M. Pérez
Lunes, 8 de julio 2024, 22:37
La tensión que Viktor Orbán ha introducido en la Unión Europea en los últimos ocho días amenaza con superar la larga tradición de enfrentamientos que las dos partes han protagonizado durante años. El presidente húngaro hizo ayer oídos sordos a Bruselas, volvió a realizar una ... pirueta sobre su política exterior y se presentó por sorpresa en Beijing para hablar de su «misión de paz 3.0» con el líder chino, Xi Jinping.
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El líder del gigante asiático elogió su dedicación a «buscar una solución política» a la invasión de Ucrania con la propuesta de un alto el fuego previo a una negociación entre los dos contendientes. Su invitado destacó, por su parte, la condición de China como «importante fuerza estabilizadora para promover» un mundo sin guerras.
Antes de que Hungría asumiera la presidencia rotatoria de la UE el pasado día 1, había apuestas sobre las consecuencias de este paso. Cada seis meses, un país socio asume este cargo, que tiene más de simbolismo y gestión que de un gran poder, aunque sí permite a cada gobierno introducir en la agenda general los asuntos de su territorio e interés.
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Muchos pensaban que entregarle el bastón a un dirigente conocido por entorpecer habitualmente la labor de la Unión venía a ser un tiro en el pie; menos creyeron que abriría un periodo de juego limpio. Así lo había declarado el ministro de Asuntos Europeos, János Bóka, quien subrayó que «seremos intermediarios honestos, trabajando lealmente con todos los Estados miembros». Nadie se esperaba que Orbán se embarcará a las veinticuatro horas en una misión particular para reinstaurar la paz en Ucrania. La cuestión es tan inaudita como que en su país una organización de internautas haya comenzado la captación de votos para nominarle a los Nobel de la Paz.
Orbán es el elefante en la cacharrería europea. Dirigentes como el jefe de la diplomacia Josep Borrell han desacreditado su iniciativa y desmarcado a la Unión de cualquier vínculo con ella. Quizás el más jocoso en este asunto resulte ser el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien ayer invitó a Orbán a exponer cómo le va en esta misión durante la cumbre de la Alianza que comienza en Washington.
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Los Veintisiete no esconden su creciente malestar y esta semana pedirán oficialmente explicaciones al Gobierno de Budapest por los viajes de su jefe a Ucrania, Rusia y China. De estas dos últimas visitas, Bruselas se ha enterado cuando el húngaro ya había aterrizado. «Es un claro caso de deslealtad a la institución comunitaria», observan en Bruselas. Los ministros de Exteriores quieren forzar un debate sobre los objetivos y reglas que componen la presidencia rotatoria y dejar claro públicamente que Orbán «solo se representa a sí mismo». Que va por libre. Que la UE no le ampara en esta iniciativa. Y que el mando auténtico recae en el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Los líderes occidentales mantienen la distancia con el mandatario húngaro, pero en la cumbre de Exteriores buscaran «más claridad». «Habrá mucha tensión en los próximos días» porque, además, esto representa solo el principio, según muchos temen. Orbán prevé llevar su gira a la propia sede de la UE, pero también a Washington, donde no ha trascendido que haya cerrado encuentro alguno de alto nivel.
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Sin embargo, su lema de la presidencia europea, 'Hagamos a Europa grande de nuevo' no augura nada nuevo. En el 'Bild' alemán acaba de declarar que Donald Trump sería un buen presidente para Estados Unidos. Después de Putin y el rival «sistémico» de Europa, Xi Jinping, al Consejo solo le queda el apretón de manos con el republicano que llama «viejo montón de basura» a Joe Biden.
Es posible que en su comportamiento haya una mezcla de burla, desafío y revanchismo. La Unión siempre ha permanecido muy encima del gobernante ultraconservador húngaro y hace dos años le mantuvo congelados miles de millones de fondos europeos por sus decisiones antidemocráticos.
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El ucraniano Volodímir Zelenski declaró ayer que Orbán no puede actuar de mediador. «No queremos que nadie intente romper la unidad de Europa». El temor de los Veintisiete es, precisamente, hasta dónde puede llegar un hombre que no duda en utilizar la indefinición del cargo rotatorio -y el logo oficial- para hacer ver que tiene más peso del real o arrogarse un papel de portavoz.
Listo, lo es. Antes de viajar a China, declaró en el 'Bild' que en su plan de paz actúa movido por la «moralidad» y porque «las principales víctimas de la guerra son la economía europea y la población europea». El único alivio en Bruselas es que la presidencia solo dura seis meses y que, entre el verano y la formación de la nueva Comisión y Parlamento europeos postelecciones, a Orbán le quedará poco tiempo para descalabros.
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El primer ministro indio, Narendra Modi, afirmó este lunes a su llegada a Moscú que espera fortalecer la «asociación estratégica privilegiada» con Rusia en el marco del que es su primer viaje al gigante europeo desde el estallido de la guerra en Ucrania en febrero de 2022. «Espero revisar todos los aspectos de la cooperación bilateral con mi amigo, el presidente Vladímir Putin, y compartir perspectivas sobre diversas cuestiones regionales y globales», indicó.
Modi, que fue recibido en el aeropuerto por una delegación encabezada por el viceprimer ministro, Denis Manturov, realiza a Moscú su primer viaje desde que asumió el cargo de primer ministro por tercera vez tras unos comicios en los que su formación, el Partido Popular de India (BJP), perdió la mayoría absoluta en el Parlamento. La última vez que Modi visitó Rusia fue en 2019.
El ministro de Exteriores de India, Vinay Kwart, adelantó la pasada semana que Putin y Modi abordarían la situación de los ciudadanos indios que habrían sido supuestamente «engañados» para servir en las filas del Ejército ruso en la guerra de Ucrania. Las autoridades de Delhi reclaman que se rescindan los contratos de varios de sus ciudadanos. (Por R. Asla)
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