El próximo viernes tendrá lugar en Rusia y en las regiones ocupadas de Ucrania el primer día de votaciones de unas elecciones presidenciales que se prolongarán durante tres jornadas y culminarán el domingo. Aunque los expertos desconfían de los sondeos oficiales y los independientes no ... suelen ser demasiado fiables debido a las cortapisas que tienen que sortear los encuestadores, la opinión general tanto dentro como fuera del país es que el presidente Vladímir Putin volverá a ser reelegido, ya por quinta vez, por aplastante mayoría en primera vuelta.
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La única incógnita va a ser comprobar qué seguimiento tendrá el llamamiento lanzado por la viuda de Alexéi Navalni, Julia Naválnaya, a acudir todos al mismo tiempo a los colegios electorales a las doce del mediodía del domingo 17 para tratar de colapsar las votaciones, que ella considera una «farsa» al llevarse a cabo, a su juicio, sin las más mínimas garantías democráticas. Esta iniciativa, que pertenece a su difunto marido, al hacerla suya, se convierte en su primer gran desafío al Kremlin.
No se puede tampoco descartar que los comicios queden ensombrecidos por algún bombardeo de cierta envergadura del Ejército ucraniano. Y hay hasta quienes opinan que Putin podría no alcanzar el 50% de los votos en la primera vuelta y tendría así que medirse en una segunda con otro candidato, situación que sería realmente insólita y difícil de imaginar.
Y es que el máximo dirigente ruso cuenta con el respaldo sin fisuras del aparato administrativo a todos los niveles, de los medios de comunicación oficiales y de la mayor parte de los supuestamente privados. También con la anuencia de la Comisión Electoral Central y la complicidad de la Justicia, como se ha podido comprobar cuando los dos únicos aspirantes a candidatos en contra de continuar la ofensiva en Ucrania, Ekaterina Duntsova y Borís Nadezhdin, fueron apartados de la carrera hacia la Presidencia y perdieron todos los recursos presentados ante los tribunales.
Por si no fuera suficiente, Putin está a diario hasta en la sopa, en apariciones públicas, en las televisiones, en eventos de Estado, como el reciente discurso sobre el estado de la nación, en definitiva, en todas partes. Mientras, a sus únicos tres 'adversarios' en esta desigual pugna apenas se les ve. A este apabullante monopolio de la escena por parte de Putin se une la ausencia absoluta de oposición real: unos están muertos, el último ha sido Navalni, otros están encarcelados y la mayor parte exiliados.
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Los únicos candidatos con los que se medirá el presidente ruso serán los presentados por formaciones domesticadas como el Partido Comunista de la Federación Rusia (KPRF en sus siglas en ruso), Nikolái Jaritónov, los ultranacionalistas del Partido Liberal Democrático de Rusia (LDPR), Leonid Slutski, y los liberales del partido 'Nueva Gente', Vladislav Davankov. Formaciones, las dos primeras, que nunca hicieron sombra a Putin y que jamás cosecharon juntas ni el 30% de los votos en unas presidenciales. Esta vez concurrirá también, y lo hará por primera vez a unas presidenciales, el llamado Partido 'Nueva Gente', que se autodefinen como liberales.
«Para Putin, las elecciones presidenciales son un referéndum sobre la aprobación de sus políticas, sobre la aprobación de la guerra. El 17 de marzo, Rusia debe darse cuenta de que la mayoría no quiere verle más al frente del país. Los resultados de la votación serán falsificados, pero nuestra tarea es asegurarnos de que esa manipulación quede al descubierto», denunciaron en un comunicado los colaboradores de Navalni cuando fueron convocados los comicios.
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Entonces, participantes anónimos en un seminario cerrado para vicegobernadores y jefes de comisiones electorales regionales aseguraron al diario RBK que «el Kremlin quiere ver una participación de más del 70% y un resultado a favor de Putin de más del 75%». A eso reaccionó el politólogo ruso Abbás Galliámov, advirtiendo que «las autoridades controlan completamente el proceso de votación y pueden inventar cualquier resultado». Aseveró que «las posibilidades de fiscalizar los comicios son limitadas. Se ha introducido además la votación en tres días y tres noches con posibilidades de falsificación infinitas. Represión generalizada contra la oposición, los que no están en prisión están en el extranjero, y control total sobre el sistema de nominación de candidatos, lo que impide que se cuele ninguno realmente de oposición».
Además no habrá interventores de la oposición en los colegios electorales para verificar los resultados ni cámaras para detectar posibles irregularidades. En 29 regiones y repúblicas autónomas, lo que significa un tercio del territorio de Rusia, la votación será electrónica, no en urna, lo que igualmente puede favorecer la falsificación del escrutinio. Galliámov cree, no obstante, que «no basta con manipular el resultado, el Kremlin necesita que las elecciones sean creíbles para fortalecer la legitimidad de Putin» y tratará de evitar un alto índice de abstención.
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Para contrarrestar esa tendencia, las autoridades rusas están recurriendo de forma aplastante a la propaganda, se oculta el número de bajas en el frente y se silencian la mayor parte de los ataques ucranianos. El objetivo es crear una sensación de normalidad, pero no se logra del todo. Muchos rusos se informan en las redes sociales, son conscientes del aislamiento de su país y del repudio general reinante en Occidente hacia los dirigentes de Rusia. Contemplan cómo las sanciones reducen los productos disponibles en los comercios, ahora más caros que antes, y cunde la intranquilidad sobre lo que pueda suceder en el país más adelante.
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