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Polonia asume el 1 de enero la presidencia rotatoria de la Unión Europea con la «seguridad» comunitaria, especialmente en materia de defensa, como prioridad. Una auténtica declaración de intenciones de las autoridades polacas tras el mandato de Hungría, que apura las últimas horas de su ... turno semestral, marcado por una agenda alejada de los intereses del bloque y las polémicas protagonizadas por el dirigente magiar, Viktor Orbán, que llevó incluso a varios Estados miembros de la UE a amenazar con boicotear los actos organizados por Budapest durante este medio año.
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Polonia, con casi 37 millones de habitantes, destaca como el socio comunitario que más porcentaje de su Producto Interior Bruto (PIB) destina a defensa dentro de la OTAN. En 2024 dedicó el 4,2% y para el próximo ejercicio pretende alcanzar el 4,7%. Una apuesta que quiere extender al resto de Estados miembros durante su presidencia rotatoria ya que «no podemos ignorar la situación internacional», advirtió este lunes Agnieszka Bartol, representante permanente de Varsovia ante la Unión Europea. «Estamos en tiempos de desafíos extremos. Hay una guerra justo a nuestro lado», recordó en referencia a Ucrania, país con el que comparte frontera.
El posicionamiento de Orbán en torno a este conflicto que está a punto de cumplir su tercer año es uno de los puntos de fricción de Hungría con el resto del bloque e, inevitablemente, se convirtió también en uno de los quebraderos de cabeza de Bruselas durante la presidencia de turno de Budapest. El líder magiar inauguró en julio su mandato rotatorio con un viaje, primero, a Ucrania y una visita apenas unos días después a Rusia para encontrarse con su presidente, Vladímir Putin. Era la primera vez desde el inicio de la guerra que un dirigente europeo se reunía con el jefe del Kremlin, lo que supuso un órdago del húngaro al resto de socios comunitarios. Una semana más tarde desataba una nueva controversia al verse en Florida con Donald Trump, quien aún no había sido designado como candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca.
Aunque se trate de un cargo más bien simbólico, sin poder real, con Polonia al frente de la UE hasta final del próximo junio no sólo se evitará este tipo de polémicas sino que, además, se asegurará una agenda basada en las necesidades del bloque y no únicamente de la política de un país. El jefe del Gobierno polaco, el conservador Donald Tusk, es un declarado europeísta y, de hecho, ejerció entre 2014 y 2019 como máximo responsable del Consejo Europeo, por lo que conoce a la perfección el funcionamiento y los límites de la presidencia de turno.
Entre Bruselas y Varsovia, sin embargo, existen ciertas diferencias en una cuestión fundamental como es la migración, algo que curiosamente también ocurría con Budapest. Polonia desempeña un papel central en este asunto a nivel comunitario ya que sirve de contención a las oleadas migratorias que buscan llegar a territorio de la UE, especialmente desde la vecina Bielorrusia. Hace poco, a mediados de mes, el Ejecutivo de Tusk adoptó una ley que limita de forma temporal la demanda de asilo en el país e incluso el propio primer ministro aseguró que ese derecho era «usado por los enemigos» de la nación, en alusión de nuevo a los bielorrusos.
En cualquier caso, la llegada de Polonia a la presidencia europea de turno supone un alivio para el bloque. La nación celebraba este año el vigésimo aniversario de su ingreso en la UE, un hito que hizo que su economía se disparara hasta situarse actualmente sólo por detrás de las de Alemania, Francia, Italia, España y Países Bajos.
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