en 1994, en una guerra con treinta mil muertos. Un espejismo.

Publicidad

Aunque todo no ha terminado: Aliyev reclama de Armenia un corredor que enlace otro enclave, este suyo (Nakichevan), con Turquía. Puede ser la ocasión para una nueva guerra que nadie -¿salvo Irán?- está en condiciones de evitar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad