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Suecia, modelo del estado del bienestar, es un país rico y... ¿seguro? Los crímenes parecían reservados para sus escritores de novela negra. La falta de luz, el frío y la lluvia animan a recurrir a la ficción al calor de la chimenea. Historias truculentas de ... detectives redactadas bajo el techo de un apartamento de lujo. Así, Henning Mankell inventó al inspector Kurt Wallander y lo llevó en 'Huesos en el jardín' a encontrar restos de una mano bajo el césped de la casa que iba a adquirir. También las series televisivas nórdicas tienen ese tinte oscuro. En 'El Puente', todo comienza con la aparición de un cadáver justo en la raya fronteriza entre Suecia y Dinamarca. La intriga se desata al comprobar que el torso pertenece a una dirigente política y la parte inferior, a una prostituta. Los autores suecos han exportado sus historias oscuras al resto del mundo. Ahora las tienen en las calles, donde se extiende la violencia de los 'niños soldado', reclutas del narcotráfico.
A mediados de septiembre, con las noticias sobre incidentes callejeros, ajustes de cuentas, bombas en edificios y asesinatos ocupando todos los informativos, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, pulsó la alarma: «Suecia nunca había vivido algo así». Admitió que las instituciones estaban desbordadas. «Nuestra legislación no está pensada para las guerras de bandas y los 'niños soldado'. Estamos intentando solucionarlo». Sacó de los cuarteles al ejército para patrullar las calles y colaborar con la atribulada policía. A los apacibles ciudadanos suecos no le hace falta ya abrir una novela para descubrir el mundo del crimen. Les basta con asomarse al balcón.
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La violencia callejera viene de lejos, pero eclosionó a raíz de un incidente el pasado 7 de septiembre. Ese día fue asesinada una mujer de 60 años en Uppsala. Era la madre de Ismail Abdo, uno de los cabecillas del narcotráfico sueco, una industria clandestina que ocupa a unas 30.000 personas. Tras esa muerte se desencadenó una oleada de crímenes. Según el diario 'Expressen', sicarios de Abdo buscaron venganza y salieron a las calles en busca del otro cártel, dirigido por Rawa Majid, apodado 'el Zorro kurdo'. Tiroteos y explosiones obligaron a los vecinos de Estocolmo, Malmoe y Uppsala a pegar la nariz en las ventanas y las pantallas. Entre los implicados en aquellas peleas había muchos menores de edad, los 'niños soldado', expresión importada de las crueles guerras tribales africanas. Ese horror campa ahora por las impecables avenidas suecas.
Las páginas de Mankell y las escenas de 'El Puente' se han vuelto reales. El goteo es casi diario. Un joven de 13 años apareció muerto en un bosque. En Uppsala, la suegra de Majid esquivó por poco las balas del otro bando. Suecia, la apacible Suecia, tiembla. Y no de frío. Lejos, bajo el sol de Turquía, el 'Zorro kurdo', sigue manejando su negocio.
Majid nació en Suecia. De padres iraquíes, tiene 37 años y dirige una red criminal denominada 'Foxtrot'. Lleva desde los 19 años dedicado al contrabando, las drogas y el robo, según el medio 'Nyheter'. Enseguida medró en el escalafón del hampa. Joyas, coches... Ismail Abdo era entonces uno de sus lugartenientes. Hasta que en 2020, Majid tuvo que buscar refugio en Turquía perseguido por la Interpol. Allí compró la nacionalidad turca. Eso dificulta su extradición. Al tiempo y, al parecer, por la disputa de un cargamento de droga, se enemistó con Abdo. A muerte. Cada uno con su banda, con sus niños armados. Esa batalla inunda las calles de Suecia.
Más muertos. Una bomba en Uppsala acabó con la vida de una mujer. Otra falleció en un tiroteo en Sandviken. El primer ministro, que se ha visto obligado a enviar un mensaje al país, sitúa el origen del conflicto en los barrios marginales. Asegura que incrementará la seguridad (intervención del ejército) y reforzará la política migratoria. Kristersson es el líder del Partido Moderado. Dirige un gobierno de coalición en el que por primera vez está Demócratas de Suecia, una formación nacionalista, antiinmigración y tildada de extrema derecha, la corriente que ha llegado al poder en Italia, Hungría, Eslovaquia y, probablemente, en Países Bajos con el triunfo electoral de Geert Wilders, y que crece en Alemania, Austria, República Checa, Bélgica y Francia.
Extremismo político y religioso, inmigración creciente, falta de integración, desigualdad social y violencia. Este cóctel explosivo recorre el continente aderezado en Suecia con la lucha entre bandas por controlar el narcotráfico, el negocio que recurre a 'niños soldado' para el trabajo más sucio. Son, en gran parte, menores nacidos en Suecia, hijos y nietos de inmigrantes. Ahora, su país ha sacado a las calles a soldados uniformados para batallar en esta guerra interior que ha llenado de cadáveres de verdad la antes apacible realidad nórdica.
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