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Moscú acusa a diario a Estados Unidos y la OTAN de estar implicados hasta el tuétano en los «atentados terroristas» cometidos por Ucrania contra regiones rusas -y que Kiev considera «acciones de guerra legítimas»- y en el «genocidio» supuestamente perpetrado por el mismo autor contra ... los «habitantes pacíficos» del Donbás, del que nadie ha presentado todavía ninguna prueba fehaciente.
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Es más, la cúpula rusa insiste ante su población en que mantiene una guerra, no contra Ucrania, sino de carácter «defensivo» contra los intentos de Estados Unidos y la Alianza de «acabar» con el país. Lo ha vuelto a repetir este viernes el asesor de la Presidencia rusa y exsecretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Pátrushev, en el diario 'Izvestia', donde asegura que Washington «miente» cuando dice no tener relación con la decisión ucraniana de atacar la región de Kursk. «Sin la participación y el apoyo directo de EE UU, Kiev no se hubiese aventurado», sostiene. La incursión, agrega, fue planeada «con la implicación de la OTAN y los Servicios Secretos occidentales».
Durante la campaña para las pasadas elecciones presidenciales rusas, preguntado sobre si prefería al candidato demócrata o al republicano en la Casa Blanca, el presidente Vladímir Putin respondió que sería mejor Joe Biden -aún no se había retirado de la carrera electoral- pese a que le ha llamado «asesino», «tirano», «hijo de puta loco», «carnicero», «bandido», «tirano cruel»... y otras lindezas. Donald Trump, sin embargo, siempre elogió y respetó al jefe del Kremlin, jamás se permitió el más mínimo insulto o descalificación hacia él.
Además, y esto es lo importante para Putin, el candidato republicano ha amenazado a los aliados europeos con dejarles en la estacada ante un hipotético ataque de Rusia. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, afirma que si Trump gana las elecciones «no dará ni un céntimo» al Ejecutivo de Kiev para armamento. El dirigente magiar cree que de esa manera «se acabará la guerra debido a que es obvio que Ucrania no podrá mantenerse sola en pie si los estadounidenses dejan de enviar dinero y armas».
Ahora Orbán, tras reunirse en julio con los líderes de Ucrania, Rusia, China y con el propio Trump, dice haber elaborado una iniciativa de paz para Ucrania en la que el expresidente norteamericano actuará como mediador y, dando por sentado que ganará las elecciones en noviembre, lo hará incluso antes de su toma de posesión. El magnate aseguró en mayo de 2023 que, si llega a la Casa Blanca, acabará de un plumazo con este conflicto. Nadie sabe cómo. En Moscú no lo tienen claro en absoluto.
La portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, advirtió el mes pasado que «la afirmación de Donald Trump de que podría poner fin rápidamente a la guerra en Ucrania, en 24 horas, debe verse de manera realista, dado que prometió también la paz en Oriente Próximo y no la logró durante su mandato». A su juicio, «es necesario separar la retórica preelectoral de las declaraciones de funcionarios con poder real. Si hablamos de la posibilidad de resolver el conflicto, seamos realistas».
Vladímir Putin
Presidente de Rusia
A principios de julio, Putin dijo durante una cumbre en Astaná, la capital de Kazajistán, que «el señor Trump afirma, como candidato presidencial, que tiene la disposición y la voluntad de detener la guerra en Ucrania y nos lo tomamos muy en serio. Desconozco las posibles propuestas de él sobre cómo quiere conseguirlo. Y, por supuesto, esa es una cuestión clave. Pero no tengo ninguna duda de que lo dice con sinceridad. Le apoyaremos». En junio, el jefe del Kremlin ya salió en defensa del magnate al señalar que contra él «está siendo utilizado el sistema judicial estadounidense en lo que es una batalla política». Sin embargo, el presidente ruso no le telefoneó cuando sufrió el atentado en Pensilvania.
En su conversación en X del pasado lunes por la noche con el empresario Elon Musk, Trump dijo que conoce «muy bien a Putin. Me llevaba muy bien con él, me respetaba. Espero que nos llevemos bien con él nuevamente, eso sería algo bueno, no malo». A su juicio, «Ucrania pronto no podrá continuar luchando debido a la escasez de tropas, mientras que Rusia todavía representa una fuerza militar significativa (…) como saben, Rusia derrotó a Alemania junto con nosotros, y ellos derrotaron a Napoleón».
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ya avisó en abril que rechazará el plan de Trump o cualquier otro que implique para su país ceder territorios. Le instó también a viajar a Ucrania para «ver la situación con sus propios ojos y extraer sus propias conclusiones». Estas mismas palabras se las repitió al magnate en julio durante una conversación telefónica, en la que condenó además el atentado contra él y le felicitó por su nominación como candidato republicano. El expresidente, según escribió en su plataforma Truth Social, le respondió que pondrá fin a la guerra en Ucrania cuando llegue a la Casa Blanca. «Ambas partes podrán reunirse y negociar un acuerdo que acabe con la violencia y pavimente el camino hacia la prosperidad», le aseguró.
Putin insiste en que Rusia está dispuesta a poner fin a la guerra, pero sólo si Kiev acepta, no sólo que los territorios de Ucrania ya ocupados por las tropas rusas en Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia no serán devueltos y quedarán bajo su soberanía, sino también que retire sus tropas de las zonas que controla en esas cuatro regiones, que la ONU y la comunidad internacional reconocen como partes indisolubles de Ucrania.
En Kiev preocupa la buena acogida que ha tenido en Moscú la designación como candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos del senador por Ohio J. D. Vance, quien, pese a tener cerrado el paso a territorio ruso al ser incluido en una lista de sancionados en mayo de 2023, siempre abogó por poner fin a la ayuda militar a Kiev, una postura que el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, celebró mientras asistía a la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Lavrov dijo además que, de todas maneras, su país «trabajará con cualquier líder estadounidense elegido por el pueblo». Recordó que «trabajamos con el presidente Trump (…) aunque durante su mandato se adoptaron cada vez más sanciones contra Rusia», admitiendo al mismo tiempo que entonces «había diálogo entre nosotros y Washington al más alto nivel. Ahora no hay ningún diálogo».
En 2016, durante la campaña de las elecciones que terminó ganando Trump, no sin la injerencia del ahora difunto jefe de los Wagner, Evgueni Prigozhin, cuyos trolls de la «granja de San Petersburgo» piratearon los emails de, entonces la candidata demócrata, Hillary Clinton, de su jefe de campaña, John Podesta, y del Comité Nacional Demócrata. Esos documentos fueron publicados durante la recta final de la carrera hacia la Casa Blanca para hundir a la ex primera dama y posibilitar la victoria de Trump. Así lo estableció el fiscal especial estadounidense, Robert Mueller. En aquel momento la cúpula rusa manifestaba abiertamente su preferencia por el republicano y, cuando venció, en la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento ruso) hasta brindaron con champán.
Rusia esperaba a Trump como agua de mayo. Con su predecesor, Barack Obama, las relaciones entre Moscú y Washington se deterioraron después de que Putin concediera asilo político al técnico de la NSA, Edward Snowden, que filtró decenas de miles de ficheros clasificados y desenmascaró la vigilancia masiva de Estados Unidos en el mundo. Obama calificó aquello de «regreso a la mentalidad de la Guerra Fría» y su trato con el Kremlin se degradó todavía más después de la anexión de Crimea, en marzo de 2014, la guerra en el Donbás y las sanciones de respuesta que aplicó EE UU. La intervención de Rusia en Siria, en 2015, supuso la ruptura definitiva. Putin sabía que, si se instalaba Clinton en la Casa Blanca, seguiría con respecto a su país una política similar a la de Obama.
Trump y Putin se reunieron por primera vez en Helsinki, en julio de 2018, y se notó a ojos vista que congeniaron, pero al final se defraudaron mutuamente. Washington incrementó las sanciones contra Rusia, se malograron importantes acuerdos de desarme, expulsaron mutuamente a gran parte de sus diplomáticos y se agravaron las tensiones geopolíticas.
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